Aparentar







"Aparentar tiene más letras que ser” (Karl Kraus)





  
  Siempre me ha interesado mucho la apariencia y no me refiero al aspecto externo, como viste una persona o a la edad que aparenta, sino a la acción de manifestar o dar a entender lo que no es o no hay, que es como define la Real Academia Española de la Lengua el verbo aparentar.     
   
Aparentar ser - Aparentar ser no es ser. Aparentar ser buena persona no es ser buena persona. Ser buena persona es la mejor cualidad que podemos poseer los seres humanos. Aparentar ser una persona honrada no es serla.       
   
Una de las cosas que más pesar y arrepentimiento me han causado siempre es la vergüenza que sentía del ser de mis padres, cuando estudiaba el bachiller en el Colegio de La Salle de Santiago y venían a visitarme. Mis padres eran, no aparentaban. Mi padre era marinero, y mi madre trabajaba en el campo y en casa. Los padres de la mayoría de los demás alumnos eran abogados, médicos, profesores, constructores, personas con dinero… Cuando iba con mis padres a alguna tienda de Santiago se nos notaba que éramos aldeanos por la apariencia externa y por nuestra forma de hablar el castellano,  con errores de pronunciación incluidos. ¡Y me avergonzaba!
    Poco después, al final del bachiller o primeros años de la carrera de Medicina, entendí lo desatinado que estaba. Fue cuando un día viajaba en el Castromil de Santiago a Muros, para irme después desde Muros a la casa de mis padres en Quilmas (Carnota) en el Finisterre, un autobús de la empresa de viajeros que operaba desde Muros a La Coruña. Ya no se me notaba casi el acento de pueblerino al hablar en castellano, y ahora, finales de los 60, las niñas y niños “bien”, no hijos de aldeanos, por supuesto, que siempre habían hablado en castellano y se reían de ti cuando te equivocabas al pronunciar la g y la confundías con la j, te hablaban en gallego porque era lo que se “llevaba”, porque estaba de moda.
    Me prometí que a esas personas que no eran sino que aparentaban, o mejor, que eran lo que aparentaban, nunca les hablaría en gallego sino que seguiría hablándoles en castellano, y que jamás volvería a avergonzarme al pasear con mis padres por el Toral, la Rúa Nueva o la Rúa del Villar de Santiago, porque mis padres eran, no aparentaban. Por supuesto, seguí y sigo hablando en gallego con los paisanos de la aldea donde nací, con los enfermos, con las personas normales que me hablan en gallego. Pero no con los que querían casi exigir que se hablara en gallego o, tal vez mejor dicho, con su forma de declamar el gallego como sucedió –ahora menos por motivos “políticos”- no hace muchos años. Y recordé y recuerdo muchas veces a Albert Einstein cuando dijo, “hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro”.
    Aparentar saber - Con el paso de los años me he dado cuenta que los que más aparentan saber no son los que más saben. Casi siempre sucede todo lo contrario, los que más saben son los más humildes, con todo su saber, con tanto saber, confirmando lo que decía Sócrates, que tanto sabía, “solo sé que no sé nada”. He visto y conocido médicos muy inteligentes, excelentes, en el ejercicio de su profesión, que nunca presumían de lo mucho que sabían porque nunca sabían casi nada de todo lo que creían deber saber. Y he visto y conocido, también ahora, otros que no eran ni son buenos practicando la medicina, incluso algunos con cargos o responsabilidades que no merecen, y que sin embargo se creen poco menos que premios Nobel de la medicina.   
    Los que presumen de saberlo todo son los que menos saben y, además, al ser poco inteligentes, no son capaces de conocer sus limitaciones, una virtud casi exclusiva de las personas inteligentes, y, precisamente por ello, se sienten incómodos e incapaces de reconocer que hay otros individuos con muchos mejores cerebros que ellos. ¡Admiten que hay jugadores de fútbol mejores que otros pero no que haya personas más inteligentes que otras!
    Siempre dije a mis compañeros y amigos médicos jóvenes perspicaces que nunca se fiasen de los médicos que “lo saben todo”. Por otra parte, estos que aparentan saber (o incluso se lo creen) son precisamente los mayores enemigos de los que saben. Los grandes espíritus han encontrado siempre una violenta oposición de parte de mentes mediocres, decía también Albert Einstein.    
    Y la humildad en el ser o saber no está relacionada ni tiene nada que ver con la apariencia externa. ¡El otro día me decía una persona que había oído decir de mí que era poco humilde porque siempre iba de corbata!
    Aparentar tener – Ser es mucho más importante que tener. Ser un buen profesional es muchísimo mejor que ser un profesional del montón con mucho dinero. Hoy en día, antes menos, los que son poco consideran que tener es mejor o más importante que ser o saber. No hay más que escuchar a tantas personas vanagloriándose de lo que tienen porque no son ni saben y, sin embargo, es imposible escuchar esto mismo de personas que son, saben, y tienen mucho más. Es muy difícil que una persona inteligente presuma de lo que tiene -riqueza, por ejemplo-, porque sabe que de lo que más podría presumir es de su inteligencia, y precisamente, por tenerla, no presume de ella. No es la riqueza ni los ancestros lo que hace honorable a una persona, como dijo alguien.
    Hoy, en este nuestro mundo, también está de moda aparentar tener belleza externa, del cuerpo. Dudo de la existencia de Dios porque si existiese y tuviese tanto poder como dicen habría hecho a todas las mujeres igual de bellas. Algunas, que no han sido obsequiadas con ese don y pueden, intentan conseguirlo por medios artificiales. Y después, aparentan tener y presumen de superior belleza que las dotadas de hermosura natural, sin tener en cuenta que aunque la mona se vista de seda, mona se queda.     

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