El juramento hipocrático sigue siendo actual
“La vida es
breve; el arte, largo; la ocasión, fugaz; la experiencia, engañosa; el juicio,
difícil” (Hipócrates)
Así titulaba su artículo Daniel Sokol, de la Universidad de
Londres, no hace mucho. Y decía, “cuando les pregunté a mis
estudiantes por el nombre de médicos famosos en la historia de la medicina, su
primera respuesta fue Harold Shipman, el médico británico que asesinó a cientos
de pacientes. Su segunda respuesta fue House, el doctor de ficción de la serie de
televisión americana. Cuando su tercera respuesta fue Hipócrates, presunto
autor del Juramento Hipocrático, respiré con alivio”.
Escrito hace más de 2.500 años, el
Juramento es el texto más famoso de la medicina occidental; sin embargo, la
mayoría de las personas (incluidos algunos médicos) saben muy poco sobre él. Daniel
Sokol expresaba en el artículo que un amigo médico le había relatado la historia
de un anciano que pensaba –equivocadamente- que el juramento hipocrático
instruía a los médicos para que no dijeran la verdad a los pacientes.
Los médicos no creen que haya que mentirles
a los enfermos, pero algunos opinan que muchos pacientes y familiares entienden
mal las explicaciones médicas de su padecimiento. No comparto esta opinión.
Creo que todos, absolutamente todos, los pacientes y familiares pueden comprender
la explicación de la enfermedad que sufren si el médico que se lo expone conoce
bien la dolencia que padecen y lo hace adecuadamente, adaptándola a cada uno de
ellos. Decía Einstein, “no entiendes realmente algo a menos que seas capaz de
explicárselo a tu abuela”.
El Juramento Hipocrático comienza así:
“Juro por Apolo el Médico y Asclepio y por Higía y Panacea y por todos los
dioses y diosas del Olimpo, poniéndolos por testigos, cumplir este juramento
según mi capacidad y mi conciencia”. Higía y Panacea eran hijas de Asclepio.
Según la leyenda, Hipócrates descendía de uno de los hijos de Asclepio. El
juramento habría sido inspirado por este linaje ilustre de curanderos.
En él se instruye al médico para tratar a
sus maestros como a sus padres, y a transmitir el arte de la medicina.
“Aplicaré mis tratamientos para beneficio de mis enfermos, según mi capacidad y
buen juicio, y me abstendré de hacerles daño o injusticia”. Es decir, los
médicos deben actuar en el mejor interés de sus pacientes. Incluso, cuando
Hipócrates enseñaba a sus alumnos lo que se conocía de la medicina en aquellos
tiempos les decía que se adiestrasen para ayudar a los enfermos y para no
hacerles daño.
“A nadie, aunque me lo pidiera, daré un
veneno ni a nadie sugeriré que lo tome”. Según Daniel Sokol, Littre y Miles, dos
de los principales estudiosos del Juramento, han sugerido que este pasaje alude
a la práctica común de entonces de utilizar a los médicos como expertos
asesinos políticos. Steven Miles observa que “el temor al médico-envenenador
debió ser uno de los impulsos del juramento”. La palabra eutanasia se acuñó un
siglo después de la redacción del juramento hipocrático.
“Nunca proporcionaré a mujer alguna un
pesario abortivo”. El aborto era legal en aquel entonces y el texto solo
menciona los pesarios (una pieza empapada de lana insertada en la vagina para
producir el aborto). Como los pesarios podían inducir a infecciones mortales,
el autor del Juramento puede haber tenido una objeción clínica al método, en
lugar de una objeción moral.
La frase
“viviré y ejerceré siempre mi arte en pureza y santidad” sería un llamamiento a
la integridad profesional. Dice Daniel Sokol, “los médicos deben abstenerse de
comportamiento inmoral y resistir las tentaciones que acompañan a su posición
privilegiada (como las generosas dádivas que ofrecen hoy las compañías
farmacéuticas)”.
“No practicaré
la cirugía en los que sufren de cálculos, antes bien dejaré esa operación a los
que se dedican a ella”. El Juramento no prohíbe la cirugía. Es una forma de
aleccionar a los médicos a reconocer los límites de su competencia y remitir
los casos difíciles a otros profesionales especializados. Este es posiblemente
uno de los problemas más difíciles con el que se enfrenta el médico cada día.
Viene como anillo al dedo una maravillosa frase de Calderón de la Barca en una de sus comedias
Amigo, amante y leal, “pues soberbia
será con tales modos, querer saber tú solo más que todos”. Los mejores médicos
son los que reconocen mejor sus aptitudes, no son vanidosos, y recomiendan a sus
pacientes que consulten a otros médicos más expertos cuando lo consideran
apropiado.
A
continuación, el médico entra en la casa del paciente. “Siempre que entrare en
una casa, lo haré para bien del enfermo. Me abstendré de toda mala acción o
injusticia y, en particular, de tener relaciones eróticas con mujeres o con
hombres, ya sean libres o esclavos”. La necesidad de esa declaración refleja la
desconfianza en los médicos de la época. Ahora las visitas domiciliarias a los
pacientes han disminuido, no hay esclavos y por supuesto a ningún médico se le
pasaría por la cabeza tener relaciones sensuales en el domicilio del enfermo.
La penúltima
sección se refiere a la confidencialidad: “Guardaré el silencio sobre lo que,
en mi consulta o fuera de ella, vea u oiga, que se refiera a la vida de los
hombres y que no deba ser divulgado”. Los pacientes de la antigüedad, como los
de ahora, comparten la información personal con los médicos bajo el supuesto de
que sus datos no se revelan a los demás. Y continúa siendo esencial que los
médicos no divulguemos los testimonios que nos revelan los pacientes cuando les
entrevistamos en las consultas.
Han pasado
muchos siglos, muchas generaciones de médicos, y la medicina ha progresado
mucho, pero el espíritu del Juramento es tan relevante como siempre.
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