Hablamos mucho, hacemos poco
“A los hombres se les puede dividir en dos categorías: los que hablan para decir algo, y los que dicen algo por hablar” (Charles-Joseph, Príncipe de Ligne)
Hace
poco leía que los dos países donde más horas se trabaja al año son México y
Corea del Sur. Hace unos años, estos dos lugares lo ocupaban Brasil y España. Estar
más horas en el trabajo no significa que se trabaje más. Lo importante es como
se aprovecha el tiempo en el trabajo.
Recuerdo, cuando era joven, lo mucho que me
llamaba la atención ver a los trabajadores reparando y asfaltando carreteras. Porque
siempre o casi siempre que los veía, cuando pasaba en coche, al menos la mitad
de ellos no estaban haciendo nada, solo hablaban. Ya de mayor, viajando por
otros países, por ejemplo, en ciudades de Estado Unidos, ese porcentaje de
trabajadores sin hacer nada era mucho menor. He estado de nuevo hace pocas
semanas en dos grandes ciudades estadounidenses y he visto que, ahora, la
proporción de los sin hacer nada en las obras de las calles también allí ha
aumentado. Pensé que tal vez se deba a que ahora la inmensa mayoría de estos
trabajadores son inmigrantes de países no muy aficionados a trabajar. Y deduje que esa podía ser una razón, entre
muchas otras, de que estén siendo destronados por China del primer puesto en
riqueza económica.
Pero no hace falta ver lo que sucede en las
carreteras o calles en reparación de nuestro país. Fíjese en nuestros
aeropuertos, hospitales, otros organismos y corporaciones públicas, en los
bancos... Verá que la mitad, más o menos, de los trabajadores están sin hacer
nada, hablando entre ellos de asuntos no relacionados con el trabajo. Y el que
no es así, no hace lo mismo que la mayoría, es visto, mirado, como un bicho
raro. ¡Cuánto nos gusta hablar y cuán poco nos gusta hacer!
Sí, sí. Piense, seguro que le vienen
ejemplos a la cabeza. Hacía la especialidad de neumología en el Hospital
Marqués de Valdecilla de Santander en la década de los 70 del siglo pasado
(¡cómo pasa el tiempo!). Un cirujano, el doctor Martino, de treinta y tantos o
cuarenta años, hablaba muy poco, siempre estaba entretenido trabajando:
operando, visitando a los enfermos –también los fines de semana- , o en la
biblioteca. En las guardias que hacía en el hospital, si coincidías con él en
el comedor, sólo hola, que tal, y una sonrisa. Acababa de comer, dormía una
pequeña siesta si no tenía que ir a quirófano y al levantarse buscaba trabajo
en urgencias o en las salas de enfermos hospitalizados. Era uno de los mejores
médicos y el mejor cirujano del hospital, pero era visto como un bicho raro
porque hablaba poco, no perdía el tiempo de cháchara como otros. Ahora, en el
hospital donde trabajo, hay una supervisora de enfermería, en una de las salas
de hospitalización, que también habla muy poco. Al llegar a su planta pueden
estar las enfermeras y auxiliares de enfermería descansando. Es muy raro que no
se las oiga hablar sin parar mientras toman el café. Ella, sin embargo, suele
estar sola en el control, haciendo, no hablando, y por eso se la ve rara y llama
la atención.
Y usted dirá… ¿Bueno y qué? Y me rebatirá
diciendo que según el doctor Rojas Marcos, psiquiatra andaluz en New York, el motivo
de que las mujeres andaluzas estén entre las más longevas del mundo puede ser su
locuacidad, parándose cada poco en la calle para hablar con las vecinas, personas
conocidas, e incluso desconocidas.
No dudo que tenga razón este psiquiatra,
pero creo que para que un país vaya bien es necesario que los ciudadanos se
concentren en lo que estén haciendo: trabajando mientras estén trabajando y
divirtiéndose mientras estén divirtiéndose. Porque ya en el Eclesiastés se dice
que hay un tiempo para todo, también para hablar y para estar callado.
Es posible que no esté en parte o en nada
de acuerdo y que vuelva a objetarme lo que he dicho acerca de China, como si
fuera un mérito trabajar como los chinos, y que no venimos al mundo solo para
trabajar, porque si viviéramos solo para trabajar no valdría la pena venir.
Le contesto que la buena vida es cara y que
hay otra más barata pero no es vida, como me decía un compañero de profesión
hace muchos años. Y para llevar una vida desahogada, es necesario trabajar duro.
Al menos para la mayor parte de nosotros. Es verdad que algunos la llevan muy
buena, sin trabajar, a costa de los demás.
Creo que si los españoles habláramos menos
e hiciéramos más nos iría mucho mejor. ¿Qué es menos divertido? No me parece que
sea divertido perder el tiempo hablando por hablar mientras se trabaja.
P. D.: Como no podía
entremezclar tantas frases en el texto porque ya me dijo mi amigo que solía
excederme con ellas, y que solo pusiera cuatro como máximo, he decidido
ponerlas fuera del contenido porque me parecieron muy buenas. Espero que usted
y él sean benevolentes conmigo.
“Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio: no lo digas”
(Proverbio árabe)
“El más elevado tipo de hombre es el que obra antes de hablar, y practica lo que profesa” (Confucio)
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