Todo en la vida es un negocio




Aquel hombre que pierde la honra por el negocio, pierde el negocio y la honra (Francisco de Quevedo)”




    Desde que vi la película "El honor de los Prizzi" casi no hay día que, por el motivo que sea, no recuerde la frase en los términos con los que doy título al artículo, y que creo se la dice Don Corrado Prizzi (William Hickey), uno de los capos de la familia, a Charley Partanna (Jack Nicholson), su ahijado y pistolero.  
    Me he acordado de esta frase miles de veces desde que vi la película y se la he repetido innumerables veces a mis hijos. No puedo recordar todas las situaciones que me la recodaron y tampoco vendría a cuento contárselas.
    Pero voy a ponerle un ejemplo, uno de tantos, que me reafirma que Don Conrado tenía toda la razón. Está relacionado con este último invierno tan lluvioso que hemos padecido y lo poco o nada que he oído hablar a Al Gore de la catástrofe que nos espera a consecuencia del cambio climático.
    Hace pocos años Al Gore, que estuvo a punto de ser presidente de los Estados Unidos, enseñaba por todo el mundo la hecatombe que causaría el cambio climático que se estaba produciendo y se embolsaba buenas cantidades de dinero. Algunas de estas sumas se las daban nuestras autoridades políticas, pero no de sus bolsillos sino de los nuestros. Creo recordar que por una conferencia en las Islas Canarias cobró bastante más de lo que usted y yo juntos ganamos honradamente en más de dos o tres años de trabajo.  
    Al Gore, después de perder la elección presidencial frente a George Bush, comenzó a predicar sobre el "calentamiento global", llamado también "cambio climático", fenómeno que según su doctrina sería consecuencia de la actividad industrial que produce emisión de CO2 a la atmósfera. Su filosofía es, o era, que no hay algo más urgente en la actualidad que controlar las emisiones de CO2 a la atmósfera, a lo que incluso atribuye la calidad de "imperativo moral".   
    Al Gore ha sido galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional 2007 y también recibió el Premio Nobel de la Paz en el 2007 junto al Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, «por sus esfuerzos para construir y difundir un mayor conocimiento sobre el cambio climático causado por el hombre y poner las bases para tomar las medidas necesarias para contrarrestar ese cambio».
    La fortuna personal de Al Gore pasó de 2 a 25 millones de euros en el año 2008, embolsándose en 7 años aproximadamente 70 millones de euros, dando conferencias por un valor cercano a los 100.000 euros cada una. Pero, por una doble moral, no da ejemplo de sus recomendaciones. Al Gore consume 20 veces más energía que una familia media norteamericana y utiliza una piscina climatizada, farolas de gas en su jardín y una puerta eléctrica. Y también se le acusa por ser propietario de algunas de las minas de minerales metálicos más contaminantes de los Estados Unidos.
    A finales de junio de 2010 la policía estadounidense reabrió un caso de denuncia contra Al Gore por conducta sexual -no climática- indebida hacia una masajista que contrató en un hotel en 2006.
    Creo que este es un buen ejemplo de que todo en la vida es un negocio y no creo que a este señor le preocupe mucho lo que digan de su honra. No sé si en tiempos de Quevedo importaba, pero ahora, en el nuestro, preocupa muy poco o nada, solo importa el negocio, y no siempre se pierde este a pesar de haber perdido la honra. Un ejemplo de que perder la honra importa poco o nada: un señor saliendo esposado del juzgado, camino de la prisión, por haberse quedado con mucho dinero de los ERE de Andalucía, con una sonrisa en la cara.
    Usted puede decirme que soy muy desconfiado. Pues aún voy a serlo más, porque ya dijo Aristófanes que la desconfianza es madre de la seguridad. ¿Cree que a usted o a mí nos pagarían en Las Islas Canarias le centésima parte de los 100.000 euros por decir lo mismo que el señor Al Gore en una conferencia? ¿No cree que también influyó en todo este negocio que fuese del Parido Demócrata americano, y quien se enfrentó al republicano George Bush? ¿No piensa que parte de esta cantidad se pudo haber quedado en el bolsillo de los que le invitaron?
    Si hay algo en la vida que no es negocio, es precisamente lo considerado como tal por algunas personas. Un ejemplo. Me gusta mucho como canta Julio Iglesias y este verano pasado fui a ver su actuación en Cambados. No recuerdo lo que tuve que pagar pero nadie me obligó a verlo, fui libremente, como el resto de la gente que abarrotaba la plaza del ayuntamiento de aquel maravilloso pueblo. Y no es un negocio como el de Al Gore, porque Julio Iglesias no engaña a nadie, solo pone su maravillosa voz para cantar bonitas canciones, y le pagan por ello las personas que quieren verlo y oírlo.  
    Le recuerdo una vez más las palabras de mi compañero médico, ya fallecido: “Nada sucede por casualidad”. Y yo añadiría, "casi siempre hay detrás algún negocio”.  

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