Cartas a mi nieta
La sonrisa de tus ojos Estábamos en tu casa, supimos que habías despertado porque oímos tus ah!.. ah!.. ah!... y fuimos corriendo. Estabas de pie, con el chupete en la boca, moviendo la cabeza y las manos asidas a los barrotes de la cuna. Abrimos la rejilla de la ventana lentamente, dejando que la luz entrara pausadamente, para que el resplandor del sol se mezclara con la radiante sonrisa de tus ojos. Pero tus ojos relucían más que el, porque el no sonreía , solo se emocionaba, como nosotros, con la sonrisa de tus ojos. Unos días después nos visitaste, -con tus padres, por primera vez- en la aldea donde he vivido en mi niñez. Y la sonrisa de tus ojos enloqueció a tu abuela, pero no solo a ella, a todos los que te esperábamos. Pasabas de un regazo a otro, pero solo querías el de ella, ¡nunca podrás imaginar cuán feliz la hiciste! Incluso temí por ella, parecía trastornada,