Chocolate y premios Nobel







“La tontería es infinitamente más fascinante que la inteligencia. La inteligencia tiene sus limites, la tontería no” (Claude Chabrol)





    Tenía diez años y había ido a Santiago de Compostela para examinarme por libre del ingreso y primer curso de bachillerato en el Instituto Gelmirez. Dormí en casa de mis primas, las hijas del maestro que le había recomendado a mis padres que “me estudiaran”, y con el que me preparé para los exámenes de estos dos cursos. Por la mañana, por primera vez en mi corta vida, desayuné tostadas con mantequilla. El pan, recién salido del horno, aún caliente, lo habían comprado mis primas en una panadería cerca del ático donde vivían, en la plaza del Toral, estaba riquísimo untado con la mantequilla. Creo que las acompañamos con chocolate caliente. Fue una de las veces que más disfruté con la comida por aquellas fechas. Bueno, no si más o igual que cuando fui invitado por los padres del ahora médico reumatólogo, el doctor Alfredo Wilisch, a su casa de Ribeira, y su madre, una excelente cocinera y mejor persona, preparó una empanada de cerezas. Nunca había comido una empanada tan rica. Estaba buenísima.
    En mi aldea había chocolate en el comercio y, cuando mi madre lo compraba, me gustaba mucho. Pero al irme de casa para estudiar el bachillerato, primero en Corcubión y después en Santiago de Compostela, dejé casi de comerlo porque en las pensiones donde estuve no daban chocolate, y el poco o mucho dinero que me daban mis padres prefería gastarlo en cosas menos saludables.
    Cuando ya estudiaba la carrera -no me avergüenza decirlo-, creo que más de una vez pensé que me gustaría llegar a ser premio Nobel de Medicina. Con el paso de los años me fui haciendo más sensato y ya no echaba cuentas adelantadas, porque la mayor parte de las veces resultan equivocadas (esto lo aprendí de mi tía Josefina, hermana de mi madre, una mujer muy sabia).
    Pero va y aparece un artículo en una de las revistas médicas más prestigiosas del mundo, New England Journal of Medicine, titulado “Consumo de Chocolate, función cognitiva y premios Nobel”, el 18 de octubre de 2012, escrito por Franz H. Messerli, del Hospital St. Luke´s-Roosevelt y la Universidad Columbia de Nueva York.
    El autor comienza el artículo diciendo que los flavonoides de la dieta, abundantes en los alimentos de origen vegetal, mejoran la función cognitiva. Específicamente se ha asociado con una ingesta regular de flavonoides una reducción del riesgo de demencia, mejoría en la realización de algunos test de conocimiento, y mejoría de la función cognitiva en pacientes viejos con trastorno leve de la misma. Una subclase de flavonoides llamados flavanoles, que están ampliamente presentes en el cacao, te verde, vino tinto, y algunas frutas, parecer ser efectivos en enlentecer o incluso revertir las reducciones en el funcionamiento o rendimiento cognitivo que ocurren con al edad. Los flavanoles también pueden disminuir la presión arterial al causar vasodilatación en la vasculatura periférica y en el cerebro.
    Messerli, ante la hipótesis de que el consumo de chocolate mejora la función cognitiva no solo en individuos sino en poblaciones enteras, se preguntó si habría una correlación entre el consumo de chocolate de una población y su funcionamiento cognitivo. Como no encontró datos públicamente disponibles de la función cognitiva promedio de la población, consideró que posiblemente el número de premios Nobel per capita podría servir como sustituto, reflejando la proporción con una función cognitiva superior, y por lo tanto darnos alguna medida del promedio de la función cognitiva de un país.
    Y este fue el resultado:

 

