Cartas a mi nieta

Y comenzaste a andar


“Si estás bien del estómago, y no te duele ningún costado y puedes andar con tus pies, ninguna cosa mejor te podrán añadir todas las riquezas de los reyes” (Horacio)



    Era el 29 de noviembre de 2015 por la tarde. En 9 días cumplirías los 15 meses. Estábamos en Porto de Sanabria tu abuela y yo. Nos llamó tu madre para decirnos que habías caminado sola. Nos alegramos muchísimo. Le dijimos que nos enviase un video y en pocos minutos lo recibíamos.

    Tu padre te soltó la mano y te indicó que fueses hacia tu mamá que te estaba grabando. Sin pensarlo dos veces, allá te fuiste, sola, caminando, casi corriendo. Diste unos ocho o diez pasos y te paraste. De pie, quieta, miraste hacia atrás, hacia dónde estaba tu padre -¡todos sabemos cuánto lo quieres!- y comenzaste a aplaudir, feliz. No supe si te aplaudías por la gesta que acababas de hacer o le aplaudías a tu padre por haberte dejado sola. Luego dudaste si volver hacia atrás, donde estaba él. Pero él te indicó que siguieses hacia donde estaba tu madre, que te llamaba para que caminases hacia ella, que seguía grabándote. Miraste al suelo, a tus pies, para asegurarte que ellos podían seguir llevándote, e iniciaste la marcha. Enseguida se oyeron tus grititos de alegría tan característicos, hasta que alcanzaste los brazos de tu madre.

    No sé si tardaste demasiado en caminar sola. ¡Pero que rápido aprendiste! Dos días después tu mamá nos envió otro video. Pareces una viejecita, cuando comienzas a caminar. Me hiciste recordar a tu bisabuela, a la madre de tu abuela materna, cuando comenzó a caminar con dificultad. Sueltas la mano izquierda con la que te apoyas en el sofá del salón de tus padres y pones tus brazos doblados a nivel de la cintura, para poder apoyarte mejor si te caes. ¡Qué lista! Mirando al suelo, comienzas a caminar, despacio, alargando una pierna más que la siguiente, aunque alternas sus desplazamientos, hasta que estás casi adonde te propusiste. Se te oye respirar. Entonces, levantas la cabeza para caminar los últimos pasos y asirte al león de juguete. Has dado quince pasos en total, solita. Apoyas tus manos en el león, haces ese ¡Ahh! y el chillido tan característicos y maravillosos cuando logras algo. Tu madre no se lo cree y casi gritando, y riendo, te dice: “¡Muy bien, muy bien, que ya caminas sola! ¡Qué rica, Dios! ¡Qué rica!”. Has empezado a moverte con el león pero te detienes porque te sorprendes ante aquellas palabras, casi gritos de alegría, de tu madre, porque lo que acabas de hacer a ti te da la impresión que lo llevas haciendo desde hace mucho. Te das la vuelta, giras tu bella cabecita y miras a tu madre. Pero, como ella, tu abuela y bisabuela, eres muy trabajadora y no puedes estar quieta, te vuelves para empujar al león por el pasillo y ya de espaldas levantas tu brazo izquierdo y extiendes la mano como diciendo que no has hecho nada del otro mundo. Tu madre comienza a cantarte ¡Dabadaba…!

    Tu tío padrino, después de ver el video, escribe que te adora. Y le dice a tu madre que vaya a tu lado cuando camines. ¡A ver si se va a caer!, vuelve a decirle a tu madre. Ya te lo he dicho muchas veces: te adoramos toda la familia. Te lo has ganado, patitas. Porque eres maravillosa.

    Valentina, el otro día un amigo me dijo, al ver que te llamaba “patitas”, que así se denominan a las piernas de los animales. Le dije que coloquialmente también se puede decir así para referirnos a las piernas de las personas. Espero que no te enfades porque te siga llamando así. Me gustaba y sigue gustándome llamarte así. Antes, por los rápido que las movías cuando estabas en la cama o en el suelo; ahora, por el salero con que las mueves cuando caminas.

    La semana pasada estaba enfadado contigo por tu comportamiento con aquel niño, Lucas, creo que se llamaba, en el columpio. Ya se me ha pasado. Te sigo queriendo muchísimo. Cada vez más.

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