25-26 de marzo






“Un padre es un tesoro, un hermano es un consuelo: un amigo es ambos” (Benjamin Franklin)








Estos días escribía solo a mis nietos. Pero las cosas han cambiado. Este bichito microscópico importado de China está acabando con muchos españoles. No sé si es mejor o peor oír las terribles noticias de todos los días con números de infectados y de muertos.
    No sé si es una peste o una plaga, significan lo mismo. El presidente de los Estados Unidos de América, cuando habla del coronavirus, dice el virus chino. Nunca tuve interés en viajar a China, ni he entrado en mi vida en un restaurante chino. Cuando he entrado en alguna tienda china en Orense muy pocas veceshe salido descontento, ya hubiera comprado algo o no. Me parecen muy desconfiados, están vigilantes como si temieran que les vayas a robar algún producto de las estanterías. Cuando vas a pagar, parece como si fueran ellos los compradores en vez de los vendedores. Un amigo me decía hace poco que no quería morirse sin volver a China de nuevo, a pesar de que había viajado allí recientemente. Le dije que podía incluso hacerlo dos veces, le dejaba la mía.
    Estos días les había dicho a mis nietos que estaba algo preocupado y que pronto les diría la razón. El motivo de mi preocupación era porque había atendido a un compañero médico que después se confirmó que padecía neumonía bilateral por coronavirus y, aunque había tomado precauciones, esperaba que pasaran las dos semanas. Hice durante este tiempo una vida de (bastante) aislamiento en casa por si me había contagiado, aunque sabía que por las precauciones que había tomado era casi imposible, para no infectar a mi mujer. Ahora, después de dieciséis días sin síntoma alguno, sé que no me he infectado. Pero debemos seguir toda la familia con mucho cuidado, sobre todo cuando tengamos que salir a hacer la compra. Porque este jodido bichito es muy contagioso… Y ojo con llevarse las manos a la cara. Tenemos que salir con guantes y mascarilla, y seguir las normas que recomiendan en la Organización Mundial de Salud.
    No me perdonarían mis hijos haber contagiado a su madre. Pero no podía desatender a un compañero que quería consultarse. Estoy muy orgulloso de vosotros. Y me encanta que adoréis a vuestra madre. Me parece normal que los buenos hijos quieran más a sus madres que a sus padres. También creo que las madres quieren más a los hijos que los padres. Ya sé que esto que no se puede medir y que no será así en todos los casos. Pero esos nueve meses en el vientre marcan mucho. Los médicos vemos que una causa de depresión eterna en las madres, que perdura para siempre, es la muerte de un hijo.
    Desde pequeño, le oía decir a mi madre cada poco a mi padre que daría la vida de veinte como él antes que la mía. Mi padre se reía y creo que le gustaba que ella pensara así. A mí también me gusta que mi mujer dé a veinte o treinta como yo antes que a cualquiera de sus tres hijos. No hay cariño tan enorme y desinteresado como el que se tiene a los hijos. Dos de vosotros ahora ya lo sabéis.
   Ayer mi alegría se trocó en tristeza. Uno de los pocos amigos que tengo será intervenido el próximo lunes. A mi mujer y a mi no se nos va de la cabeza. Soy católico no practicante, pero estos días rezaré para que todo vaya bien y volver a disfrutar de las partidas de parchís en los fines de semana, tomando un vino escogido por él porque es un gran entendido. ¡Ánimo, amigo! Todo saldrá bien. Dios lo quiera.    

Postdata: Añado que he visto a través Webinar del Colegio Colegio Americano de Tórax (Chest) una conferencia de un médico chino y otro de Shangai, como se organizaron para prevenir la epidemia de COVID-19 y tratar a los enfermos y he quedado impresionado. 

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