¿La mejor sanidad pública de dónde?
“Quien no quiere pensar es un fanático; quien no
puede pensar es un idiota; quien no osa pensar es un esclavo” (Francis Bacon)
Ya conté en otro de estos artículos, mi
terquedad absurda cuando discutía con quien fuese, hasta los veintitantos años,
que el lugar más bonito del el mundo era El Pindo, el pueblo o aldea donde
nací, situado en el ayuntamiento de Carnota, provincia de La Coruña. Después,
cuando salí de mi terruño, comprobé mi necedad.
Pues esto mismo, creo, es lo que sucede con
los que defienden que la sanidad pública española es una de las mejores, o la
mejor, del mundo. Bueno, no todos lo hacen por ignorancia como yo lo hacía. Algunos,
los políticos y otras autoridades, lo dicen como propaganda sabiendo que no es
verdad; no hace falta más que ver lo poco que la frecuentan ellos cuando se
ponen enfermos. Otros, lo dicen sin conocer la sanidad pública de otros países.
España se clasificó en la posición 18 en el
Índice de Consumidores de la Sanidad Europea (EHCI, por sus siglas en inglés)
del año 2013, al conseguir 663 puntos sobre un máximo de 1000, una mejora en
comparación con el puesto 24 de 2012 (con 603 puntos). Los Países Bajos siguen
a la cabeza, obteniendo 870 puntos sobre el máximo de 1000. A los Países Bajos
les siguen Suiza, Islandia, Dinamarca y Noruega.
Los que conocemos cómo funciona la sanidad pública
en España tenemos razones de sobra para no poder defenderla como una de las
mejores del mundo. Los servicios públicos, como la sanidad y la justicia, para ser
buenos tienen que ser rápidos.
Una sanidad pública no es buena si el
paciente tiene que esperar, en muchas ocasiones bastante más de un mes, para
ser atendido por un médico especialista. Una sanidad pública no es buena si el
paciente con cáncer tiene que esperar, a veces varias semanas, para ser
intervenido quirúrgicamente. Y por último, además de muchas otras
características que no vienen a cuento citar, una sanidad pública no es buena
si el paciente no puede elegir médico ni hospital.
Y me voy a detener en esto último. Los
doctores, al menos muchos de nosotros, sabemos que los médicos no son todos
iguales, que unos lo hacen mejor que otros. Y unos lo hacen mejor que otros
porque a unos les gusta más su profesión, estudiaron y estudian más, son más
inteligentes y tienen más sentido común, y son mejores personas. Además, los mejores tienen las cuatro
H que dijo William Osler, el mejor médico del siglo XIX: honestidad, humanidad, humildad y humor.
Los mejores médicos no son los que salieron
clasificados estos días en los periódicos por especialidades. En esta elección,
no han tenido que ver los pacientes sino las publicaciones y otras cosas. El
número de publicaciones no está relacionado con la sabiduría en la práctica
diaria. Y alguna de las otras cosas es la industria farmacéutica, que, hasta en esto, tiene (mala) influencia.
La empresa que ha realizado la difusión de
la encuesta dice que no tiene financiación pública ni privada, lo que se hace
difícil de creer. Además, después de ver que los citados en los dos primeros
lugares en la especialidad de neumología son probablemente los “mejor
relacionados” con la industria farmacéutica y, al menos uno de ellos, con muy poca o
ninguna relación con los pacientes. Hay un comentario de un lector, ¿gallego?,
después de leer la noticia publicada en elmundo.es: “¿ese
ranking mide los que más viajan y menos trabajan y más pisan las consejerías de
sanidad? Estamos apañados; alguno de los punteros no ha cogido el bisturí hace
años. Son los del la-la-la y la mayoría de lo publicado, inventado. Menos samba
y mais traballar”. Y todo esto no lo digo por
resentimiento, porque no lo conozco.
No todos los servicios que presta un
hospital son de la misma calidad. Por tanto, también sería importante que el paciente
pudiera elegir hospital. En Suecia y en otros países el paciente puede elegir
médico y hospital.
En lo que respecta a la posibilidad de
elegir médico no toda la culpa es de los gobiernos. Hace muchos años Ramiro
Rivera, un prestigioso cirujano cardiovascular del Hospial Gregorio Marañón de Madrid,
después de ser elegido Presidente de la Organización Médica Colegial de España,
luchó porque el gobierno implantase la libre elección de médico. Lo
sorprendente en aquel momento fue que la mayoría de los médicos no estaban de
acuerdo con la libre elección de médico por el paciente. No creo que esta
opinión haya cambiado ahora. A los españoles, también a los médicos, no nos
gusta competir. Y competir, entre los médicos y hospitales, lo mismo que entre
las empresas de telefonía, puede ser perjudicial para los intereses de los
peores, pero es bueno para los mejores y para la sociedad.
¿Acaso no le parece más justo que aquel
médico que eligiesen más enfermos, por su capacidad profesional y desvelo, tuviese
más ingresos que otro menos capacitado y atento? ¿Acaso le parece justo que se
les pague igual a los médicos excelentes, que los hay y conocen bien los
enfermos, que a los menos buenos o peores?
Mientras no se disminuyan los tiempos de
espera, el paciente no pueda elegir médico y hospital, y no haya competencia, la
Sanidad Pública Española no estará entre las mejores.
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