La corrupción
“Si no peleas para acabar con la corrupción y la podredumbre, acabarás formando parte de ella” (Joan Baez)
- - El Loco de la Colina: “¿Usted se corrompería?”
- - Manuel Vicent: “No lo sé. Solo hay dos clases de personas que no se corrompen: unas, las que no lo necesitan; otras, a las que nunca se lo han propuesto. Yo estoy en la segunda clase”.
Esto es, más o menos, lo que escuché en una entrevista radiofónica que le hacía Jesús Quintero (El Loco de la Colina) al periodista Manuel Vicent hace muchos años. Y creo que esto se puede generalizar para casi todos los españoles, aunque no tengo tan claro que “los que no lo necesitan” no puedan llegar también a corromperse. No hay más que ver la serie de personajes o personajilos políticos y de la realeza, empresarios, y otros muchos no pertenecientes a estas categorías, para comprobar que, aún pareciendo no necesitarlo, se han corrompido y mucho.
Me da pena, pero estoy de acuerdo con Arturo Pérez-Reverte cuando afirmaba recientemente en una entrevista periodística que España es un país sin solución.
Uno de los principales problemas de este país es la corrupción tan generalizada que existe. Otro, también principal, es la envidia. Hoy mismo, cuando estoy escribiendo esto, las agencias de noticias divulgan el Índice de Percepción de la Corrupción, según un informe de la ONG alemana Transparencia Internacional, en el que España es el segundo país tras de Siria donde más aumenta la corrupción. En esta clasificación España ocupa el puesto 40, cuando hace un año ocupaba el 30, está por detrás de Brunei y Polonia, y el que nos sigue es Cabo Verde.
Dije antes tan generalizada, y es verdad. No hay más que haber oído a muchos contratistas contar como conseguían la concesión de obras públicas en nuestras pequeñas ciudades por parte de las autoridades locales: a veces, además del tanto ciento famoso, invitándoles a buenas cenas y copas en lugares de alterne. O como la mayor parte de los opositores buscan “recomendaciones” para concursar a cualquier oferta de trabajo en empresas públicas o privadas; incluso son necesarias las “recomendaciones” para ingresar a un familiar en una Residencia de la Tercera Edad privada. O como se crean puestos de trabajo innecesarios en empresas públicas para amigos y familiares. O como los políticos de los gobiernos centrales, autonómicos y municipales nombran “asesores” para compensar a otros políticos sin trabajo y amigos, o pagar favores, y colocan a personas indecentes presidiendo organismos públicos, como cajas de ahorro y otros. O como estos mismos políticos dan subvenciones, con nuestro dinero, claro, sin ton ni son a empresas de todo tipo, incluidas por supuesto las de comunicación, artísticas…, y a asociaciones variopintas, ONGs, etcétera. Y no sigo, porque no acabaría.
¿Y de quién es la culpa de tanta corrupción? De los no corruptos, si quedan algunos, por no denunciar a viva voz todo lo que sospechan y conocen, y de la justicia descompuesta.
Decía Einstein que el mundo no está en peligro por las malas personas, sino por aquellas que permiten la maldad. Esta maravillosa frase podemos adaptarla a la corrupción en nuestro país: España no está en peligro por las personas corruptas sino por aquellas que permiten la corrupción. Muchas, la mayoría, de las personas no corruptas consienten y aceptan la corrupción porque tienen intereses y/o son cobardes. Escuchaba hace poco en una tertulia radiofónica como dos comentaristas, posiblemente no corruptos, defendían a la princesa Cristina sin justificación alguna. Me daba la impresión que no comulgaban con lo que estaban diciendo, pero lo hacían siguiendo la línea y recomendaciones de la cadena de radio donde hablaban para no poner en peligro su contrato de trabajo. En este caso se unían las dos cosas, los interesas y la cobardía.
Claro que para acabar con tanta corrupción había que contar con una justicia sin mancha, y no es así. No es así, porque los jueces de los tribunales superiores son nombrados por los políticos, la casta más corrupta de este país. Y si ellos son corruptos no van a nombrar a firmes justicieros. Ni siquiera está incólume el tribunal constitucional. No hay más que ver cómo se van de rositas de la justicia todos los políticos que han cometido grandes delitos, relacionados la mayor parte con tráfico de influencias, prevaricación y cohecho.
Probablemente la corrupción sea mucho mayor en las empresas públicas que en las privadas. Vea lo de las televisiones públicas. Los más de dos mil trabajadores que tenía la TV pública valenciana, más que los que tienen dos o tres de las TV privadas de primera línea de nuestro país. Los gestores y políticos habían ido colocando ahí a sus familiares y amiguetes hasta que las pérdidas se hicieron inasumibles. Y lo mismo o parecido sucede con las pérdidas, que pagamos los ciudadanos, en otras televisiones autonómicas. Por eso en los países más avanzados, Estados Unidos por ejemplo, no existen casi empresas públicas.
¿Y cuál es la razón por la que los países del Norte de Europa sean los menos corruptos? ¿Será porque los ciudadanos, serios y honrados, no permiten que no lo sean también sus políticos? ¿O porque la justicia no está descompuesta como lo está la de los países del Sur de Europa? ¿O será por la educación? ¿O porque a causa del frío que hace no necesitan corromperse porque no tienen donde derrochar el dinero en negro obtenido?
Solo con que todos los ciudadanos de este país siguiéramos el dicho popular gallego, "amiguiños sí, pero a vaquiña po lo que vale" (amigos sí, pero la vaca por lo que vale), divulgáramos y denunciáramos los casos de corrupción para no acabar formando parte de ella, como muy bien escribió y cantó Joan Baez, y exigiéramos la elección de jueces sin mancha, por supuesto no propuestos por los políticos, para que midieran con el mismo rasero a unos y a otros, se solucionaría en gran parte la corrupción.
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