Sobrediagnosticados






“Las tres principales tareas del médico son el diagnóstico, pronóstico y tratamiento. De estas, el diagnóstico es con mucho la más importante ya que de esta depende el éxito de las otras dos” (J. A. Ryle)






    “Tengo cifras de colesterol en el límite alto de la normalidad, prehipertensión arterial y prediabetes, y el médico me ha recomendado que tome medicamentos para evitar que el colesterol, la presión arterial y la glucosa se eleven por encima de lo normal".
    Este u otros comentarios similares de los pacientes los oímos los médicos cada vez con mayor frecuencia cuando los entrevistamos en las consultas.
    Diagnosticar precozmente las enfermedades es la misión más importante del médico. Pero diagnosticar precozmente no es sobrediagnosticar. Sobrediagnosticar es detectar anormalidades que no están destinadas a causarnos problemas.   
    Recientemente los doctores Welch, Schwartz y Woloshin publicaron en Estados Unidos un fenomenal libro, "Overdiagnosed. Making people sick in the pursuit of health" (Sobrediagnosticados. Enfermando a la gente en la búsqueda de la salud). Ray Moynihan, en un comentario que hace del libro en la prestigiosa revista British Medical Journal, dice que los tres autores, conocidos por su rigor y escepticismo, médicos prácticos y científicos en la Darmouth Medical School en New Hampshire, saben muy bien que en muchos casos el diagnóstico precoz puede aminorar el sufrimiento y alargar la vida, pero demasiado a menudo, algunas condiciones -presión sanguínea alta, cifra elevada de colesterol- están siendo "sobrediagnosticadas", es decir, algunas personas son etiquetadas con una condición que nunca les causará síntomas o muerte prematura.
    Como es posible que el libro nunca llegue a publicarse en castellano, porque aunque el enorme interés que existe hoy por los temas relacionados con la salud en Estados Unidos acabará llegando aquí, como llega siempre casi todo lo de allí, pero muchos años después -chicos con pendientes en las orejas, jóvenes con jeans por debajo de la cintura o casi por debajo del culo, jóvenes y no tan jóvenes escuchando música con cascos o auriculares por la calle-, he creído interesante comentar las opiniones de estos médicos reflejadas en esta obra publicada el año pasado.
    Dicen los autores que la sabiduría convencional es que más diagnóstico -particularmente, más diagnóstico precoz- significa mejor atención médica. A continuación lo lógico es pensar algo como esto: más diagnóstico significa más tratamiento, y más tratamiento significa mejor salud. Y añaden, esto puede ser verdad para algunos, pero hay otro lado de la historia. Más diagnóstico puede hacer a las personas sanas más vulnerables, e, irónicamente menos sanas. En otras palabras, los diagnósticos excesivos pueden hacerle sentir a uno más enfermo. Y más diagnóstico lleva a tratamiento excesivo, tratamiento para problemas que no son molestos o al menos no son molestos para todos. El tratamiento excesivo, por supuesto, puede hacer daño. El diagnóstico excesivo puede llevar a un tratamiento más perjudicial que la enfermedad.
    El problema es que los médicos no conocemos si un paciente ha sido sobrediagnosticado a menos que el paciente deje el tratamiento, viva el resto de su vida sin síntomas y muera de alguna otra causa.
    El sobrediagnóstico es un problema relativamente nuevo en la práctica de la medicina. Antes la gente no iba al médico cuando se encontraba bien, esperaba hasta que tenía síntomas. Además los médicos no animaban a las personas sanas a solicitar atención médica. El resultado era que se hacían menos diagnósticos que ahora. Este problema se agrava porque hoy en día lo que es anormalidad se está ensanchando.
    Las cosas han cambiado. Ahora, el objetivo es el diagnóstico precoz. La gente busca atención médica cuando está bien. Los médicos hacemos más diagnósticos, incluyendo diagnósticos sin síntomas. Algunas de estas personas desarrollarán síntomas. Otras no, estas son sobrediagnosticadas.
    Los autores dicen que, como pacientes potenciales, están preocupados por la implacable expansión de la profesión médica y el empuje consecuente para volver a las personas en enfermos.
    La hipertensión fue la primera condición para la que se comenzó el tratamiento regular de personas sin síntomas. Antes de los últimos años del siglo XX, los médicos prescribían medicamentos solamente a los pacientes que tenían síntomas de enfermedad. Pero la hipertensión cambió eso. De repente, a la gente sin síntomas la diagnosticaron y prescribieron tratamiento. Las personas se volvieron pacientes. Buscando diagnósticos de hipertensión arterial en las personas asintomáticas se proporcionó la oportunidad de prevenir la enfermedad sintomática en algunas, pero con el coste de hacer el diagnóstico en otras que no estaban destinadas a desarrollar síntomas o morir de hipertensión. En otras palabras, a costa de sobrediagnosticar.
    En la década de los 60 los médicos estadounidenses de la Veterans Administration decidieron estudiar el valor de tratar a la gente que tenía hipertensión arterial sin síntomas. Reclutaron 140 pacientes en los que la presión arterial diastólica (mínima, le llaman aquí los pacientes) estaba entre 115 y 129, 11,5 y 12,9 decimos aquí. Trataron a la mitad con medicamentos antihipertensivos y no trataron a la otra mitad. Después de un año y medio, el número de complicaciones en el grupo no tratado fue 27, incluyendo 4 muertes y 4 ictus cerebrales, y solo 2 en el grupo tratado, 1 ictus cerebral y 1 complicación del tratamiento. Aunque el número de pacientes incluidos en el estudio fue pequeño, el resultado ofrecía pocas dudas que tratar la hipertensión arterial evitaba complicaciones.  
    En un próximo artículo comentaremos otros aspectos de la hipertensión arterial, como el deslizamiento hacia abajo de las cifras anormales y su por qué, y el colesterol.

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