Leonardo Da Vinci (y 2)






“Yo te aconsejo que no te encumbres a ti mismo con palabras a menos que hables a los ciegos. Sin embargo, si quieres demostrar con palabras para los oídos y no para los ojos de los hombres, habla de cosas sustanciales o naturales y no mezcles cosas que pertenecen a los ojos para hacerlas entrar por los oídos, porque entonces serás sobrepasado por el trabajo del pintor” (Leonardo Da Vinci)


  
    Sigo contándole como pensaba Leonardo Da Vinci, ya que la mayoría de sus opiniones, además de ser excelentes y la demostración de que poseía un gran sentido común, son aplicables aún hoy en día.
    En la página 83 del ebook "Curiosidad apasionada. Memorias galénicas de Leonardo Da Vinci", de Javier Pardo Mindán, continúa diciendo su discípulo Francesco Melzi que Leonardo suponía que cualquier alteración del cuerpo repercute en el corazón, para el que una buena alimentación y una vida sana son la mejor medicina. Y se cita en él una frase del Libro I de Medicina de Cornelio Celso: “Hay que procurar la moderación en la comida para que el enfermo no se llene, ni enloquezca, ni sufra con el ayuno, ni caiga en debilidad del corazón”. Y más adelante: “Siempre pensé que una vida sana es el mejor remedio contra las enfermedades: comer solamente cuando se tenga apetito, utilizar alimentos frescos y bien preparados, evitar ejercicios bruscos, ejercitar la mente con el estudio y el arte y buscar la armonía del cuerpo y espíritu. Y cuando llegue nuestra hora dejar que el creador nos lleve sin violentar sus designios”.
    Esté atento ahora a sus pensamientos: “Siempre he creído que la verdad surge de la investigación y del diálogo ya que toda observación requiere de una interpretación o de varias, pues existe tal cantidad de puntos de vista, que un individuo aislado siempre tiene una visión incompleta. De Benedetti aprendí que la diferencia entre los sabios y los ignorantes es que los primeros se dan cuenta pronto de sus errores, lo que les permite aprovechar más el tiempo para aprender y olvidarse de ellos”.
    Y continúa diciendo cosas interesantísimas. “Todos somos un compendio de conocimientos y costumbres de nuestros maestros, a los que debemos respeto y reconocimiento. Nadie es totalmente dueño y autor de sus juicios, somos administradores de la herencia que nos dejaron nuestros padres y nuestros maestros y estamos obligados a aumentarla, a rendir culto a la verdad y a transmitirla…. Este inexcusable compromiso nos debe animar a ser honestos para que la ciencia crezca al servicio de todos los hombres, y a separar la verdad de la mentira, pues la verdad alimenta las inteligencias más notables, mientras que la mentira es el aire de los charlatanes, murmuradores y necios. La ciencia es fruto del estudio, la reflexión y de la experiencia… Algunos piensan que rodearse de imbéciles ayuda a preservar su situación, sin darse cuenta que lo que más engrandece al maestro son sus discípulos. Las trampas del incompetente son más peligrosas que las ambiciones del sabio”. Mire a su alrededor, y verá lo acertado que estaba Leonardo.
    Se enfadó mucho Leonardo cuando le acusaron por sodomía. “No quiero hacer una exposición de mis inclinaciones sexuales, pero pienso que es lícita cualquier relación consentida y compartida por dos personas adultas, sin ningún tipo de coacción… Mi padre dejó de hablarme sin tan siquiera preguntarme sobre la posible veracidad de la denuncia. No obstante, ninguna circunstancia hizo variar mi atracción por los individuos, hombres o mujeres, que tuvieran sensibilidad, generosidad, interés por la ciencia, amor por el arte, adición por la lectura, interés por los misterios del mundo, y capacidad de emoción y ternura por todos los seres vivos, sin que el sexo fuera en ningún caso esencial. Tuve experiencias sexuales muy variadas, pero siempre consentidas  y cargadas de lirismo y sensibilidad y si nunca me casé fue por falta de tiempo, por escaso interés por convivir con otra persona de cualquier sexo y, desde luego, por mi convicción de no desear perder mi libertad por