La sobriedad


 
 
 
 
“El hombre que se mantiene en su justo medio lleva el nombre de sobrio y moderado” (Aristóteles)
 
 
 
 
    Porque carezco de esta buenísima cualidad, siempre he admirado a las personas que la tienen. Esta puede ser la razón por la que los (pocos) amigos que tengo son sobrios. Y me refiero sobre todo a la moderación o continencia en el consumo, en el gasto.
    Recuerdo, cuando era niño, la sobriedad de un señor de la aldea donde vivía. Tenía un comercio, ultramarinos se le llamaba en la aldea, que vendía todo tipo de mercancías, desde alimentos a redes para pescar. Era el más rico de Quilmas. Su casa, con la planta baja dedicada a la tienda, era la mejor y la más grande. ¿Y cómo había conseguido tener tanto dinero? Trabajando mucho y gastando poco. Oía comentar en mi casa que para negociar la adquisición de mercancías caminaba a pie hasta las fábricas, a veces cincuenta o más kilómetros en el día, y se decía en el pueblo que no iba en el coche de línea para ahorrar, para no gastar. Y la frase que él repetía y repetía a todos los que querían escucharle: “aquí todo el mundo quiere vivir bien…, pero sin trabajar”.   
    Más tarde, hasta ahora, he visto que los pueblos con mayor nivel de vida son aquellos que los españoles llamamos aburridos: Suiza, Dinamarca, Holanda, Suecia, Finlandia… Y no suelen ser los más ricos en materias primas. Hay otros más ricos, como Venezuela, que no solo no viven bien sino que están ahora en estado de emergencia económica.
    Esto se debe posiblemente a varias razones: a tener gobernantes formales (también los ciudadanos de esos países son más serios que los de los países del sur de Europa), a lo mucho que trabajan y a su sobriedad.
    Esta última característica es fácil de observar cuando viajamos a países del centro y del norte de Europa, como Alemania, Austria, Dinamarca, Finlandia, Holanda, Suecia, Suiza… Lo notamos en las viviendas, que aunque por dentro están muy bien equipadas son sobrias en su apariencia externa. En la forma de vestir de los ciudadanos y en su forma de locomoción por la ciudad: una gran cantidad de personas de estas capitales acuden a sus centros o lugares de trabajo en bicicleta. Ya dijo Samuel Johnson que sin sobriedad ningún país puede hacerse rico y con ella muy pocos serán pobres.
    Y, por lo que tengo leído y oído, creo que Amancio Ortega, fundador de Inditex y muchísimo más rico que el señor de mi aldea, también es muy sobrio.   
    Pero también siendo pobre se puede y se debe ser sobrio. Escribió Concepción Arenal que el pobre se arruina en el momento en que deja de ser sobrio.
 
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