Mi musa







“La mujer musa es la de carne y hueso” (Rubén Darío)





    El otro día leía en un periódico que Kate Upton se había convertido en la nueva musa de Estados Unidos. Estaba claro que no era la mía. Pero también lo estaba que yo no sabía exactamente lo que era una musa. Y en Wikipedia encontré esto:  En la mitología griega las musas (en griego antiguo μοῦσαι mousai) eran, según los escritores más antiguos, las diosas inspiradoras de la música y, según las nociones posteriores, divinidades que presidían los diferentes tipos de poesía, así como las artes y las ciencias. Originalmente fueron consideradas ninfas inspiradoras de las fuentes, cerca de las cuales eran adoradas; y llevaron nombres diferentes en distintos lugares, hasta que la adoración tracio-beocia de las nueve Musas se extendió desde Beocia al resto de las regiones de Grecia y al final quedaría generalmente establecida. Aunque en la mitología romana terminaron siendo identificadas con las camenas, ninfas inspiradoras de las fuentes, en realidad poco tenían que ver con ellas”. Y seguí sin entenderlo.

    Pero yo conozco a la mía. Que también es mi muñeca. Lo supe desde el primer día que la vi. Fue el día más feliz de mi vida. No sé si ella tenía los ojos abiertos o cerrados pero estoy seguro que me miraba, porque quería ver cómo lloraba de alegría. Al verme llorar, ella rompió también a llorar para poder vivir fuera del vientre de su madre, a mi lado, para ser mi muñeca. No he vuelto a ver mirada ni ojos tan encantadores. Y su llanto era tan bonito que podría distinguirlo entre millares de llantos. Si lo escuchara ahora lo seguiría distinguiendo, conociendo.

    Pasó algún tiempo. Cada vez me parecía, porque lo era, más bonita. Llamaba la atención por la calle. Me contaba mi suegro, su abuelo, que cuando algunas personas por la calle se los cruzaban y la miraban, se paraban para decirle, "que ojos tan bonitos tiene". Y ella, al momento, contestaba: "porque he nacido en Santander". Yo le decía que no era por eso: "Es porque son como los de mi madre, tu abuela" (su madre le decía, son "como los de mi abuelo, tu bisabuelo").

    Y cada vez crecía más. E iba configurando su carácter. Y discutíamos. En alguna de las discusiones se enfadaba y me amenazaba con bajarse del coche. Pero seguía encantadora, preciosa.

    Ya ha crecido del todo. Pero aún ahora me emociono cuando la veo, aunque no lo demuestre, ¿o sí?

    Hoy ya estoy muy poco con ella. Pero aún discutimos o no estamos de acuerdo a veces, y lo manifestamos el uno al otro a través de los medios electrónicos, con correos extensos, aunque cada vez menos. Y cuando no estamos bien el uno con el otro lo paso mal, me disgusto, me encuentro peor.

    Pero estemos como estemos, la recuerdo cada poco. Además de mi muñeca es mi musa, porque me inspira o ilumina para seguir trabajando con más ganas, y para seguir escribiendo bien o mal. ¡Cuánto me anima cuando me dice de alguno de estos escritos que le ha gustado mucho!

    La recuerdo y la veo a menudo como si estuviera conmigo, a mi lado. Además, cuando quiero notarla mejor, solo tengo que encender mis computadoras. Allí aparece su cara bonita y sus ojos preciosos en distintas fotografías, en sitios diferentes. Y me tranquiliza. 

    Es mi muñeca. Mi musa.

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