Algunas falsas creencias sobre la salud






 “Salud no es tomar medicamentos; salud es no fumar, no tomar bebidas alcohólicas, comer poco, trabajar y caminar mucho” (Clínica de Neumología Joaquín Lamela)




    Titular así una página de opinión da un poco de miedo. Da miedo asegurar algo que solo es una opinión personal, que puede ser diferente de la de muchos otros médicos. Pero, como decía Virginia Wolf, “uno no puede esperar decir la verdad, solo puede explicar como llegó a profesar tal o cual opinión”. Enumero algunas de estas, en mi opinión, falsas creencias: 1) ahora ya no hay por qué preocuparse de llevar una vida saludable porque hay medicamentos que lo solucionan todo; 2) los médicos son todos iguales y lo más importante de la medicina es el tratamiento; 3) los medicamentos ya no tienen efectos nocivos, y 4) nuestra sanidad pública es muy buena.
1. Ahora ya no hay que preocuparse de llevar una vida saludable porque hay medicamentos que lo solucionan todo. Creo que es una gran equivocación esta creencia. Las personas que llevan una vida saludable también acaban teniendo problemas de salud, pero menos y más tardíos que las que no la llevan. En los últimos años hemos conocido lo que ya sospechábamos, que la obesidad y no realizar ejercicio físico se asocian con un aumento del riesgo de muerte. Ya desde mucho antes sabíamos también que los fumadores y las personas que ingieren demasiadas bebidas alcohólicas se mueren más precozmente. Hoy, como antes, debemos hacer una vida saludable. Es verdad que la edad media de las personas ha aumentado y la gente ya no muere como antes -al menos en el mundo occidental y desarrollado en que vivimos- a causa de las infecciones, pero también lo es que otras condiciones, características del momento actual, nos hacen más vulnerables: tipo de alimentación, ejercicio escaso, tabaco, stress, incremento de la obesidad a causa del sedentarismo y de las “comidas basura”, nuevas enfermedades como el SIDA y aumento de otras al prolongarse la supervivencia como la demencia senil, son algunos ejemplos. Dice Dean Ornish, cardiólogo de la Universidad de California, que “la gente tiende a pensar que para que un tratamiento médico resulte eficaz debe incluir un nuevo fármaco, el empleo de un láser o cualquier otra tecnología costosa. Pocos se percatan que las elecciones más simples que hacemos a diario cómo, qué comemos, cómo nos influye el stress, si encendemos un cigarrillo o no, si hacemos ejercicio o la calidad de nuestras relaciones personales, son determinantes para nuestra salud. Mi equipo ha demostrado que un cambio integral en el estilo de vida puede revertir la progresión de la enfermedad coronaria, el cáncer de próstata, la diabetes, la hipertensión, la obesidad, la hipercolesterolemia, y otras patologías crónicas… En realidad, la mayoría puede ir haciendo poco a poco grandes cambios en su nutrición y forma de vida para alcanzar sus objetivos sin medicación”.
    Hay personas muy entradas en años, con sobrepeso, que no caminan, incluso algunas ingieren bebidas alcohólicas y fuman, y al mismo tiempo toman más de media docena de píldoras al día para “el colesterol, la tensión arterial, la diabetes, el riego, la memoria, la circulación, etc.” Es más cómodo tomar varias pastillas al día que caminar y quedar con hambre, pero caminar y comer poco son dos pilares básicos de la buena salud para estas personas, más importantes que los medicamentos. Salud no es tomar medicamentos, salud es comer poco, caminar mucho, no fumar y no tomar bebidas alcohólicas. Recuerdo una vez más lo que decía nuestro sabio escritor Miguel Cervantes Saavedra: “Come poco y cena menos, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago”.
    Me contaba un sacerdote, ya entrado en años, que acompañaba a otro paciente en la consulta cuando yo le decía a este que tenía que adelgazar: “Hace unos años pesaba 130 kilos, tomaba dos comprimidos para la hipertensión arterial todos los días y me pinchaba 28 unidades de insulina dos veces al día para tratar la diabetes. Empecé a caminar 12 kilómetros al día y a comer menos; un año después pesaba poco más de 80 kilos y ya no precisé tomar comprimidos para la presión arterial porque se me normalizó, ni pincharme insulina porque la glucosa también descendió a cifras normales”. Otro paciente de 99 años acudía a consulta en una silla de ruedas acompañado de su hija; pesaba 100 kilos y medía 151 cm. La hija me decía que le diese algún spray, a mayores de los que ya tomaba, porque se ahogaba por el asma que no padecía; al decirle que su padre respiraba mal únicamente por el sobrepeso, que no precisaba spray alguno y lo que debía hacer ella era dar menos de comer a su padre y ayudarle a caminar, su marido me dijo que hacía todo lo contrario, que todos los días animaba a su padre a comer más. Se enfadó la hija conmigo cuando le pregunté de broma si su padre tenía mucho para heredar o quería que se fuese pronto para el cielo.
    Lo más fácil para el médico, lo que menos nos cuesta, es prescribir, hacer recetas. Es mucho más difícil y costoso, y requiere más tiempo, persuadir al paciente para que cambie el régimen de vida -comer menos y caminar más-, porque muchas veces hay otras opciones mucho mejores que los fármacos, para tener mejor salud. Dice el nuevo juramento hipocrático: “La salud y la vida de mi enfermo será la primera de mis preocupaciones”. Por eso los médicos debemos ser también predicadores, como los sacerdotes; ellos lo hacen para que salvemos el alma, nosotros debemos hacerlo para que las personas conserven mejor el cuerpo y la mente. Y aunque mucha gente considere que comer es un placer, que lo es, puede seguir siéndolo en pequeñas cantidades. Beber un buen vino también es un placer; beber vino en grandes cantidades daña la salud. Merece la pena recordar el gracioso aforismo de Noel Clarasó: “El cuerpo, si se le trata bien, puede durar toda la vida”.

   


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