La buena y mala educación (*)






“El objetivo de la educación es la virtud y el deseo de convertirse en un buen ciudadano” (Platón).


    La educación (del latín educere "guiar, conducir" o educare "formar, instruir"), puede definirse como el proceso multidireccional mediante el cual se transmiten conocimientos, valores, costumbres y formas de actuar. La educación no sólo se produce a través de la palabra, pues está presente en todas nuestras acciones, sentimientos y actitudes. Es el proceso de vinculación y concienciación cultural, moral y conductual. Así, a través de la educación, las nuevas generaciones asimilan y aprenden los conocimientos, normas de conducta, modos de ser y formas de ver el mundo de generaciones anteriores, creando además otros nuevos. Es también un proceso de socialización formal de los individuos de una sociedad.

    La educación se comparte entre las personas por medio de nuestras ideas, cultura, conocimientos, etcétera, respetando siempre a los demás. Existen tres tipos de educación: la formal, la no formal y la informal. La educación formal hace referencia a los ámbitos de las escuelas, institutos, universidades, módulos, etcétera, mientras que la no formal se refiere a los cursos, academias, e instituciones, que no se rigen por un particular currículo de estudios, y la educación informal, aquella que fundamentalmente se recibe en los ámbitos sociales, la educación que se adquiere a lo largo de toda la vida.

    He tomado lo anterior de Wikipedia porque me ha parecido interesante. Sé que es este un tema delicado y que la buena educación para algunos de nosotros puede no tener el mismo significado que para otros. Por eso voy a hablar solo de la educación informal.   

    Creo que los habitantes de esta ciudad -Orense- no nos llevaríamos el premio en buena educación social y, además, para mí lo más preocupante, hemos mejorado poco o nada en los últimos 30 años, incluso tal vez hayamos empeorado. Aclararé mi opinión con varios ejemplos relacionados con el tráfico en las calles de nuestra ciudad.  

    Se me ocurrió escribir sobre esto después de un contratiempo que probablemente también le haya sucedido a usted en más de una ocasión. Cuando llegaba en coche al domicilio donde vivo tuve que hacer muchas maniobras para poder entrar en el garaje, porque alguien había aparcado su coche invadiendo parte de la acera legalmente reservada para la entrada de vehículos, y ya era el segundo día consecutivo que tenía que hacer lo mismo. La otra solución, que me he visto obligado a hacer alguna que otra vez cuando no era posible entrar, ni maniobrando, era tocar el claxon y obstruir la circulación para los coches que venían detrás, pero ellos no eran responsables de mi desdicha. El coche era distinto del también mal aparcado el día antes. Además, es ilegal aparcar en toda esta acera, excepto para los coches que hacen carga y descarga para un supermercado que está en la planta baja del edificio. Y aquel Wollswagen blanco, con cubierta de lona, no estaba descargando nada. En alguna ocasión que me he visto obligado a tocar el claxon, porque no había nadie al volante del coche que me impedía la entrada o salida, cuando aparecía por fin el dueño, alguno pedía disculpas pero otros hasta decían de mal humor que no era para tanto. Estos últimos probablemente son los que más protestan cuando se ven en la misma situación como afectados. Ocupar, aunque sea parcialmente, la entrada de las puertas de garajes legalizados es de mala educación y una falta de respeto a los demás. Y no vale la disculpa, “es solo un momentito”, porque ese momentito, para quién necesita entrar o salir, puede ser importante.

   Situaciones como la referida ocurren con mucha frecuencia en nuestra ciudad. Y son aún más inaceptables cuando suceden estando cerca un policía local que lo permite. Esto, además de mala educación, es incompetencia del policía para realizar su trabajo.

    Este último escenario se ve reiteradamente en la Avenida de La Habana. Cuando se baja en coche por esta calle, asiduamente se encuentran coches aparcados en doble fila en el último tramo -también en el primero enfrente del “24 horas” y al inicio del último a la derecha, en zona prohibida-, no permitiendo que se circule por los dos carriles y haciendo el tráfico más lento. Asimismo, muchas veces están uno o más coches aparcados en el carril externo izquierdo, al final de la calle, en el que está prohibido hacerlo para permitir a los coches subir para Concejo con el semáforo lateral parpadeando. Y es habitual observar, cuando hace menos frío, en los meses de verano, a uno o más policías en las aceras, impasibles, a veces conversando entre ellos, mientras los coches aparcan en doble fila o lo hacen en esa zona inferior izquierda prohibida.      

    Esto no se ve en los países centroeuropeos o americanos del norte. Recuerdo que en el viaje en coche desde San Sebastián a Biarritz, hace más de 30 años, llamó más mi atención no ver coche alguno en doble fila que las excelentes autopistas o autovías que ya tenían por aquellas fechas.

   Ah!, cuando regresaba hace poco del hospital, por la ruta de arriba de la vía férrea, unos jovenzuelos tiraron intencionadamente una cosa dura que impactó en el cristal delantero del coche y me asustó, mientras miraban y se reían de lo que habían hecho en la escalera que baja hasta el paso del tren. Espero que haya sido un hecho aislado.

    Es buena educación: no aparcar en doble fila ni hacerlo en las zonas prohibidas, no impedir, ni por “un momentito”, la entrada y salida de los vehículos de los garajes, dejar salir a los coches de los garajes para incorporarse a la calle si no vamos con el tiempo justísimo o con alguna urgencia, ceder el paso a los viandantes aunque no lo estén haciendo por el paso de peatones, no tocar el claxon salvo en casos imperiosos y estar atentos al cambio de color de la luz del semáforo para salir prestos. Una sugerencia para las autoridades competentes: cambiar el color rojo del semáforo al ámbar, y luego al verde.

    Hay una relación directa entre la situación económica de un país y su nivel de salud y educación. Me encanta ver como detienen el coche y sonríen la mayor parte de los conductores americanos y canadienses cuando cruzo las calles de sus ciudades por zonas prohibidas. Tal vez ya sepan que lo hago por eso.

    Le deseo buena salud y unas felices vacaciones de verano.


(*) (Publicado en "La Región" en enero 2012)

www.clinicajoaquinlamela.com



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