Los gruñones
“Acusar a los
demás de los infortunios propios es un signo de falta de educación. Acusarse a
uno mismo, demuestra que la educación ha comenzado” (Epicteto de Frigia)
Richard Vaughan, este tejano que vive en
Madrid, conocido por sus cursos de inglés en diferentes medios de comunicación,
escribió ya hace algún tiempo, en un dominical del diario El Mundo, “El hombre
que gruñe…”, que me encantó, y comenzaba así: “… al final se parece más al
perro que al hombre y, si no cambia, acaba viviendo una vida de perros. Si
usted se queja por todo, muchos dejarán de hacerle caso. Otros le tacharán de
ingrato, ya que la gratitud y el ansia de quejarse no se llevan bien. La vida
nos brinda una abundancia de posibilidades para ser felices y agradecidos.
Quejarse de todo solo demuestra que uno no agradece la bendición que es la
vida. Es como quejarse de la Gran Pirámide de Giza en Egipto porque no tiene
ascensores”.
Busqué esta anotación que había
hecho cuando lo leí. Me acordé de ella ahora al ver lo que sucede casi siempre,
pero tal vez aún más en esta última legislatura que acaba de empezar, en
nuestro país con los políticos y no sé si también en la mayoría de la gente.
Me llama la atención no haber visto nunca a
un político dar la razón o felicitar a otro por haber tenido una buena idea
salvo a los de su mismo partido. ¿Usted lo ha visto? Y esto me parece muy raro.
¡Cuántas veces he felicitado a compañeros de trabajo por haber tenido un
fenomenal acierto diagnóstico! Parece raro que nunca ningún oponente político haya
tenido una buena idea. Hace pensar que, o son envidiosos, o son estúpidos por
no tener entre tantos alguna buena idea.
Cuando parece importante llegar a acuerdos
por el bien del país -véase lo de los estibadores-, no se llega por los
distintos intereses particulares de los partidos, y sin embargo son capaces de
ponerse de acuerdo para otras cosas (nada importantes) como prohibir cortar el
rabo a los perros porque al parecer con él largo se pueden hacer daño.
Parece como que nos toman por tontos, que
solo hablan para sus acalorados y fanáticos militantes, que no se les puede dar
la razón a los contrarios.
Cada vez estoy más convencido de que una gran
mayoría de los que están en el parlamento son personas estúpidas y de que lo único
que les interesa es conservar los miles de euros que cobran a fin de mes y seguir
con las engañifas entre ellos. Hasta pienso que hay un porcentaje superior de
estúpidos e inmaduros que en la población.
¿Qué tiene que ver esto con los gruñones?
Pues lo que decíamos, o mejor dicho decía Richard Vaughan. Que siempre que los
ves y oyes, a unos más que a otros, están con mala cara, gruñendo y hablando
mal del adversario, disconformes con todo, nunca felicitando al oponente, echando
la culpa de todo a los demás, y nunca hablando alegremente y sin artimañas entre
ellos para alcanzar acuerdos a favor del interés general. Y muchos de ellos, verdaderos
maleducados.
Algunos hablan como si creyeran
o quisieran hacer creer que están en posesión de la verdad (habría que
recordarles lo que tan bien dijo Aristóteles: “El ignorante afirma, el sabio
duda y reflexiona”). Y no solo eso, su comportamiento incivil dentro del
parlamento se parece al de niños malcriados en el recreo del patio del colegio.
¡Qué pena!
www.clinicajoaquinlamela.com
http://joaquinlamela.blogspot.com.es
https://facebook.com/clinicajoaquinlamela
https://twitter.com/LpezInfo
https://facebook.com/joaquinlamela
Google+
http://joaquinlamela.blogspot.com.es
https://facebook.com/clinicajoaquinlamela
https://twitter.com/LpezInfo
https://facebook.com/joaquinlamela
Google+
Comentarios
Publicar un comentario