Diario para mis nietos (15 de abril de 2020)
“Al lado de la dificultad, está la facilidad”
(Mahoma)
Hoy os escribo por la mañana para contaros
lo que ya conté ayer a vuestros padres, tíos, amigos y conocidos. Ya os había
contado días anteriores mi facilidad y capacidad de innovación para hacer casi
todos los días sabrosísimas ensaladas para la cena. La abuela ha reconocido que
son más ricas que las que hacía ella antes del confinamiento. Ya os explicaré
otro día lo que es esto del confinamiento. A muchos, del confinamiento solo les
preocupa que no pueden salir a tomar el sol y que por eso tienen falta de
vitamina D. Desde hace más de un año todos los médicos solicitan a sus
pacientes y sanos determinación de vitamina D en sangre, y todos la tienen
baja. ¡Si es por tomar poco sol como la tendrá entonces la gente de Suecia,
Finlandia y Noruega! Intuyo, que detrás de la moda de esta analítica en sangre estén las compañías farmacéuticas. Ya os hablaré de esto otro día.
Bueno, a lo que íbamos. Creo que desde que hice
y leí el doctorado hace unos años no había sentido tanta satisfacción personal,
por haber creado algo, como en el día de ayer.
¿Qué fue lo que creé? Patatas a la riojana.
Bueno, mejor dicho, no las creé, las cociné. Unas patatas a la riojana
riquísimas, a pesar de no haber contado con unos ingredientes de primera
calidad. Los chorizos eran unos que llevaban en el frigorífico más de un año,
las patatas no eran de las mejores y los ajos tampoco. Os voy a decir la receta
porque les vendrá bien, si leen este escrito, a vuestros padres y madres, y también
a vosotros cuando seáis mayores (Jaime, el mundo ha cambiado y tendrás que
aprender a cocinar por lo de la igualdad. Ahora resulta que somos todos iguales,
hombres y mujeres).
Una cebolla (dos si cocináis para cuatro) que
cortáis en trocitos pequeños, peláis las patatas que estiméis y las cortáis en
trozos grandes irregulares (se inicia con el cuchillo el corte y se termina
desguazando con los dedos), cortáis también tres o cuatro dientes de ajo en
trocitos muy pequeños, chorizos de Coren de buena calidad (el número depende del
número de comensales y el estado de su estómago) cortados en trozos gruesos, y
al lado pimentón de La Vera y sal.
Ponéis aceite de oliva en la olla y cuando
esté como tiene que estar añadís la cebolla para hacer un sofrito. Cuando está
a punto, con la cebolla transparente, añadís los trozos de chorizo y removéis
todo hasta que el chorizo suelte toda la grasa y el pimentón, y aparezca ese
color castaño-rojizo y el olor característico de los chorizos. Después añadís
las patatas y echáis agua hasta cubrirlas ligeramente. Movéis y removéis las
patatas con el chorizo y dejáis cocer hasta que hierva. Se echa la sal, poca, porque
los chorizos ya tienen sal, y se baja la intensidad del fuego. Cuando las
patatas ya están blandas hacéis un sofrito de ajo. Cuando esté el sofrito de
ajo, retiráis la sartén del fuego y le añadís un poco de pimentón normal y
picante de La Vera y lo echáis en la olla. Muchos cocineros no hacen el sofrito
de ajo con pimentón (tampoco vuestra bisabuela y abuela), pero a mí siempre me ha gustado hacérselo porque le añade el sabor del ajo que le viene muy bien. Poco pimentón, porque
los chorizos ya lo tienen y lo han soltado.
Comenzamos a comer este plato de mi
creación y vuestra abuela Gloria reconoció que nunca había comido unas patatas
a la riojana tan ricas. Dijo también que lo había logrado a pesar de haber
contado con ingredientes de escasa calidad.
En ese momento me acordé del cocinero del hotel Lisboa de Ponferrada, que conocí cuando estuve allí un año trabajando de
médico y comiendo en el restaurante del hotel. Unos años después de irme vi en
un periódico nacional que era uno de los mejores cocineros de nuestro país. Y
pensé, los buenos cocineros no nos hacemos, sino que ya nacemos siéndolo.
Ojalá los tres heredéis la facilidad para
cocinar de vuestro bisabuelo de Quilmas y de su hijo. Porque será imposible que lleguéis a hacerlo como vuestra abuela de Zamora. Era una artista. Si el periodista que conoció al cocinero del hotel Lisboa de Ponferrada la hubiera conocido a ella y viera como cocinaba, diría que era la mejor.
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