Desgracia, deudas y amargura
“Una vez
llegada la desgracia, de nada sirve quejarse” (Esopo)
Fernando Sarráis, psiquiatra de la Clínica de la Universidad de Navarra,
publicó un libro que pienso leer muy pronto, Análisis psicológico del hombre, porque en una entrevista en Diario Médico decía algunas cosas muy
interesantes, o que al menos a mí me lo parecen desde hace mucho tiempo. Él
piensa que una persona que ha sufrido mucho y está amargada no es muy
admirable, al contrario que una que sufre y lo lleva bien, y se fortalece por
dentro. Y que ante una situación de crisis, tener una actitud de lucha, de reto
personal por defender la paz y la alegría interior es un buen escudo defensivo.
Clara Simón, quien hace la entrevista, le pregunta si para ser feliz es
necesario saber quién es uno y le responde que para ser feliz, y no solo
sentirse bien o no sentirse mal, es necesario ser libres y buenos. Termina
diciendo que son los líderes de la sociedad los que tienen la misión de crear
una conciencia colectiva que fomente la tolerancia a la desgracia.
En nuestra ciudad, en nuestro país, es fácil escuchar todos los días a
muchas personas lamentarse de la situación económica actual. Siempre me ha
parecido que no siempre las que más se quejan son las que más razón tienen ni
las que más trabajan. Incluso hasta me atrevería a decir que suele ser al contrario.
Las que más trabajan son habitualmente las que menos se quejan. Decía muy bien
Thomas Carlyle, historiador, pensador y ensayista inglés, “nunca debe el hombre lamentarse de los tiempos en que vive, pues
esto no le servirá de nada. En cambio, en su poder está siempre mejorarlos.”
También sucede algo similar con los
enfermos. No siempre los que más se quejan son los que más sufren, los que peor
están. Y quejarse, aumenta más el sufrimiento. Aunque es posible que tuviese
razón Shakespeare, al menos por lo bien que lo decía, “dad la palabra al dolor:
el dolor que no habla gime en el corazón hasta que lo rompe".
Creo que es hora de
trabajar duramente los que podemos, y de buscar trabajo con ahínco los que no
lo tienen. Hace pocos días Salvador Sostres, periodista, escribía que en España
continúa habiendo más trabajo que ganas de trabajar. También hace poco, Juan
Roig, fundador de Mercadona, decía que teníamos que trabajar más y tomar de
ejemplo a los chinos. Fue muy criticado por algunos periodistas. Le contestaron
si deseaba que volviéramos al tiempo de los esclavos.
La solución para la
crisis económica actual es trabajar más. Nadie lo supo decir antes ni ahora
mejor que André Maurois, “cuando el horizonte es negro, y la tempestad amenaza,
el trabajo es el único remedio contra el mal que nos acecha”. Por que nuestro
destino será el que todos nos labremos, como decía Albert Einstein. Nos viene muy bien, en estos tiempos de dificultad económica,
recordar a Cervantes para animarnos: “¡Cómo sabe el cielo sacar de las mayores
adversidades nuestros mayores provechos!”.
Es mejor acostarse sin
cenar que levantarse con deudas” (Benjamin Franklin)
Todos
los días escuchamos a unos políticos defender la austeridad y el ahorro, y a
otros defender la expansión económica y el aumento del gasto público. Los
primeros se diferencian poco de los segundos, en la alegría con que derrochan
el dinero de los demás. Para llevar a cabo la segunda propuesta necesitamos
endeudarnos más, con el peligro de acabar en bancarrota, como les sucedió a otros
países de la Unión
Europea y aún nos podrá acontecer a nosotros. Pero también
debemos ser más responsables nosotros, los ciudadanos, contribuyendo a
disminuir el gasto público innecesario.
Recuerdo haber leído que
don Ramón Areces, fundador de los centros comerciales El Corte Inglés, decía
que solo se fundarían nuevos centros comerciales de la marca cuando se hubiera ahorrado
lo suficiente para crearlos, sin endeudarse. No hace falta más que ver como le fue
y le va a esta modélica empresa española que dirige ahora su sobrino.
Por el contrario, vemos
todos los días lo que ha sucedido en nuestro país con las hipotecas. Mucha gente
se ha endeudado para comprar casa y muchos ya han sido desahuciados por no
poder pagar las cantidades mensuales comprometidas.
Estoy muy de acuerdo con
lo que dice Benjamin Franklin más arriba. Y además vale la pena citar de nuevo
a Thomas Carlyle para recordar lo que tan bien señaló, “sólo hay dos medios de
pagar las deudas: por el trabajo y por el ahorro”. En fin, que las deudas son
como cualquier otra trampa en la que se es muy fácil caer, pero de la que es
dificilísimo salir, como muy bien dijo el escritor irlandés George Bernard
Shaw.
“Lo que envejece más es la amargura”
(Christina Rosenvinge)
A la amargura, también aflicción o disgusto, nos pueden llevar las
desgracias y las deudas. Es difícil que las personas con desgracias o deudas no
se amarguen y le pongan buena cara al mal tiempo. Pero cuanto más amargados se
sientan, más lo estarán.
Recuerdo que en mi
primer viaje a Estados Unidos, hace muchos años, lo que más llamó mi atención
fue como las personas sonreían cuando les miraba al cruzarme con ellas en el
pasillo del hotel, en la calle, en las tiendas o en cualquier otro sitio.
Tal vez exagere cuando
hablo de este país, porque me encantan sus ciudades y la alegría y sencillez de
sus gentes, pero no me diga que lo que acabo de referir no es más agradable que
ver la cara de amargados que mostramos la mayor parte de los españoles a
diario. Es verdad que ya hemos aprendido algo de ellos. Ya te encuentras con gente
conocida por la calle que te sonríe al saludarte y te desea un buen día, y
cuando entras en una tienda, el o la dependiente, ya preguntan si pueden ayudarte
en algo.
Estoy totalmente de acuerdo con lo que dice
esta cantante española de padres daneses. ¡No mostremos nuestra amargura a los
demás! Nos envejece a todos.
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