Julio Iglesias
“Nadie envejece cuando el alma no es vieja…Yo no estoy viejo, está más viejo el tiempo y los años que tengo” (Julio Iglesias)
Cantaba en La Coruña un día de verano del siglo
pasado. Compré las entradas para verlo e invité a un querido matrimonio amigo.
Estaba llena, a rebosar, la plaza donde actuaba. En la primera hilera de
asientos estaba el Alcalde de La Coruña, Paco Vázquez, y a su lado el padre del
cantante. La novia del padre estaba en una de las filas de asientos elevados,
más atrás incluso de donde estábamos nosotros.
Cuando
apareció Julio los ensordecedores aplausos duraron varios minutos. Luego
salieron las tres chicas del coro, guapísimas, elegantísimas. Y después los
músicos, excepcionales, como pudimos comprobar a continuación.
Vestía como
siempre en sus actuaciones. Traje negro cruzado, con camisa blanca y corbata
obscura. Estaba cerca de los sesenta. Las mujeres no paraban de echarle piropos
y de hacer comentarios entre ellas. Cantó durante más de dos horas. Recuerdo
que una de las canciones más aplaudidas fue “Baila Morena” (creo que se titula
así). La gente que allí estaba no paraba de moverse, y hasta yo me puse de pie
y bailé, lo que me extrañó después por lo poco aficionado que soy al baile. Las
coristas que le acompañaban eran tres mujeres bellísimas, vestidas de una forma
exquisita. Cuando terminó, según decía la prensa al día siguiente, se fue con
las chicas del coro, en su avión privado, a descansar a Marbella.
Comenté
después en muchas ocasiones que aquel día pensé en el porcentaje de mujeres, de
las que allí estaban escuchándole, que lo acompañarían también en su avión
privado a Marbella si las hubiera invitado. Y lo pensaba porque me pareció un
hombre muy atractivo, con unos vivaces ojos y una seductora mirada. Aunque
reconocía que el avión privado y su mucho dinero podían ser más atrayentes para
las mujeres que su encantadora mirada.
Siempre me
gustó Julio Iglesias como cantante. Desde sus comienzos, con la “La vida sigue
igual” y “Gwendolyne”. Después, cuando lo veía y escuchaba en las entrevistas
que le hacían en TV o leía sus conversaciones en la prensa, me parecía muy interesante
e inteligente. No entendía tanta crítica despiadada de muchos paisanos suyos,
donde lo menos que decían de él era que era gay, drogadicto y un pésimo
cantante. Bueno, si lo entendía. Por la envidia, nuestro mayor pecado.
Creo que
compré todos o casi todos los discos que sacaba y casi todos me gustaron. Hace algunos
años, un compañero médico que pasó con él unos días en su casa de Miami, me
contó algunas cosas. Había atendido a su padre, cuando éste, durante un verano
que estaba pasando en las Rías Bajas, había tenido un ataque cardiaco. Su hijo envió
un avión privado para trasladarlo a un hospital de Miami. Este colega médico lo
atendió durante el traslado y después fueron invitados él y a su mujer por
Julio Iglesias a pasar un fin de semana en su finca de Miami. Me contó que era
un tipo fenomenal, simpatiquísimo, y que tiene una bodega de vinos increíble
que comparte con sus amistades. Oí a su padre decir algunas veces que no
entendía como su hijo Julio se gastaba tanto dinero en botellas de vino que
duraban los mismo o menos, después de abrirlas, que otras más baratas. Y me
dijo también que allí, en su propiedad de Miami había muchos coches buenísimos,
los peores eran Porches, y que todas las chicas de servicio, hasta las de la
limpieza, eran bellísimas.
El verano pasado fui a verlo cuando cantó en
la plaza del ayuntamiento de Cambados. Con unos años más pero igual de virtuoso.
Las coristas y los músicos distintos, pero igual de buenos. Todo el público
salió encantado, después aplaudir cada canción y corear su nombre
continuamente.
Hace unos
meses Julio Iglesias recogió en Pekín el premio récord
Guinness al artista latino que más discos ha vendido en el mundo, más de 300 millones de copias de sus más de 80 álbumes
cantados en las lenguas más variadas, como el chino, el alemán o el tagalo.
En una entrevista reciente en “La Voz de Galicia”
hablaba de la crisis de nuestro país, y decía esto: “España está inmersa en una
crisis económica, con un grado de pesimismo que se contagia como un veneno
entre nosotros los españoles. Pero estoy convencido de que pese a la crisis,
fruto de una administración mala, una
educación bastante mediocre y una competitividad mediocre, España es un
país hecho que saldrá adelante. España tiene a Jorge Lorenzo, a Fernando
Alonso... Gentes que están dedicadas a la disciplina mágica de ser mejores, eso
tiene que corresponder también al pueblo español, a los que estudian, a los que
quieren ser carpinteros o ingenieros. Esa
competitividad grande que tienen esos espíritus tiene que trasladarse al pueblo,
a nosotros, y de ahí surgir una España mucho más competitiva, mucho más
atractiva, más fuerte. Yo me arrepiento de no haber aprendido más en mi vida
sobre mi gran pasión, la música. Si con diez años hubiera sabido que iba a ser
cantante, malo como soy, hubiera
aprendido más música y sería mejor cantante. Todos tenemos que aprender un poco
antes, yo soy un aprendiz tardío".
Qué pena que
estos mismos pensamientos no los tengamos todos los españoles, y que todos los
días los divulgasen nuestros gobernantes y predicasen con el ejemplo como hizo
durante toda su vida este cantante universal que con tanto cariño le cantó a
Galicia, la tierra donde nació su padre.
Me contó
otro compañero médico que en una ocasión, allá por la década de los 70 del
siglo pasado, después de aterrizar en Cincinnati, adonde iba a formarse en un
hospital de esta ciudad del estado de Ohio, cogió un taxi para ir al hotel
donde se alojaría. El taxista le preguntó de donde era. Le dijo que era español,
de España. El conductor del taxi se quedó pensando durante unos segundos.
Parecía claro que no sabía dónde estaba España. Después exclamó: ¡Ah!... Julio
Iglesias.
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