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Mostrando entradas de enero, 2017

Y le dijo más cosas, referidas a su enfermedad pulmonar causada por fumar cigarrillos (y IV)

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“El médico no es otra cosa que el consuelo del alma” (Petronio)     Y aquel médico también le dijo: “Manuel, cuando un buen médico escucha y examina detenidamente al enfermo, y después le explica por qué no precisa medicinas, el enfermo lo entiende y no sale de la consulta lamentándose porque el médico no le haya recetado nada. Antes, cuando las madres acudían a los médicos pidiéndoles que les dieran algo para abrir el apetito a sus hijos, algunos le recetaban unas vitaminas u otros preparados que no servían para nada, y menos aún para abrir el apetito; otros, muy educadamente, les decían que les pusieran a sus niños la misma comida a la cena, si no la comían que se la pusiesen al día siguiente en el almuerzo y si no la comían que los trajesen a la consulta, y las madres no volvían”.     La noche siguiente a la mañana que la enfermera le había comunicado el traslado de aquel médico con el que se entendía tan bien, soñó con él. Se le aparecía en

De médicos y pacientes (III)

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“El arte de la medicina consiste en entretener al enfermo mientras la naturaleza cura la enfermedad” (Voltaire)     Y continuó diciéndole aquel médico: “Ahora, la gente quiere vencer la adicción a la nicotina y a la comida sin pasarlo mal y esto no es posible. Para vencer la adicción a las drogas o a la comida hay que tener mucha voluntad y estar dispuesto a pasarlo mal. La voluntad, una fuerza más poderosa que la bomba atómica, según la definió Albert Einstein, no se dispensa en las boticas y la mayor parte de las personas tiene muy poca. Además, hoy, tener voluntad no está de moda”.          Y siguió. “Manuel, para la enfermedad pulmonar que usted padece, causada por el tabaco, dejar de fumar es lo más importante, porque ya está delgado y en su historial clínico escriben los médicos que camina todos los días desde su casa hasta el puerto, y les dijo que eran tres kilómetros, y otros tres a la vuelta hacen seis”.     A Manuel le sigue gustando aquel médi

De médicos y pacientes (II)

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“No es la mejor manera de tratar a los enfermos que un médico ignorante acumule remedios sobre remedios” (Erasmo de Rotterdam)     Manuel no volvió a la consulta con aquel médico tan antipático y sabelotodo, que fumaba en la consulta mientras le recomendaba a él que dejase de fumar. Y recordó una frase de Albert Einstein que había leído en un libro de la escuela cuando era pequeño, “dar ejemplo no es la mejor forma de influir en los demás, es la única forma”.        Desde los 46 hasta ahora había sido visto por muchos médicos y todos le decían lo mismo, que dejase de fumar, y él nunca les había hecho caso. Manuel sabía que el tabaco era la causa de que la tos y la dificultad para respirar hubiesen empeorado con el paso de los años. Había tomado innumerables medicamentos, primero pastillas y esprays, y en los últimos años solo esprays. Pero él pronto dejaba los tratamientos porque no le mejoraban, a pesar de que los médicos después le recriminaban por haberl

Qué hacemos los médicos

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“ Los doctores son hombres que prescriben medicinas que conocen poco, para curar enfermedades que conocen menos, en seres de humanos de los que no saben nada” (Voltaire)     Un ex-compañero no médico de trabajo del hospital, muy querido y respetado -siempre dije y sigo diciendo que respeto más a un buen celador que a un mal médico- me pidió que escribiese sobre lo que hacemos los médicos, ya que a él le había impresionado esta frase que había leído en el libro “Vengo sin cita: Historias inconfesables de un médico de familia”, escrito por los doctores Fernando Fabiani y Laura Santolaya. La frase que me envió es esta: “l os médicos no salvamos vidas. Solo cambiamos la causa de la muerte y, en el mejor de los casos, la retrasamos”.     Voltaire dijo que los médicos entretienen al enfermo mientras la naturaleza cura la enfermedad. En los días de epidemia de gripe hay médicos que le recomiendan al paciente con esta infección más de un medicamento: por ejemplo, un antibi

Aceptar (bien) la enfermedad y la muerte

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“La salud es un estado transitorio entre dos épocas de enfermedad y que, además, no presagia nada bueno” (Winston Churchill)     Creo que era profesora, casada con un señor que la conocía muy bien y la quería mucho. Tenía una grave enfermedad pleural cuyo origen estaba en su aparato genital. No aceptó que estuviese enferma, y menos aún de algo serio. Su marido me repetía que aunque yo le dijese a ella la cruda verdad no me creería, pensaría siempre que yo era el equivocado, porque ella no podía estar enferma. Y lo estaba. No pude comprender como se había hecho aquel blindaje de la mente que le impedía admitir su enfermedad. Se murió sin haber estado, según ella, enferma.        Sin llegar a este extremo, hay un pequeño porcentaje de personas que aceptan muy mal la enfermedad, su enfermedad, incluso intentan negarla, como si pensasen que ellos no han nacido para enfermar, para estar enfermos. Nadie admite con gusto la enfermedad, pero siempre les digo a es

La compasión del médico

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Si conociéramos el verdadero fondo de todo tendríamos compasión hasta de las estrellas ( Graham Greene)     Trabajaba como médico residente de neumología en el Centro Médico Nacional Marqués de Valdecilla de Santander. Un paciente de treinta y tantos años había sido internado en una de las camas a mi cargo. Sus dos pulmones estaban llenos de nódulos de distintos tamaños. La causa era un carcinoma pulmonar bronquioloalveolar. La progresión de su enfermedad fue muy rápida. Le asistí hasta que murió en la misma cama donde había ingresado. Lo pasé muy mal. Era el primer paciente que atendía de esas características: joven y con una enfermedad incurable, que pronto le conduciría a la muerte. Me daba mucha pena, pensaba en él casi todo el día. Pero mi compasión no lo curaba. Mi malestar disminuyó los últimos días antes de su muerte, cuando, por el efecto de la morfina, comenzó a decirme que se encontraba bien, que estaba mucho mejor. Y murió así, sin darse cuenta que