Sobre los políticos, una vez más
“No hay cosa que haga más daño a una nación como el
que la gente astuta pase por inteligente” (Sir Francis Bacon)
En este lío en el que estamos metidos los
españoles después de las últimas elecciones, por culpa de los políticos, vuelvo
a recordar lo que se oye todos los días en cualquier conversación sobre ellos:
“son (casi) todos iguales”. A veces
incluso: “son todos igual de ladrones”.
He pensado mucho sobre esto. Y me he
preguntado también muchas veces que si ellos salen de nuestra sociedad, tal vez
todos nosotros, los no políticos, seamos igual de sinvergüenzas o tramposos, si
es verdad lo que la mayor parte de la gente opina de ellos.
Lo que también oigo decir a muchas personas
de mi entorno es: “si han llegado ahí, es que son listos… no son tontos”.
¿Son ciertas estas dos afirmaciones? Creo
que la primera probablemente sea cierta, pero no me lo parece la segunda.
No tengo más remedio que generalizar. Si
usted conoce a políticos honrados, trabajadores e inteligentes, estos probablemente
serían la excepción que confirma la regla (dicen los entendidos que esta
expresión no es correcta y que sería mejor decir que amplía o modifica la
regla).
“Son (casi) todos iguales” – Creo
que es cierto. Desde que comencé mis estudios universitarios hasta ahora comprobé
que los estudiantes de la facultad que se dedicaban a organizar asambleas “políticas”,
y más tarde los médicos que se dedicaban a la política en los hospitales donde
he trabajado, no eran los mejores estudiantes o médicos ni los más íntegros.
Algunos de los que conocí llegaron a desempeñar cargos en la administración
pública y no brillaron por su bien hacer ni por su honradez. Esto me hizo
llegar a la conclusión que entre los que no nos dedicamos a la política no hay
un porcentaje tan alto de desvergonzados o deshonestos.
Hasta creo que entre los que se dedican a
la política el porcentaje de vagos es más alto que en el resto de la población.
Claro que oyéndoles decir lo mucho que trabajan -sería mejor decir
predican- durante el tiempo de
elecciones, uno no tiene más remedio que tomárselos a broma.
Por lo tanto en mi opinión, por lo que he
visto durante tantos años, el porcentaje de deshonestos, corrompidos y perezosos
es superior entre los políticos que entre el resto de los ciudadanos.
Claro, podrá decirme, que esto se debe a
que los que no nos dedicamos a la política no tenemos la misma oportunidad de
corrompernos. Podría tener razón, pero no lo creo por lo que expongo en la segunda
parte de esta reflexión o preocupación.
“Si han llegado ahí (arriba), es porque son
listos” – Si entendemos por listo, ser inteligente, capaz, preparado,
maduro…, no estoy de acuerdo que lo sean los políticos que han llegado arriba.
Si entendemos por listo, ser astuto, malicioso, trilero…, entonces las personas
que piensan así pueden tener razón.
Una persona capaz y preparada, es decir un
buen profesional, aunque quisiese llegar adonde algunos de los políticos
llegan, le resultaría muy difícil. ¿Por qué? Porque los partidos políticos son
como los cotos de caza. Los directivos y socios solo permiten la entrada a
nuevos socios si se parecen a ellos en los comportamientos y costumbres.
Siempre que pienso en esto recuerdo el caso de Manuel Pizarro, aquel
profesional inteligente y con un buen currículo, que entró en el Partido
Popular. Logró entrar en ese “coto” pero
enseguida lo echaron.
Eso sí, los que llegan arriba son los más
trileros, los más capaces de engañar a quien sea, incluso a todo el resto de
los socios o afiliados menos astutos que ellos y a cuantos más ciudadanos mejor,
para llegar a dirigir el partido y alcanzar el poder. El poder para ellos no es
un medio para mejorar la vida de sus conciudadanos sino el fin para su propio
provecho.
Para apoyar mi opinión cito las sentencias
de Friedrich Nietzsche y Gilbert Keith Chesterton. El primero dijo que la
política es el campo de trabajo para ciertos cerebros mediocres, y el segundo
escribió que si no logras desarrollar toda tu inteligencia, siempre te queda la
opción de hacerte político.
Hoy, 10 de enero de 2016, viendo lo que ha
sucedido ayer en Cataluña, escribiría lo mismo que hace unas horas. Incluso
añadiría que la mayor parte de ellos, no solo no son más inteligentes sino estúpidos
que solo piensan en cómo traicionarse entre ellos y engañar a los ciudadanos.
Por eso se juntan en manadas. Y como muy bien dijo Carlo M. Cipolla en El Poder
de la Estupidez, segunda parte de su maravilloso librito “Allegro ma non troppo”
-que le recomiendo leer-, las personas estúpidas tienden a agruparse y como son
tantas acaban teniendo mucho poder. En el capítulo de Estupidez y poder, Cipolla dice esto: “Entre los burócratas,
políticos y jefes de Estado se encuentra el más exquisito porcentaje de individuos
fundamentalmente estúpidos, cuya capacidad de hacer daño al prójimo ha sido (o
es) peligrosamente potenciado por la posición de poder que han ocupado (u
ocupan). ¡Ah!, y no nos olvidemos de los prelados. La pregunta que a menudo se
plantean las personas razonables es cómo es posible que estas personas
estúpidas lleguen a alcanzar posiciones de poder o autoridad. Las clases y
castas (tanto laicas como eclesiásticas) fueron las instituciones sociales que
permitieron un flujo constante de personas estúpidas a puestos de poder en la
mayoría de las sociedades preindustriales. En el mundo industrial moderno, las
clases y las castas van perdiendo cada vez más su importancia. Pero el lugar de las clases y las castas lo
ocupan hoy los partidos políticos, la burocracia y la democracia (la
negrita es mía). En el seno de un sistema democrático, las elecciones generales
son un instrumento de gran eficacia para asegurar el mantenimiento estable de
la fracción o cuota de estúpidos entre los poderosos. Hay que recordar que
según la Segunda Ley, un gran
porcentaje de personas que votan son estúpidas, y las elecciones les brindan
una magnífica ocasión de perjudicar a todos los demás, sin obtener ningún
beneficio a cambio de su acción. Estas personas cumplen su objetivo,
contribuyendo al mantenimiento del nivel de estúpidos entre las personas que
ocupan el poder”.
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