 
    El autor analiza la gráfica diciendo que la correlación que existe entre las coordenadas X e Y no prueba causalidad pero indica que X influencia Y, Y influencia X, o X e Y son influenciadas por un mecanismo subyacente común. Sin embargo, ya que el consumo de chocolate ha sido documentado que mejora la función cognitiva, parece más probable que en una vía dosis-dependiente, la toma de chocolate proporcione abundante suelo fértil necesario para el surgimiento de premios Nobel.
    El único posible valor atípico es el de Suecia. Dado su consumo per capita de chocolate de 6.4 kg/año, predeciríamos alrededor de 14 premios Nobel, y sin embargo observamos 32. Considerando que en este caso el número observado excede el número esperado por un factor superior a 2, uno no puede escapar a la idea que, o el Comité del Nobel en Estocolmo tiene algún sesgo patriótico cuando valora los candidatos a estos premios, o quizás que los suecos son particularmente sensibles al chocolate y que incluso pequeñas cantidades aumentan enormemente su conocimiento.
    Y continúa el autor diciendo que una segunda hipótesis, de causalidad inversa -esto es, que la mejora del rendimiento cognitivo puede estimular al consumo de chocolate en todo el país- también debe considerarse. Es concebible que las personas con una función cognitiva superior (los entendidos) son más conocedores de los beneficios para la salud de los flavonoides en el chocolate obscuro y son por lo tanto propensos a aumentar el consumo. Que esa recepción de premios Nobel por si misma aumentara la toma de chocolate en todo el país parece improbable, aunque quizás los actos de celebración de este honor pueden desencadenar un amplio consumo pero probablemente transitorio.
    Dice Messerli que el estudio tiene limitaciones porque los datos están basados en promedios de los países y la toma de chocolate específicamente por los premios Nobel del pasado y del presente permanece desconocida. Y también es incierta la dosis acumulativa de chocolate que se necesita para aumentar bastante las posibilidades de ser solicitado para viajar a Estocolmo para recibir el premio Nobel.
    Sus conclusiones son que el consumo de chocolate aumenta la función cognitiva, la cual es un sine qua non para ganar el premio Nobel, y está estrechamente relacionado con el número de laureados en cada país. Queda por determinar si el consumo de chocolate es el mecanismo subyacente para la asociación observada con mejoría de la función cognitiva.
    El autor, en su análisis estima que se necesita tomar alrededor de 0.4 kg per capita al año para aumentar el número de laureados con el Nobel en un país determinado por 1. Para los Estados Unidos esa cantidad representaría 125 millones de kg/año. La dosis mínimamente efectiva de chocolate debería ser alrededor de 2 kg/año, y la curva dosis-respuesta revela que no hay límite aparente en el número de premiados a las dosis más altas de 11 kg/año.
    En la figura usted puede observar donde está nuestro país, España, en cuanto número de laureados y consumo de chocolate. Con Portugal, Grecia e Italia. ¡Qué casualidad de coincidencia! La misma o parecida a la de la situación económica actual.
    El doctor Franz H Messerli informa que consume diariamente chocolate, la mayoría, aunque no exclusivamente, en la forma de las variedades de chocolate negro Lindt.
    Desde antes de leer al artículo consumía chocolate con almendras de una marca blanca de Mercadona, riquísimo. Desde que lo leí tomo chocolate negro Lindt, no pensando en alcanzar el premio Nobel de Medicina ni en llegar a ser tan inteligente -lo demuestra por haber tenido esta idea tan original- como el doctor Messerli (por su nombre y apellidos tal vez sea de origen judío, y, si es así, confirma mi opinión que los judíos son más inteligentes y trabajadores que el resto de las razas), sino para disminuir la probabilidad del envejecimiento “prematuro” y rápido de mi cerebro, aunque nunca llegue a saber si tuvo algo que ver como tampoco sabré si hubiera sido necesario comenzar a tomarlo mucho antes.
    Y mañana hablaré con un epidemiólogo amigo para que copie la idea del doctor Franz H Messerli e investigue si los países que consumen menos chocolate negro tienen mayor porcentaje, relacionado con la edad, de personas con demencia.

PD.: Lamento no haber conseguido una mejor calidad de la imagen copiada del artículo de NEJM. Lo seguiré intentando. Le dejo el enalace del artículo para que pueda acceder a él:
http://www.nejm.org/doi/pdf/10.1056/NEJMon1211064

www.clinicajoaquinlamela.com

 

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