La manada







“La moda es la manada; lo interesante es hacer lo que a uno le dé la gana” (Luís Buñuel)






    Casi siempre que subía en veranos anteriores desde Porto de Sanabria a Peña Trevinca -algún verano llegué a subir más de cinco veces- o caminaba por la carretera hasta La Tablilla, así se llama el sitio donde está el límite entre las provincias de Zamora y Orense, encontraba manadas de vacas por el monte o al lado de la carretera. Y me llamaba la atención que casi siempre había alguna que estaba fuera de la manada. Cuando ya estaba cerca de la manada, levantaban la cabeza, me echaban un vistazo y a continuación miraban a la extraviada y emitían algún mugido para advertirle de mi presencia ¿y para que se aproximara a ellas de nuevo? Si esta permanecía alejada, me daba la impresión que a las que estaban agrupadas, como Dios manda, no les hacía gracia. Volvían a hacerle señales con sus mugidos y si no se les acercaba bajaban la cabeza y seguían pastando. Parecía como si pensaran, ¡allá tú!
    Imagino que esto mismo sucede con otras agrupaciones de animales como los rebaños de ovejas, pero allí, en Porto de Sanabria, en los últimos años había menos rebaños que manadas de vacas.
    Y creo que también ocurre con las personas. A muchas les gusta agruparse, por eso gozan de las fiestas populares, los partidos de fútbol, las manifestaciones o el botellón, y otras, menos, prefieren estar solas porque no les gusta congregarse. Si usted trabaja o ha trabajado en alguna empresa con muchos trabajadores, recuerde o intente recordar a los que suelen o solían ir y estar o estaban en grupos, y a los que casi siempre van o iban y están o estaban solos. ¿A qué son o eran diferentes?    
    No he logrado conocer lo que pensaban de la extraviada las otras vacas de la manada ni lo conoceré probablemente nunca. Ni tampoco supe como le había ido a la descarriada, por que cuando veía la manada de nuevo era incapaz de saber si era la misma u otra la que estaba apartada. Pero expresaré mi opinión, acertada o equivocada, sobre las personas que no les gusta estar agrupadas, del trato que reciben por las del grupo o manada y de las ventajas e inconvenientes. Y también sobre las que les gusta agruparse.
    Aunque la persona que no le gusta el grupo sea normal, no es bien vista por las que les gusta estar agrupadas como creo que tampoco lo era la vaca que estaba alejada por el resto de la vacada en los montes de Porto de Sanabria. Y enseguida surgen los comentarios o chascarrillos de las del grupo, “siempre anda solo o sola”, “siempre va solo o sola a todas partes”, “nunca se para a conversar con nadie”, “¡es más raro o rara!”, a veces sin conocerlo o conocerla casi de nada ni haber hablado tan siquiera con él o ella.
    Pero si se trata de una persona que destaca en su trabajo o profesión, entonces, en este país de envidiosos, se la crucifica. Y da pena ver a estas otras personas grupales como pierden el tiempo censurándola, incluso con rumores o apostillas inventadas porque la estupidez no tiene límite, y una característica de las personas que la poseen es que ni siquiera se dan cuenta. Decía Albert Einstein que había dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana y que del universo no estaba seguro. Señalaba Albert Camus, la estupidez insiste siempre. Y Goethe escribió que contra la estupidez hasta los dioses luchan en vano.
    Y usted puede pensar que la solución es fácil: estar con el grupo, con la manada. Permítame decirle que no estoy de acuerdo y vuelvo a darle mi opinión de por que no lo estoy.
    Volvamos a las manadas de vacas de los maravillosos montes de Porto de Sanabria. Las manadas siempre siguen el mismo camino todos los días, no se desvían, y por eso en aquellos montes están visibles los caminos que ellas han creado y solo hay uno. En la manada, las vacas pacen y duermen la siesta juntas y al mismo tiempo. Y corren menos riesgo porque como dice el proverbio africano la unión en el rebaño obliga al león a acostarse con hambre. Sin embargo, la que va por su cuenta puede rastrear la hierba cercana y elegir la mejor. Duerme la siesta cuando más le apetece. Y si continúa sola puede encontrar pastos desconocidos y maravillosos. Ya dijo Graham Bell, “nunca andes por el camino trazado, pues te conducirá únicamente hacia donde los otros fueron”. Claro que está expuesta a mayores riesgos por estar sola, pero recordemos a Tácito, “es poco atractivo lo seguro, en el riesgo está la esperanza”.
    Ahora intentaré demostrarle por qué esa persona, a la que no le gusta el grupo, debe permanecer alejada de el.
    Las características genéticas y educacionales nos hacen a todos diferentes. Las personas que disfrutan estando agrupadas -lo siento pero tengo que generalizar- no suelen destacar por su inteligencia. Y las personas perspicaces que haya en el grupo o se van o acabarán yéndose porque en la manada no están bien vistas las que destacan. Es verdad que algunas pueden permanecer, aunque no estén a gusto, para ser menos criticadas o intentar pasar desapercibidas.
    Por el contrario, las personas que no les gusta el grupo, la manada, son en general más inteligentes. Les gusta estar solas para aprovechar mejor el tiempo pensando, haciendo proyectos y trabajando. No piensan mal de las que les gusta agruparse y no entienden por qué son criticadas por ellas, aunque tampoco les importa.
    Las personas de la manada no soportan la individualidad porque si las que son singulares destacan, ellas quedan en evidencia. Estoy convencido que a Fleming, Ramón y Cajal, Einstein, Velázquez, Dalí, Bill Gates, Steve Jobs, Amancio Ortega, y un largo etcétera, no les gustaba el grupo, la manada. Seguro que fueron y son criticados, pero su aislamiento les permitió disfrutar de tiempo para lograr la genialidad y la excelencia en sus trabajos y profesiones. Con la manada no hubieran llegado adonde llegaron. 

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