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Mostrando entradas de octubre, 2018

En el colegio (I)

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“Si no se endereza el árbol cuando es pequeño, crecerá torcido”     Allá me fui, a la pensión de La Marinera de Santiago de Compostela a la que me enviaron mis padres, aunque no recuerdo cómo dieron con ella, con 13 años, para iniciar el cuarto curso de bachillerato en el Colegio La Salle.     La patrona me instaló en una habitación de tres camas con una amplia galería que daba a la calle del Hospitalillo. Mi cama era la más interior, pegada a la pared de la habitación del matrimonio dueño de la pensión. Había una gran diferencia de edad entre ellos, y allí, en mi cama antes de dormirme, oía a veces conversaciones no muy amorosas entre los dos. Ya le contaré alguna más adelante.     Podría extenderme muchísimo, pero me referiré sobre todo a las cosas que creo que influyeron más en mi comportamiento futuro. En esa pensión estuve desde los 13 años hasta el segundo curso de medicina, cuando iba a cumplir los 17 años. Creo que algunos jóvenes de aquel tiempo maduráb

En el instituto

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“El que quiera estudiar el amor se quedará siempre en la escuela ” ( O. K. Bernhardt )     (Si se pregunta, ¿a qué viene que cuente su vida en el Blog? Es para leer y recordar cuando se me vaya la memoria, si no me voy yo antes que ella)     Decía hace poco que había ido a examinarme de ingreso y primero de bachillerato cuando iba a cumplir diez años, en la convocatoria de septiembre y por primera vez en el Instituto Gelmírez de Santiago de Compostela.     Me alojé en un pisito donde vivían las hijas de Don Marcelino, el maestro que me dio clases los meses de verano para preparar ingreso y primero de bachillerato. No recuerdo la habitación donde dormí, pero no me olvido de las tostadas hechas con un chusco (así le llamábamos en la aldea a la barra de pan pequeña) tostado y untado después con mantequilla. No sabía lo que eran las tostadas, pero me supieron a gloria. Aún recuerdo aquel sabor ahora. Nunca he vuelto a tomar unas como aquellas. Tal vez influyó lo

¡Cómo ha cambiado el mundo!

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“No hay nada permanente, excepto el cambio” (Heráclito)     Hasta los 20 años, solo conocía mi aldea, el pueblo de Corcubión, donde estudié bachillerato, y Santiago, donde terminé el bachillerato y estudiaba medicina. A los 20, en cuarto curso de medicina, salí por primera vez de Galicia para hacer las milicias en Monte La Reina, Zamora. En esos dos veranos de mili, también conocí Salamanca.     Fui en avión por primera vez a los 32 años, para asistir a un congreso médico en Mallorca. Tenía mucho miedo a volar. Me tomé uno o dos wiskis en la cafetería del aeropuerto de Santiago de Compostela, donde estaba don Camilo José Cela y su mujer. Los wiskis y el escritor de Padrón me tranquilizaron algo. Pensé que volando un señor tan importante, el comandante haría todo lo posible para que el avión no se cayera. ¡Juro que lo pensé! Luego, estuve a punto de bajarme del avión al ver que sólo subía su mujer. Pensé algo que no puedo decir, aunque no vi al escritor habland

Apocados

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“Mostrarse asustado sin motivo aparente es dar a conocer que se tiene razón de temer” ( Séneca )      Cuando los médicos neumólogos gallegos organizábamos reuniones o congresos médicos, era raro que el comité organizador, de la provincia gallega que fuese, no invitase a uno o más neumólogos catalanes para dar alguna charla. Ya fuese porque en ese momento alguien del comité organizador lo sugiriese o, más frecuentemente, porque lo sugiriesen las compañías farmacéuticas que financiaban la reunión y que tenían mucho interés en que viniesen. Esto que comento de las reuniones neumológicas en Galicia se puede aplicar a las reuniones organizadas en el resto de España.     La sede de la Sociedad Española de Patología Respiratoria (SEPAR) está en Barcelona. La mayor parte de las becas de investigación de esta sociedad, sufragadas por la industria farmacéutica, se conceden a neumólogos catalanes. Los que valoran los trabajos de investigación que se presentan son mayor