Y sobretratados






“Los doctores son hombres que prescriben medicinas que conocen poco, para curar enfermedades que conocen menos, a seres humanos de los que no saben nada” (Voltaire)





“Tomo todos los días una pastilla para la tensión, otra para el colesterol, un protector, dos medicamentos para los huesos (una para la próstata, si se trata de un hombre), una aspirina para la circulación, un comprimido para el riego, otra medicina que no recuerdo el nombre para las varices, y por la noche, antes de irme a la cama, una píldora para dormir; y aún tomo más pastillas, pero no recuerdo el nombre ni sé para lo que son”.
    Esta información o parecida se la escuchamos hoy en día a muchas personas mayores cuando los doctores o doctoras les interrogamos en la consulta. Voltaire no nombraba a las doctoras porque en su tiempo los médicos eran todos hombres, aunque no creo que cambiase
el enorme cariño que les tenía a los médicos si ya de aquella hubiera doctoras.
    Lo que es hipertensión arterial no fue establecido en el Génesis, lo definieron los médicos 'expertos', y con el paso de los años la línea o límite de presión arterial normal-anormal fueron desplazándola hacia abajo. En mis años de médico residente la hipertensión se diagnosticaba si la presión sistólica (máxima) era superior a 160 mm Hg -16, decimos aquí- y la diastólica (mínima) superior a 100 mm Hg -10, decimos aquí-. Luego, se estableció que era normal solo hasta 140 (14) de máxima y 90 (9) de mínima; esto significó que millones de personas en el mundo que antes eran normales y no tomaban medicamentos, ahora eran hipertensas y debían tomarlos. El resultado para las compañías farmacéuticas fue un fenomenal incremento en las ventas de medicinas.
    En 1997, la Joint National Committee on High Blood Pressure creó una nueva categoría de la enfermedad, presión arterial normal-alta: diastólica o mínima entre 85-89 (8,5-8,9) y sistólica o máxima, entre 130 y 139 (13 y 13,9). Diez años después a esto se denominó prehipertensión arterial. Se realizó un gran ensayo clínico y se demostró que dándoles medicamentos antihipertensivos a estas personas con prehipertensión, se reducía la posibilidad de que desarrollasen hipertensión. A los autores del libro citado la semana pasada no les sorprenden estos resultados; tomando medicinas para la presión arterial, esta disminuye lógicamente. Con esta nueva categoría, los médicos aconsejarán a otros cuantos millones de personas tomar medicamentos para impedir que se vuelvan hipertensas. Y así, la mayor parte de estas personas serán sobretratadas.
    El beneficio de tratar la presión arterial muy alta o hipertensión severa es grande. Pero la hipertensión varía en los grado de severidad, desde casi presión arterial normal a presión muy alta. Y el beneficio del tratamiento se relaciona de forma directa con el grado de hipertensión. En la hipertensión severa, los cálculos dicen que se necesita tratar a 1,4 pacientes durante cinco años para beneficiar a una persona. Sin embargo, se necesitan tratar a 18 pacientes con hipertensión leve (mínima entre 90-100 o 9-10, como llamamos aquí) durante ese mismo periodo de tiempo para beneficiar a una persona. Es decir, la probabilidad de beneficiarse del tratamiento disminuye así como el grado de hipertensión se hace más leve, y por lo tanto las personas con anormalidades más leves se favorecen menos que las personas con anormalidades más severas.
    H. G. Welch, uno de los autores de 'Over-diagnosed', pone un ejemplo de cuando el tratamiento es peor que la enfermedad. Este médico recibió una lista de la administración de la clínica donde trabaja en la que figuraba un paciente suyo de 82 años, previamente sano, por habérsele encontrado en las dos últimas determinaciones una presión arterial sistólica de 160 (16) mm Hg. A este paciente, como a muchos otros de esa edad, dice el autor, no le gustaba tomar medicinas para problemas pequeños y era muy escéptico para aceptar intervenciones preventivas, actuaciones para condiciones que no son problemas ahora, pero que pueden volverse en el futuro. Continúa el autor diciendo que antes las decisiones de tratamiento se basaban en la presión arterial diastólica (mínima), pero ahora hay un reconocimiento creciente que entre las personas más viejas la elevación de la presión arterial sistólica es probablemente más importante que la elevación de la diastólica. Y aunque el doctor Welch no le hubiese dado importancia a esta cifra, dice que ningún doctor quiere ser identificado como irrespetuoso con las normas prácticas del momento. Le recomendó a su paciente un diurético suave para disminuir la presión arterial; su paciente comenzó a orinar más, le disminuyó el líquido corporal y le bajó la presión arterial. Pero más adelante, en un día caluroso, su paciente realizó un esfuerzo excesivo reconstruyendo una pared de piedra, sudó mucho, se deshidrató, su presión arterial disminuyó demasiado y se colapsó. Se recuperó y su paciente le preguntó si tenía que seguir tomando la medicina para la presión sanguínea; el doctor Welch le explicó que la indicación para tratar su hipertensión se había basado en un estudio con pocos pacientes de entre 70 y 90 años; los que no tomaron tratamiento tuvieron un 18 por ciento de complicaciones relacionadas con problemas de los vasos sanguíneos cerebrales y cardiacos y los que lo tomaron tuvieron un 13 por ciento, durante cinco años de tratamiento. Es decir, solo 5 de cada 100 pacientes se benefician con el tratamiento, o lo que es lo mismo, hay que tratar a veinte pacientes para obtener beneficio en uno. Como el paciente había tenido un efecto adverso peligroso con el medicamento y creyó que el sería de los 19 que no se beneficiarían, decidió no seguir tomando el tratamiento, lo que al doctor Welch le pareció perfectamente racional.
    El doctor Welch sabrá que su paciente estaba siendo sobretratado si no presenta problemas relacionados con la hipertensión arterial que estaba siendo tratada ni muere de ella en los próximos cinco años.
    La próxima semana, hablaremos del colesterol, de los expertos que van cambiando las cifras normales-anormales, y sacaremos conclusiones y recomendaciones para los enfermos.

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