Mi viaje a Honolulu (y IV)
"Viajar enseña tolerancia"
(Benjamin Disraeli)
Hace media hora que he dejado Hanauma Bay. La carretera es sinuosa y con
muchas curvas. En una pequeña recta, bajando, anuncian Halona Blowhole &
Cove. Aquí, el agua surge a través de un túnel sumergido en la roca y sale a
chorros a través de un boquete en el saliente de la misma. La salida está
precedida por un ruido, creado por el aire expulsado por el torrente de agua.
Esta acción depende las condiciones del agua, algunas veces es apenas
discernible, mientras otras es sensacional. Se debe pasar por alto la
tentación, ignorando los signos de alarma, de caminar hacia abajo hasta el
respiradero, como lo han hecho algunas personas que fueron fatalmente barridas
de la ladera por las olas gigantes. Abajo a la derecha está Halona Cove, la
playa donde se filmó la vaporosa escena de amor entre Deborah Kerr y Burt
Lancaster en la película De aquí a la
eternidad, y por eso también llamada Eternity Beach. No hay vigilante, y cuando hay olas altas la
playa recibe el apodo de Pounders (Cañones). En esta playa recomiendan que
nunca se dé la espalda al mar. Algunas personas bajan por un terreno escarpado
hasta la playa para hacer mejores fotos. Hay algunos bañistas y arriba muchos
turistas haciendo fotos de la playa y del suelo donde en un mapa de la isla se
señala el lugar donde estamos, y una estrella de cuatro puntas indica los
puntos cardinales. De un autobús descienden muchos japoneses o chinos que no
paran de hacer fotos a la afamada playa.
Sigo conduciendo lentamente por la
autopista y me maravillo con los paisajes a derecha e izquierda de la
carretera. A la derecha el mar y las playas y a la izquierda empiezo a ver las
famosas montañas volcánicas con hendiduras triangulares verticales y mucha
vegetación.
Muy cerca, siguiendo por la costa este
hacia el norte, está Kualoa Ranch. Compro un ticket para ver en autobús donde
se rodaron escenas de producciones como Lost,
Parque Jurásico o Pearl Harbor. Por las vistas maravillosas,
el viaje ha merecido la pena. En el suelo veo y hago fotos de las huellas de
los dinosaurios de Parque Jurásico.
A la vuelta para Honolulu, muy cerca de
Kualoa Ranch, me detengo en una granja tropical donde como gratuitamente nueces
de macadamia, originales de Australia, extrayéndolas de su caparazón con un
pequeño mazo de madera, y las compro después.
Antes de irme al hotel visito la selva
tropical de Manoa Walley, el cinturón verde de Honolulu. Aparco el coche en un
parking privado, al aire libre, no en muy buenas condiciones y rodeado de una
arboleda impresionante, donde se oyen cantos de gallos. La visita se puede
hacer guiada por 10 dólares, pero decido ahorrármelos e ir solo por esta
arboleda de enormes especies naturales preciosas, agrupadas en estado
seminatural, de 200 acres
(un
acre es el área de un cuadrado de 63,6149 metros de lado), que fue fundada en 1918 y gestionada por la Universidad de Hawai. Después de recorrer 200
metros andando por una carretera en regulares
condiciones, tengo que hacerlo a través de un camino descuidado, con gran
humedad del suelo, entre la arboleda, a través de pedruscos enormes que me
recordaban la subida al Monte Pindo, pero con barrotes circulares de madera
horizontales, resbaladizos, por el barro mojado que acumulan. El trayecto hacia
arriba es impresionante por los asombrosos y variados grupos de árboles
tropicales, y termina en unas lindas cataratas totalmente verticales de unos 35 metros , por donde cae
el agua cristalina en una pequeña piscina, en la que no es aconsejable bañarse
por posible caída de rocas y leptospirosis. Con mucho cuidado, después de hacer
muchísimas fotos, regreso al aparcamiento y conduzco mi Chevrolet de alquiler hasta
el Rainbow Drive-In, un restaurante cutre en Kanaina Avenue, donde Obama come
alguna vez cuando visita Honolulu y donde se puede pedir el menú sin bajarse
del coche, aunque yo ceno sentado loco
moco, un
plato típico de la cocina de Hawai, arroz blanco
cubierto con una hamburguesa,
un huevo frito, y salsa marrón tipo gravy.
