La medicalización de la vida








La investigación de las enfermedades ha avanzado tanto que cada vez es más difícil encontrar a alguien que esté completamente sano” (Aldous Huxley)









    Acaban de publicarse estudios en el British Medical Journal, una de las mejores revistas médicas, en los que se demuestra que los antivirales que tanto se utilizaron para tratar las epidemias de gripe de estos últimos años, y que tantos beneficios económicos reportaron a los laboratorios que los produjeron al ser comprados masivamente por casi todos los gobiernos del mundo, no tienen utilidad alguna para evitar la transmisión y las complicaciones de la gripe, y los síntomas, si realmente los disminuyen, lo hacen en menos de un día.   

    Este año se creó de nuevo una alarma (innecesaria) con la gripe A y resultó que los síntomas fueron más suaves que los de la gripe estacional. La aplicación de protocolos estrictos que se ordenaron en los hospitales, por parte de las Consejerías de Sanidad, como el uso de batas desechables, aislamiento, utilización de antivirales, y otras medidas que se tomaron fuera de los hospitales eran innecesarias y sin justificación desde el punto de vista científico. Cómo muy bien señaló el doctor Juan Gérvas, el derroche de recursos para un problema menor implica el abandono de otros problemas de salud más graves a los que se deja sin atender.[]

    Considerar ciertas enfermedades como epidemias de extraordinaria propagación y letalidad como se consideró a la gripe A es un ejemplo de medicalización de la sociedad. Medicalización es también convertir ciertos acontecimientos de la vida cotidiana en problemas de salud. Todos recordamos lo sucedido con la menopausia. La convirtieron en un problema de salud, casi en una enfermedad, para tratar este evento normal en la vida de las mujeres con medicamentos hasta que se vio que no aportaban beneficio alguno y si efectos adversos muy serios. O lo que está sucediendo ahora, al intentar convertir a la osteoporosis y a la elevación del colesterol en enfermedades, cuando la osteoporosis es un acontecimiento normal que sucede en los huesos con la edad avanzada y ocasiona un aumento del riesgo de fracturas óseas, y la cifra de colesterol elevada solo aumenta el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Y también el “descubrimiento" de nuevas enfermedades que nadie sabe lo que son, como la fibromialgia.

    Detrás de esta medicalización de la vida, de una forma a veces invisible, sobre todo para los más cándidos, está la industria farmacéutica con sus píldoras. Pero la industria farmacéutica no es la única culpable. También lo somos los médicos y los medios de comunicación. Y la medicalización de la vida tiene más éxito en una sociedad con bajo nivel cultural.

    La industria farmacéutica es culpable por ejercer una influencia nefasta e interesada sobre los médicos y los medios de comunicación. El lucro económico es el interés principal de las compañías farmacéuticas. Sus ingresos dependen esencialmente de la venta de sus productos en las farmacias, y esta depende de las prescripciones de los médicos. Las compañías farmacéuticas, por el soborno que ejercen sobre los médicos a través de la financiación de la formación médica continuada, sesgada a su favor y permitida por los gobiernos de todos o casi todos los países, la invitación a los doctores para asistir a reuniones organizadas por ellas en las que médicos “expertos” ensalzan los beneficios de sus fármacos, y la publicidad bien sufragada en los medios de comunicación, aumentan las prescripciones.

    Los médicos, por la degradante relación de camaradería con las compañías farmacéuticas y la aceptación de dádivas, también somos culpables. Los obsequios, en forma de invitaciones a congresos y reuniones médicas organizadas por las propias compañías farmacéuticas en hoteles de lujo, está bien demostrado que influyen en el número de prescripciones y, también, en la aceptación de las directrices de tratamientos recomendadas por “expertos” médicos muy bien conectados con las compañías farmacéuticas. Un ejemplo de esto último: ya hay médicos que aceptan tratar a personas sanas con cifras normales de presión arterial y glucosa en sangre, pero cercanas a las que se consideran anormales -cada vez los “expertos” están descendiendo más las cifras normales, y de esta forma un mayor número de personas toman pastillas-, definiéndolas como “prehipertensivas” y “prediabéticas”. Podría decirse, sin exagerar, que el objetivo de las compañías farmacéuticas es que no solo los enfermos tomen pastillas sino también los sanos, es decir, todos.

    Y los medios de comunicación, al permitir la publicidad de fármacos de dudosa utilidad, también son, aunque mucho menos, culpables.

    El bajo nivel cultural tiene mucho que ver en esta medicalización de la vida. Una sociedad con alto nivel educativo no se deja medicalizar tan fácilmente. Duda de los mensajes publicitarios de la industria farmacéutica y de las prescripciones de los médicos. Es muy raro ver a un paciente de alto nivel cultural llegar a la consulta con una bolsa llena de medicinas, como vemos tan frecuentemente en personas de edad y de bajo nivel educativo.

    Se me ocurren algunas razones que pueden explicar esta diferencia relacionada con el nivel cultural. Las personas con alto nivel educativo saben que la buena salud no es tomar medicinas, sino llevar una vida saludable. Además, estas personas cuando enferman y acuden al médico preguntan mucho más: cuál es el diagnóstico de su padecimiento, cuáles las razones para hacer ese tratamiento determinado, cuáles los beneficios que se obtendrán y los posibles efectos adversos de las medicinas que el doctor les recomienda. Con los pacientes de alto nivel cultural que preguntan, como deberían hacer todos los demás, posiblemente también el médico se cuida más en lo que prescribe.

    No sé si Aldoux Huxley escribió la sentencia que encabeza este escrito con sarcasmo; solo en ese caso estaría muy acertada. Si no fue así, me permito apropiarme de ella y cambiarla por “la medicalización de la vida ha avanzado tanto que cada vez es más difícil encontrar a alguien que esté completamente sano”.

    Hace pocos días veía un reportaje en el programa “La Mañana” de TVE que dirige Mariló Montero, sobre la gran longevidad de los paisanos gallegos. Entrevistaban a personas de edad avanzada de Sober, un pueblo de Lugo, y les preguntaban a qué se debía que vivieran tantos años. Fernando Ónega, un avispado periodista, también de Lugo, que participaba en el programa, dijo que él creía que sus vecinos vivían muchos años porque iban poco al médico. Piense en ello. Ya sé que lo más fácil es asumir: van poco al médico porque están sanos. Pero también es verdad que, por lo que comentamos antes, en ocasiones ir mucho al médico no es muy saludable sino todo lo contrario.

   



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