Qué hacemos los médicos
“Los doctores son hombres que prescriben
medicinas que conocen poco, para curar enfermedades que conocen menos, en seres de
humanos de los que no saben nada” (Voltaire)
Un ex-compañero no médico de trabajo del
hospital, muy querido y respetado -siempre dije y sigo diciendo que respeto más
a un buen celador que a un mal médico- me pidió que escribiese sobre lo que
hacemos los médicos, ya que a él le había impresionado esta frase que había
leído en el libro “Vengo sin cita: Historias inconfesables de un médico de
familia”, escrito por los doctores Fernando Fabiani y Laura Santolaya. La frase
que me envió es esta: “los médicos no salvamos
vidas. Solo cambiamos la causa de la muerte y, en el mejor de los casos, la
retrasamos”.
Voltaire dijo que los médicos entretienen
al enfermo mientras la naturaleza cura la enfermedad. En los días de epidemia
de gripe hay médicos que le recomiendan al paciente con esta infección más de
un medicamento: por ejemplo, un antibiótico, un inhalador con broncodilatador y
corticoide asociado, un antitusígeno, un expectorante, etcétera, y ninguno cura
ni mejora la gripe. La gripe, si no se complica, se cura sola. Solo estaría
indicado un antipirético para la fiebre elevada. En estas situaciones, si el médico
se dedica a recomendar medicamentos que no están indicados, está entreteniendo
al enfermo, y, a veces, no solo entreteniéndole sino causándole efectos adversos
que incluso pueden ser serios. Últimamente, me preocupan mucho las
prescripciones de fármacos que se hacen a los niños pequeños con resfriados y
bronquitis agudas, cuando, como en le gripe, no deberían emplearse más fármacos
que los sintomáticos, los antipiréticos para la fiebre, ya que se curan solos,
con el paso de los días; no hay fármacos que curen estas infecciones víricas.
Y como mi apreciado excompañero me lo pidió,
analizaré la frase. Y ya (le) digo que estoy en desacuerdo con lo que se dice
en ella, casi más en desacuerdo que con la frase de Voltaire que introduce el
escrito.
Los médicos, con la ayuda de los
medicamentos, y los cirujanos, mediante las intervenciones quirúrgicas, curamos
enfermedades que sin nuestra mediación podrían causarles la muerte a los
pacientes, y por tanto que continúen viviendo hasta que se mueran, claro.
Si solo cambiáramos la causa de la muerte
sin retrasarla, entonces tal vez no sería importante nuestra ayuda, pero,
¿acaso no lo es retrasar la muerte? Les pregunto cada vez más a los pacientes
si son creyentes, si creen en Dios y en el cielo. A los que me dicen que sí,
les digo que entonces no hay problema en morirse antes o después, porque allí
se volverán jóvenes, no padecerán enfermedades, y no se morirán nunca. ¡Incluso
a los más creyentes -suelen ser mujeres-, no les da igual irse al cielo antes
que después; prefieren irse todo lo después que se pueda!
No me gusta lo de salvar vidas. Es verdad
que lo que más satisface al médico -al menos a mí- es el encuentro con un
enfermo que ha tratado hace mucho tiempo, que le dice que le ha salvado la vida.
Debería decir, me ha curado una enfermedad que padecía. Curar y salvar no son
sinónimos, los médicos no protegemos, no aseguramos la vida, solo curamos las
enfermedades. Sí debemos enseñar, si no lo hacemos, a cada uno de los pacientes
que consultamos, lo que deben hacer para disfrutar de mejor salud, para
prevenir las enfermedades. Esto tal vez debería ser nuestra función más
importante. Así, como los sacerdotes predican para salvar el alma, nosotros no
podemos predicar para salvar la vida, pero sí para prevenir la enfermedad. Ya
dijo el antropólogo italiano Paolo Mantegazza qué de cien enfermedades,
cincuenta las produce la culpa y cuarenta la ignorancia.
¿Cambiamos la causa de la muerte? En
algunos casos sí y en otros no. Hay enfermedades que no se curan con los
medicamentos, solo se consigue con ellos que vivan mejor –que tengan mejor
calidad de vida, como se dice ahora- y a veces, por los efectos adversos de los
medicamentos, pueden causarle otras enfermedades que hacen cambiar la causa de
la muerte.
Vuelvo a decir una vez más que los
médicos podemos cometer errores. Estos son menos frecuentes en los buenos
médicos. Y no me preocupa afirmar, aunque a algunos compañeros no les guste,
que unos médicos y cirujanos curan más y mejor que otros. No se puede generalizar
al hablar de los médicos, como tampoco se generaliza al hablar de otros profesionales, ya que
unos son mejores que otros, y por lo tanto tratan mejor y curan más.
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