Con tantos años de práctica de la medicina...
“No es la mejor manera de tratar a
los enfermos que un médico ignorante acumule remedios sobre remedios” (Erasmo
de Rotterdam)
... afirmo, aún a riesgo de equivocarme en algunos o muchos de estos juicios:
Que
en la medicina es más lo que desconocemos que lo que sabemos.
Que
la buena salud no guarda relación con el número de visitas preventivas al
médico, con la realización de análisis de sangre u otras exploraciones adicionales,
ni con tomar medicamentos, sino con llevar una vida saludable: no fumar, no tomar
bebidas alcohólicas, trabajar, comer poco y caminar mucho. Aunque sin necesidad
de obsesionarse. Josh Billings decía que hay mucha gente que gasta
tanto tiempo cuidando su salud que no tiene tiempo de disfrutarla.
Que la voluntad
–una fuerza más poderosa que la bomba atómica, según indicaba Albert
Einstein- es lo más importante para una vida saludable, y también para dejar de consumir sustancias adictivas como la nicotina, el alcohol o la comida.
Que
lo esencial del acto médico es diagnosticar correctamente al paciente. Sin un
diagnóstico correcto no se puede hacer un tratamiento adecuado. Escribía J. A.
Ryle, “las tres tareas principales del médico son el diagnóstico, pronóstico y
tratamiento. De estas, el diagnóstico es con mucho la más importante ya que de
esta depende el éxito de las otras dos”.
Que la historia clínica o entrevista y la exploración del paciente son
lo fundamental de la actuación médica para alcanzar un diagnóstico correcto de
la enfermedad; aún hoy, son más importantes que todas las demás exploraciones
complementarias juntas. Y esta gran verdad de la medicina ya la expresaba
William Osler, excelente médico canadiense, hace dos siglos: “Si escuchas al
paciente el te está diciendo el diagnóstico de su enfermedad”. ¡El médico tiene
que escuchar al paciente el tiempo que sea preciso!
Que los pacientes deberían poder elegir médico.
Que la mayor parte de los enfermos no están suficientemente enterados de
su enfermedad, aunque también es verdad que algunos no desean que se les
informe completamente, sobre todo en relación con el pronóstico si este no es
bueno.
Que
los pacientes deberían preguntar más a los médicos sobre el diagnóstico de su
enfermedad y el por qué del tratamiento que le recomienda.
Que
a los enfermos no se les informa adecuadamente de los efectos secundarios de
los medicamentos que se le prescriben.
Que los pacientes son los únicos
dueños de su salud y de su enfermedad, y que las decisiones en cuanto a las
pruebas diagnósticas y tratamiento deben acordarse con ellos.
Que los buenos enfermos son aquellos que
siguen igual de bien las recomendaciones generales del médico que el
tratamiento con medicamentos.
Que unas palabras compasivas del médico, pueden ser a veces más importantes que los medicamentos para el paciente.
Que la profesionalidad y amabilidad del médico con el enfermo y sus
familiares son fundamentales. ¡Cuántas veces habré sido arisco, desafortunadamente!
Que
hay buenos, regulares y malos médicos lo mismo que hay buenos, regulares y
malos enfermos. Para pertenecer al grupo de los buenos médicos hay que estar
entusiasmado con la profesión, amarla, ser buena persona, inteligente,
trabajador, y tener mucho sentido común, conocimiento y experiencia. Ya decía Guy de
Chauliac, "que es menester en cualquier médico, primero hacer ciencia, después
uso y experiencia".
Que los médicos deben ser predicadores de la salud del
cuerpo y del alma.
Que
a semejanza
de lo que sucede en la política, también en la medicina existen médicos
populistas, que tienen pacientes cautivos durante tiempo.
Que
en los últimos años el trato y la atención personal al paciente han mejorado
poco en el sistema sanitario público.
Que
los buenos profesionales de enfermería son esenciales en el quehacer diario del
médico con los pacientes hospitalizados.
Que es un anacronismo que se selecciones y contrate a los profesionales sanitarios en
el siglo XXI en el sistema público de salud como se está haciendo. Y que no se les pueda despedir cuando ya tienen una plaza en propiedad.
Que una empresa de servicios sanitarios no funcionará nunca como Dios
manda si la elección de cargos directivos se hace como actualmente, si los contratos
de los trabajadores son de por vida, y si los buenos profesionales son remunerados
igual que los malos.
Que
la relación inapropiada existente entre una gran parte de los médicos y las compañías farmacéuticas
no es buena para los médicos ni para los pacientes.
Que el trato estrecho, casi de camaradería, entre los médicos y los
delegados de las compañías farmacéuticas influye en el número de prescripciones.
Que el médico, o la empresa donde este trabaje, deberían hacerse cargo
de su formación continuada; nunca la industria farmacéutica.
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