Los congresos médicos


 
 
 
 
“Es menos desagradable ver mendigar un pobre que un rico. Y un cartelón de propaganda es un rico que mendiga” (Gilbert Keith Chesterton)

 

    Hace poco asistí al Congreso Anual del Colegio Americano de Médicos del Tórax (ACCP, en inglés), celebrado en Montreal, y salí con una grata impresión de la “mejoría” que se ha producido en la relación de esta sociedad médica con las compañías farmacéuticas.

    Aún no hace muchos años, cuando acudíamos a registrarnos, en el lugar de recogida de la documentación nos entregaban, junto con el programa, una bolsa, un bolígrafo y un block de notas que financiaban las compañías farmacéuticas. En la bolsa, adaptada para llevar un ordenador portátil, figuraba inscripto el nombre de la compañía farmacéutica y casi siempre, además, el nombre de al menos uno de sus fármacos. Dentro de la bolsa, había también múltiples hojas publicitarias de medicamentos de las compañías farmacéuticas que financiaban y tenían stands publicitarios en el congreso. Esta vez, en Montreal, solo entregaban el programa y la cartulina identificativa, junto con los tickets para los almuerzos de los tres últimos días del congreso que coincidían con los días que se abrían los stands de las compañías farmacéuticas, por lo que pienso si serían costeados por ellas, aunque con las cuotas de inscripción tan altas que nos cobran a los congresistas bien podían serlo por el propio ACCP.

    Lo que no cambió son las sesiones científicas de las cinco de la madrugada organizadas por las compañías farmacéuticas en los hoteles de lujo cercanos al Palacio de Congresos. Sí uno quiere desayunar fenomenal puede asistir a ellas, sabiendo que las sesiones de formación continuada están “sesgadas”, por supuesto, a favor de la compañía farmacéutica. Estas sesiones, impartidas por médicos bien pagados por las compañías farmacéuticas y habitualmente también con muy buena relación comercial con ellas, tienen solo interés propagandístico de los medicamentos de las compañías farmacéuticas que las organizan.

    Pero el mayor cambio, lo que más me llamó la atención, fue la asistencia de los médicos a la zona donde estaban los stands publicitarios de las compañías farmacéuticas. Antes de las 10 de la mañana, hora de apertura de los mostradores de exhibición de los laboratorios farmacéuticos, otros años había muchísimos médicos esperando para entrar, como cuando llegan las rebajas a los grandes almacenes. Este año, había muchos menos médicos esperando y, además, después de entrar, la mayoría de ellos no iban a los stands sino a la zona donde estaba el café que nos podíamos servir gratuitamente. No sé si esto se debía a que en los stands publicitarios ya no regalaban bolígrafos, rotuladores, bolsas y otras cosas como años anteriores o a un enfriamiento de la relación impropia que existía, y desgraciadamente aún existe, entre los médicos y las compañías farmacéuticas.

    No me cabe duda que esta relación impropia entre los médicos y la industria farmacéutica influye en las prescripciones excesivas e inadecuadas en nuestro país. Si no fuese así, la industria farmacéutica no gastaría tanto dinero en marketing con los médicos. Si lo hace, es porque es mayor el capital que le revierte por ello.

    Ojalá que estos cambios que he notado en el congreso anual del Colegio Americano de Médicos del Tórax (ACCP) lleguen pronto a nuestro país.


P. D.: Mi amigo, también médico neumólogo, pensará que sigo siendo muy inocente. Espero y deseo que esta vez esté equivocado.

 
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