El viernes 28 de octubre me levanto
temprano, tomo fruta y un café en el Starbucks del hotel y cojo el coche para
conducir, esta vez por el oeste, en dirección norte. Llego a Pearl Harbor,
donde los japoneses llevaron a cabo aquel ataque relámpago por sorpresa el 7 de
diciembre de 1941, pero decido no entrar para hacer una visita guiada de una
hora y cuarto, que incluye una película de 22 minutos de duración. Pearl Harbor
es visitada por 4500 turistas al día en verano, y por la tarde es necesario
hacer colas de hasta dos horas para realizar la visita guiada.
Sigo hacia el norte y me detengo para ver
unas playas preciosas, Waimea Bay y Banzai Pipeline. En esta última, de olas
enormes, hay muchos surfistas practicando, alguno con entrenador en la arena,
corrigiendo sus errores. Continúo hasta Kawela (Turtle) Bay, la playa de las
tortugas, a la que se accede después de pasar un campo de golf y un hotel con
unas vistas perfectas. Hago snorkel con unas gafas que he alquilado en el hotel
y me maravillo al ver una gran cantidad de tortugas de diferentes tamaños. Un
camarero del hotel situado en la misma playa me dice que la mejor hora para
verlas en gran número es por la mañana, temprano. Al marchar, veo hombres y
mujeres alineados en los márgenes de la carretera protestando contra este
centro turístico que les ha quitado las tierras para cultivo.
Ya es hora de comer. Me detengo en
Giovanni´s, un viejo camión cubierto con graffiti, situado al lado de la
carretera. Dentro, tres hombres y una mujer cocinan y sirven unas riquísimas
gambas. El trato al cliente es encantador. Me recuerda la famosa pescadería
Pike Place Fish, de Seattle, en la que se basó Fish, el libro de management tan exitoso. Me tomo unas gambas con
salsa muy picante, riquísimas, y un perrito. Mientras como sentado en una gran
mesa con otros comensales desconocidos cuento treinta nuevos clientes en menos
de media hora, que esperan de pie mientras llega su turno para que le entreguen
en mano el menú ordenado previamente. Al lado hay otro pequeño viejo coche en
el que sirven batidos y helados, y hay también puestos de venta de figuras de
madera típicas de Hawai, collares, pulseras y vestidos hawaianos. Al terminar
me lavo las manos en un lavabo, al lado del comedor cubierto, que debe verse,
lo mismo que el baño, un poco más alejado, porque son indescriptibles.
El famoso Giovanni´s, destacado en la guía
turística, ha merecido la pena. Sigo conduciendo y hay muchos otros camiones
destartalados a los lados de la carretera, donde también sirven comidas, pero
sin clientes. Paro el coche en el área de recreo de Malaekahana State, con una
playa paradisíaca y árboles bañados por el agua, como las que se ven en las
postales de Hawai y del Caribe. Allí hay gente descansando y una guapa hawaiana
hace footing. Una pareja regresa desde la isla Goat cruzando el mar a pie
porque la marea está baja.
El sábado 29, último día, lo aprovecho para
ir de tiendas por Waikiki y cenar en Hard Rock Cafe. En Waikiki hago muchas
fotos de la estatua del surfero Duke Kahanamoku, quien hizo su casa en Waikiki
y dio demostraciones de surf por todo el mundo, desde Sidney a Nueva York.
Antes de ir a cenar tomo un mai tai,
el cóctel típico de allí, en el precioso hotel Moana Surfrider, construido en
1901 y cuyos huéspedes anteriormente eran aristócratas, príncipes, y estrellas
del cine de Hollywood.
Salgo a las 7 horas de la mañana de
Honolulu. En el aeropuerto de Los Ángeles tomo una de las hamburguesas más
ricas que he comido nunca, otra vez en el bar Chili´s Too. En el control de entrada de pasajeros del
aeropuerto de Madrid, dos policías en la ventanilla comentan el partido de
fútbol del día anterior y casi no miran los pasaportes.
El presidente Obama creció en Makiki
Heigts, en Honolulu, y ha dicho que Hawai es el espíritu de la tolerancia. En
1999 escribió, “cuando finaliza un duro día de encuentros y negociaciones dejo
que mi mente regrese a Manoa Falls”. Michelle, su mujer, cuando le preguntaron
quién es Barack Obama, respondió: “No puedes entender realmente a Barack hasta
que entiendes Hawai”.
(Publicado en "La Región", en 2012)
www.clinicajoaquinlamela.com
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