Odian la inteligencia



“Un hombre inteligente es aquel que sabe ser tan inteligente como para contratar gente más inteligente que él” (John Fitzgerald Kennedy)

"La tontería se coloca siempre en primera fila para ser vista; la inteligencia detrás para ver" (Isabel de Rumania)


 



    No sé si solo fue Unamuno o también Mariano José Larra quienes dijeron de los españoles algo parecido a lo que da título a este escrito. Ya sé que no lo pensaban de todos los españoles porque ellos lo eran y no odiaban la inteligencia. Y ahora, pasados bastantes años, creo que estamos igual o peor.
    Les hablé aquí en más de una ocasión de un joven médico patólogo del hospital donde trabajo, probablemente el mejor profesional médico del hospital en aquel momento, que se fue becado por la Fundación Barrié de La Maza al M. D. Anderson de Houston y nadie se ha vuelto a acordar de él. Le ofrecieron quedarse en este hospital y allí estuvo trabajando como patólogo durante unos años. Ahora está en Miami, dirigiendo el Departamento de Hematopatología del principal hospital de esa ciudad. No he vuelto a oír hablar de él en el hospital.
    Ahora, acaba de irse, con dos años de excedencia, el jefe de servicio de digestivo, otro de los mejores profesionales del hospital, al parecer por diferencias con la dirección o gerencia hospitalaria. A los directivos hospitalarios, que por su valía ocupan puestos inmerecidos, lo que sucede siempre con las designaciones no relacionadas con los méritos o cualidades, les gusta rodearse de jefes de servicio de una valía similar, sumisos, que no les discutan sus decisiones, por lo que los eligen de iguales características a las suyas. A los que no reúnen estas particularidades, tienen méritos y no son sumisos, no les importa perderlos de vista, porque van a ser echados muy poco en falta por el resto de los profesionales sanitarios por lo que decían Unamuno o Larra de nosotros.
    Los altos cargos del Servicio Galego de Saude (SERGAS) nombraron eméritos estos años a médicos jubilados por una duración de siete años, algunos de ellos con méritos solo por haber estado “al lado” de la administración, y dejaron a otros más meritorios sin ese laurel.
    Creo que todo lo anterior se debe a que casi todos los que dirigen la administración, también la del SERGAS, odian la inteligencia, porque, en general, carecen de ella. No todos los españoles odiamos la inteligencia. Solo los españoles estúpidos. Y estos están situados en todos los niveles. Decía Carlo M. Cipolla, en “Las Leyes fundamentales de la estupidez humana”, segunda parte de su maravilloso librito Allegro ma non troppo, que entre los burócratas, generales, políticos y jefes de estados, sin olvidarnos de los prelados, se encuentra el más exquisito porcentaje de individuos fundamentalmente estúpidos, cuya capacidad de hacer daño al prójimo ha sido (o es) peligrosamente potenciada  por la posición de poder que han ocupado (u ocupan). Y seguía: “Las clases y las castas (tanto laicas como eclesiásticas) fueron las instituciones sociales que permitieron un flujo constante de personas estúpidas a puestos de poder en la mayoría de las sociedades preindustriales. En el mundo industrial moderno, las clases y las castas van perdiendo cada vez más su importancia. Pero el lugar de las clases y las castas lo ocupan los partidos políticos, la burocracia y la democracia. En el seno de un sistema democrático, las elecciones generales son un instrumento de gran eficacia para asegurar el mantenimiento estable de la cuota de estúpidos entre los poderosos. Hay que recordar que, según la Segunda Ley, un gran porcentaje de las personas que votan son estúpidas, y las elecciones les brindan una magnífica ocasión de perjudicar a todos los demás, sin obtener beneficio a cambio de su acción. Estas personas cumplen su objetivo, contribuyendo al mantenimiento del nivel de la cuota de estúpidos entre las personas que están en el poder”. Creo que pudo añadir, una Sexta Ley en la segunda parte de su maravillosos librito dedicado a Las Leyes Fundamentales de la Estupidez Humana: Odian la inteligencia.
    Claro que para mi amigo, nada estúpido, muy inteligente, un médico que sí hubiera merecido el laurel de emérito y sin embargo probablemente ya nadie se acuerda de él desde que se fue hace un año del hospital, la inteligencia se relaciona con el bolsillo: cuánto más lleno, más inteligente. Yo no estoy de acuerdo con él, pero no tengo razones, o al menos eso cree él, para convencerle que está equivocado. No obstante, espero que acepte que el número de estúpidos que odian la inteligencia puede ser similar entre los que tienen el bolsillo lleno que entre los que lo tienen vacío o menos lleno.
    Tal vez todo lo anterior no venga a cuento, porque Noel Clarasó tenía bastante razón cuando escribió esto: “el reparto más equitativo que existe es el de la inteligencia: todo el mundo cree tener suficiente”.

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