las veleidades de las mujeres y las preocupaciones de la educación de los hijos. Considero que el sexo es una experiencia entre dos personas, absolutamente privada, y cuyos límites y consecuencias dependen de un acuerdo que sólo puede tomarse en libertad y con conocimiento pleno de su trascendencia. La denuncia fue fruto de la envidia, pero esta mala reputación, que estaba muy penada en Florencia, me persiguió durante toda mi vida, sin que una existencia diaria muy retirada y respetuosa con todo el mundo fuera suficiente para olvidar esta torpe acusación. Después de una larga vida he llegado a la conclusión de que en nuestra sociedad hay una banda, muy numerosa de zalameros, falsarios y difamadores que tratan de aprovecharse de los demás… ¿Por qué tanta preocupación por lo que no favorece ni perjudica a otros? Al amparo de las buenas costumbres, de las normas inventadas y del servicio al estado, muchos que tienen malas costumbres, grandes difamadores y políticos aduladores se inventan leyes que solo sirven para justificar su propia falta de creatividad y su indigencia. Cualquier buena acción contada por un miserable se convierte en una traición y duele más defenderse de un cretino que justificar un error. ¡Y existen sociedades que basan su supervivencia en el rumor, la maledicencia o la difamación! Odio las ventajas de los aduladores, serviles, mentirosos, envidiosos, aprovechados y traidores, y no soporto a los tunantes, taimados y cretinos, entre los que hay una secta de hipócritas que creen resucitar con el daño de los demás”.
    Y continúa: “En ocasiones parece que la sociedad te obliga a pedir disculpas por ser físicamente agraciado o intelectualmente dotado, sin que me considere a mí mismo sobresaliente ni en belleza ni en inteligencia. Trato de ser afable y elocuente, me gusta rodearme de cosas bellas y disfruto con cualquier cosa que haga la vida más agradable. No desprecio a nadie, considero que todos tenemos algo que enseñar a otros y creo que la vida es un intercambio de cosas e ideas. Sin embargo, los que tienen envidia se hacen daño a sí mismos, porque el envidiado no cambia y a los ojos de los demás potencia las cualidades envidiadas”.
    Más adelante dice alegrarse de haber superado las necesidades de sexo y su autonomía, que convertía su acción en un acto repulsivo para él y vil para su compañía
    Habla también del envejecimiento. Usted y yo pensamos y hemos expresado mil veces lo mismo que él, ¡pero es tan difícil decirlo tan bien!: “La peor consecuencia del envejecimiento no es su final, ya que la muerte es una actividad general como el nacimiento, sino la conciencia misma de la senilidad que causa la pérdida progresiva de facultades intelectuales y físicas. Conozco varios alquimistas que buscan el elixir contra el envejecimiento que padecen tanto los reyes y poderosos como los obreros y pobres pero dudo mucho de que lo encuentren. Cuando la medicina halle remedio para las enfermedades la vida se alargará seguramente más de 100 años”. Y sigue diciendo: “Nuestra edad es la referencia del paso de los años, pero mi tiempo era muy lento cuando era joven, mientras ahora lo veo como un viento que se desplaza a enorme velocidad. La consecuencia del envejecimiento es la muerte que forma parte de nuestra propia esencia y de nuestras actividades principales como nacer, respirar y comer”.
    Se refiere a sí mismo… “siempre pensé que los sentimientos juveniles de insatisfacción por el trabajo hecho sin entusiasmo, de desaliento por la incapacidad creativa, de ansiedad por la pérdida de tiempo o de angustia por cualquier problema iban a desaparecer con la edad; sin embargo en mi caso el desánimo, el abatimiento y la melancolía han ido en aumento hasta el punto de que me resulta imposible pensar en que yo sea capaz de acabar algún tema".
    Y en las últimas páginas una maravillosa frase sobre el arte: "El arte ofrece a la belleza la única posibilidad de permanencia porque la belleza perece en la vida pero es inmortal en el arte".

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