Envejecimiento
En los últimos años ha habido avances en lo
relacionado con la salud y la tecnología diagnóstica de enfermedades, pero ha
habido muchos menos en lo que atañe al tratamiento y nada en lo tocante a
retrasar el envejecimiento. Eso sí, ha aumentado la longevidad pero nos hacemos
viejos igual que antes.
Hace pocos días oía en la CNN que unos
investigadores americanos buscaban en la sangre proteínas u otras sustancias
que aclararan la causa del envejecimiento. Pensé que tal vez sería mejor que
investigaran como detener el tiempo, porque si lograsen detenerlo, que no
pasara, ya no envejeceríamos. Claro que eso tampoco valdría, porque entonces
nunca dejaríamos de ser niños. Y eso nadie lo desearía. A ver quién nos iba a
dar de comer. Por lo tanto, parar o detener el tiempo no sería una buena
solución.
Aunque para mí estos descubrimientos ya no
importarían, llegarían tarde, me parece fenomenal que sigan intentando
descubrir cuáles son las causas del envejecimiento para remediarlas y no
envejecer. Porque, como dice mi amigo y ahijado de boda, hacerse viejo es la
mayor inutilidad que existe, ya que no es útil para uno ni para los demás. Pero
vuelvo a pensar lo mismo. Sólo se evitaría el envejecimiento deteniendo el paso
del tiempo, y eso parece una misión imposible. Ya sé que me he liado, diciendo casi lo contrario que opiné en el párrafo anterior...
Envejecen más tarde los que llevan una vida
saludable, sin tabaco ni alcohol, comiendo poco y haciendo ejercicio. También
parece que no envejecen, o que lo hacen más tarde, las artistas, presentadoras
de TV, princesas y algunas otras personas menos famosas. En sus caras,
arregladas por los cirujanos plásticos u otros profesionales dedicados a esas
composturas o apaños, no solo parece que se ha detenido el tiempo sino que
incluso ha retrocedido. Pero, aunque muchas de estas personas acaben
creyéndoselo, no es verdad, envejecen lo mismo o peor.
Uno se da cuenta que es viejo cuando
empieza a oír, de personas conocidas o amigos, “por ti no pasan los años”,
porque cuando uno es joven no oye estos halagos. Los demás se dan cuenta que
somos viejos porque comenzamos a dejar de ser educables, como señaló muy bien
Arturo Graf. Hace pocos días estaba viendo el partido de fútbol entre el
Barcelona y el Atlético de Madrid en un bar de Sanxenxo (Pontevedra). Muy cerca
estaba sentado un señor, mayor aún que yo. El bar estaba lleno de gente y hacía
calor. El señor se descalzó el zapato del pie izquierdo y se sacó el calcetín. Luego
hizo lo mismo con el zapato del pie derecho. Metió los calcetines,
probablemente sudados, en el bolsillo del pantalón y a continuación, sin
lavarse las manos, se puso a beber la caña de cerveza. Pensé que tal vez no lo
hubiese hecho, sin importarle nada lo que pudiésemos pensar los que estábamos
cerca, unos años antes, cuando era más joven.
Posiblemente, una de las cosas más
incómodas de la vejez son las diversas averías y las enfermedades. Se desgastan
los huesos, las articulaciones y los músculos, y no podemos caminar a la misma
velocidad como cuando éramos jóvenes. También lo hace la piel: no adquiere el
tono brillante que adquiría antes, cuando habían pasado pocos años por ella,
con la exposición al sol. Pero los peores desgastes son los de la vista y los
del cerebro. No podemos leer la letra pequeña y la letra grande nos parece
mucho más pequeña. Nos cuesta identificar a las personas conocidas cuando van
por la otra acera de la calle, si también vemos mal de lejos. El razonamiento
se vuelve más lento y perdemos el recuerdo: primero nos
olvidamos de los nombres, luego de las palabras y de las caras, y a
continuación de lo que habíamos pensado un momento antes. “Jo, te iba a decir
algo que había pensado ahora mismo pero ya lo he olvidado”, se nos oye decir
frecuentemente a los mayores.
Los deterioros del cuerpo los vamos
llevando porque no hay más remedio. El de la mente nos hace mucha menos gracia.
Pero lo que aún llevamos peor son las enfermedades que afloran, lógica o
ilógicamente pero afortunadamente, con la vejez, ya que sería peor que lo
hicieran en la juventud. Y, además, la vejez es una enfermedad como cualquier
otra en la cual al final uno se muere irremediablemente, dijo Alberto Moravia.
Pero si es joven no se preocupe. Todo puede
ser distinto para usted. Leí hace unos días que se está trabajando para
desarrollar un chip inalámbrico para prevenir y tratar enfermedades desde
dentro del cuerpo. Estas noticias le animarán muchísimo. No quiero desanimarlo,
pero póngalas en entredicho. Y sí es aún más joven, puede animarse todavía más.
No hace muchos años leí u oí que unos científicos decían que en el 2100 los
humanos podíamos llegar a
vivir mil años. Estoy seguro que he leído u oído esta cifra,
con los tres ceros. Sí es verdad que no sé cuál era el prestigio de los
científicos que lo decían. Me queda pena no poder llegar vivo a esas fechas, no
por lo de vivir mil años, porque si ahora los viejos tenemos el cuerpo como lo
tenemos con menos de cien como lo tendríamos con mil, sino para ver si para
esas datas se llega a los ciento treinta.
Decía no hace mucho Felipe Sierra, chileno
y responsable del Instituto de Envejecimiento de EEUU, que sobre el
envejecimiento se han hecho muchos reclamos sin base científica.
Arturo Graf también dijo esto otro: “la vida es un negocio en el que no se
obtiene una ganancia que no vaya acompañada de una pérdida”. ¿De tiempo?
www.clinicajoaquinlamela.com
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