De médicos y pacientes (II)






“No es la mejor manera de tratar a los enfermos que un médico ignorante acumule remedios sobre remedios” (Erasmo de Rotterdam)






    Manuel no volvió a la consulta con aquel médico tan antipático y sabelotodo, que fumaba en la consulta mientras le recomendaba a él que dejase de fumar. Y recordó una frase de Albert Einstein que había leído en un libro de la escuela cuando era pequeño, “dar ejemplo no es la mejor forma de influir en los demás, es la única forma”.   
    Desde los 46 hasta ahora había sido visto por muchos médicos y todos le decían lo mismo, que dejase de fumar, y él nunca les había hecho caso. Manuel sabía que el tabaco era la causa de que la tos y la dificultad para respirar hubiesen empeorado con el paso de los años. Había tomado innumerables medicamentos, primero pastillas y esprays, y en los últimos años solo esprays. Pero él pronto dejaba los tratamientos porque no le mejoraban, a pesar de que los médicos después le recriminaban por haberlos suspendido. Manuel a veces les interpelaba si ellos continuarían tomándolos sin notar beneficio alguno. Estas preguntas a los médicos no le gustaban. Alguno le llegó a responder malhumorado que allí, en la consulta, el que hacía preguntas era él. Otras veces los engañaba diciéndoles que cumplía el tratamiento que le habían prescrito y ellos no se daban cuenta que les había mentido, incluso le decían que ahora sí lo encontraban mejor, desde que hacía lo que le habían indicado.
    Manuel siempre se preguntaba por qué le recomendaban tantos medicamentos que no mejoraban sus síntomas; al contrario, algunos esprays incluso le ponían más nervioso y le producían temblores en las manos, y otros que le habían recomendado últimamente, con los que había que enjuagar la boca con agua después de hacer las inhalaciones, le habían estropeado los dientes y creía que habían sido los causantes de unas manchas rojo-violáceas que le habían salido en los brazos y del aumento de peso.
    Un día, en una de tantas consultas en la que el médico le había prescrito un nuevo espray que “acababa de salir del horno”, en palabras de médico, Manuel se atrevió a comentarle que esto mismo se lo habían dicho cada vez que le recomendaban un nuevo medicamento y, si los de antes eran “tan buenos”, por qué se los cambiaban. El doctor le contestó que los tratamientos eran cada vez mejores.
    Manuel no estaba de acuerdo porque no había notado más alivio de la dificultad respiratoria con ninguna de las nuevas medicinas “salidas del horno”, que le habían recomendado en los últimos años. Bueno, tal vez los primeros días que comenzaba a utilizar un nuevo espray, o mejor dicho un nombre nuevo porque a veces él comprobaba que la composición era la misma que la de otros anteriores, parecía que le hacía bien, pero pasados los primeros días se encontraba como antes y esto lo achacaba al efecto placebo que él conocía, porque se lo había explicado hace muchos años un buen médico neumólogo que se “paraba” mucho con él cada vez que acudía a consulta.
    Manuel leía el periódico todos los días en el bar cuando iba a tomar una cerveza y a fumar un pitillo. Un día del año 2004 leyó en el diario que las autoridades sanitarias investigarían a las compañías farmacéuticas por las invitaciones que hacían a los médicos para asistir a reuniones de fin de semana en hoteles de lujo, a veces en lugares paradisíacos, con la apariencia de conferencias para la formación continuada, pero que en realidad se trataba de campañas de marketing de las empresas para aumentar las ventas de los nuevos medicamentos, porque estaba demostrado que después de estas reuniones aumentaban las prescripciones por parte de los médicos asistentes de las medicinas de la compañía que había organizado la “reunión científica”. No entendía como la formación continuada de los médicos no la realizaba la empresa donde trabajaban, y pensó si alguno de los medicamentos “recién salidos del horno” no se lo habrían recetado después de haber venido de una de esas conferencias. Ahora recordaba que en algún caso había visto al médico en pleno invierno con un bello color moreno en su cara, como si acabara de tomar el sol en la playa. Y recordó aquel dicho castellano, “no muerdas la mano que te da de comer”, o placer, pensó Manuel.
    Manuel entra al Centro de Salud en este frío día de enero. Antes de sentarse a esperar que le llamen para entrar en la consulta del médico tiene que ir al cuarto de baño. En los últimos meses tiene que orinar cada poco y cree que debe ser la próstata la culpable, porque le dijeron que se agrandaba con la edad y hacía que los hombres -Manuel cree que Dios trató mejor a la mujer, a pesar de haberla fabricado con una costilla del hombre- mayores tuviesen que orinar un mayor número de veces de día y de noche. Sale del baño después de orinar y manchar un poco el calzoncillo, porque últimamente siempre que hace pis nunca termina de salir del todo la orina; siempre quedan unas gotitas que manchan su ropa interior y a veces también la de fuera.
    Se queda dormido en la sala de espera. En la hoja de la cita figuraba que sería visto a las 11. Ya dieron las 12 y la enfermera aún no le llamó para entrar a la consulta del especialista. A la 12.15 entra a la consulta. Un médico de unos 60 años, que no había visto antes, se levanta y le da la mano, se presenta, y le dice: “Hola Manuel, por favor, cuénteme como se encuentra. He examinado su historial y los comentarios de otros médicos que le recomendaron dejar de fumar y le prescribieron medicinas para ayudarle a respirar mejor, pero al parecer usted ni dejó de fumar ni toma las medicinas”.
    A Manuel le cae bien aquel médico, que no debe fumar porque tiene la piel de la cara fina, de buen color, pero no morena, como tenía alguno de los anteriores en pleno invierno. Y se atreve a preguntarle: “¿Usted fuma o ha fumado alguna vez?”. El doctor le responde: “Si, he fumado, comencé a hacerlo un poco antes que usted y también de la misma forma, con el papel de estraza y las coles secas de la huerta de mis padres. Ya era médico neumólogo cuando dejé de fumar. Me costó mucho, pero dejar de fumar fue una de las cosas más importantes que hice en mi vida” (continuará…).



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