Dieta y envejecimiento saludable







“Come poco y cena menos, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago” (Miguel Cervantes Saavedra)







    El 27 de diciembre de 2012 la revista New England Journal of Medicine (NEJM) publicaba un artículo con este mismo título, que creí debía dárselo a conocer por su enorme interés: como podemos envejecer (tal vez) más saludablemente antes de morir.
    Hablo tranquilamente de la muerte porque antes mi primer nombre era Cipriano -hay algunas otras personas en mi aldea, hombres y mujeres, que llevan también de primero ese nombre por el mismo motivo-, que mi madre había dejado que me pusieran porque se le había muerto el primer hijo y le dijo una tía de mi padre que para espantar a las brujas -la tía de mi padre creía en ellas- y que no se le muriera también el segundo, que me bautizara con ese nombre
    A pesar de que la letra de un chotis madrileño habla de Cipriano como atrevidillo, nunca me gustó mi primer nombre y lo saqué junto al último de los tres que tenía, Manuel, y me quedé con el que firmo ahora. Me preocupé por sí podía sucederme algo por haberlo anulado, pero ya han pasado varios años y, al menos hasta el momento, las brujas no han hecho de las suyas. Pero hasta ahora no he pensado en recuperarlo.
    Pienso que por haberlo llevado tantos años puedo ser la primera persona -ojalá le suceda lo mismo a las otras de mi pueblo bautizadas con el mismo nombre- que no se muera nunca, aunque no estoy muy seguro porque lo que sí he notado es que he envejecido, a pesar de hacer una vida bastante sana. Bueno, realmente la tía de mi padre, solo le aseguró a mi madre que Cipriano me protegía de morirme de niño, pero no le dijo que no iba a envejecer ni tampoco que no me moriría de viejo.   
    El llamarse de una u otra forma parece claro que no evita el envejecimiento, aunque tampoco podamos asegurar que no envejezcan más unos nombres que otros. Lo que sí sabemos desde 1930 es que una reducción en la toma de alimentos probablemente aumente la esperanza de vida.  
    Según este artículo de NEJM, la idea de que comer poco mejora la supervivencia recibió un impulso en 2009, con la publicación en Science, una de las revistas más prestigiosas en investigación, de los resultados de un estudio con monos que duró 20 años. A los animales control se les proporcionaron alimentos a voluntad, mientras que a los monos de experimentación se les daba el 70 por ciento de lo que comían los otros. Los animales que tomaron calorías restringidas tuvieron menos muertes en relación con los que se alimentaron a voluntad y también estuvieron más sanos que los otros de su misma edad, con una incidencia reducida de diabetes, enfermedad cardiovascular y atrofia cerebral.
    Hasta aquí todo muy bien. Sin embargo estos prometedores hallazgos han sido recientemente cuestionados por un segundo estudio del Instituto Nacional Americano del Envejecimiento. En este estudio publicado en Nature, otra revista científica tan o más acreditada que la anterior, un grado similar de restricción calórica al del estudio anterior mejoró algunas medidas de salud metabólica, redujo la incidencia de diabetes y sobre todo redujo la incidencia de cáncer, pero no disminuyó las tasas de enfermedad o de las muertes relacionadas con la edad.
    La doctora Linda Partridge, autora de este artículo de NEJM, se pregunta cuales son las implicaciones de la dieta en la salud humana durante el envejecimiento. Y contesta diciendo que probablemente nunca conoceremos si la restricción en la comida puede prolongar la duración de la vida humana a causa del bajo cumplimiento de un régimen de alimentación exigente. Los estudios con voluntarios humanos a medio plazo sugieren que comer menos puede mejorar la salud metabólica y cardiovascular, y reducir la inflamación. Estudios epidemiológicos han indicado repetidamente una asociación entre el índice de masa corporal, el índice de ganancia de peso después de los 18 años, y el riesgo de enfermedad cardiovascular, diabetes y cáncer, y el riesgo global de muerte. De los estudios en animales cada vez parece más claro que la proporción y composición de las proteínas en la dieta puede tener efectos sustanciales en la salud. De este modo, ajustar la composición de la dieta podría tener efectos en la salud humana no limitados al sobrepeso u obesidad.
    En cualquier caso, creo que todos los médicos que llevan años practicando la medicina clínica, estarán de acuerdo conmigo que la obesidad incrementa el riesgo de sufrir muchas enfermedades: diabetes, hipertensión, trastornos respiratorios como el síndrome de apnea del sueño y de hipoventilación-obesidad, artrosis de caderas y rodillas, etcétera, y adelanta la subida a los cielos (esto último, para los creyentes, podría ser considerado un motivo de alegría más que un factor de riesgo). Y también estarán de acuerdo en lo que nos decía el profesor Masa en las clases de Clínica Médica de la Facultad de Medicina, allá por los 70 del siglo pasado, que las personas que se mantienen delgadas a pesar de comer mucho, suelen vivir muchísimos años.

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