La sanidad pública española no es tan buena como dicen los políticos y algunos médicos
"Lo que tienes que hacer, hazlo pronto" (Jesucristo a Judas, según el Evangelio de San Juan 13, 21-33. 36-38)
"Tenemos una (muy) buena sanidad
pública". Los políticos de nuestro país repiten esta opinión cada poco, y
parecen muy interesados en que se la creamos. Y el problema es que se la creen
muchos médicos y enfermos.
Sin criterio objetivo alguno, y sin conocer
la sanidad
pública de otros países, también acepté esta creencia durante algunos años,
hasta que en 1980, recién llegado de Valdecilla al Hospital de Orense, atendí a
un familiar de un médico del hospital. Tenía un nódulo pulmonar, podía ser un
tumor maligno, y le propuse realizar otras exploraciones diagnósticas, y, si se
trataba de un cáncer, enviarlo a otro hospital de Galicia para ser intervenido
quirúrgicamente. Me preguntó cuánto tardaría en ser operado, si se confirmaba
la sospecha diagnóstica. Le contesté que algunas semanas o meses. El paciente
disponía de recursos económicos. Al día siguiente viajó a la Clínica Mayo , en
Minnesota (EEUU), y cuatro días después ya se le había extirpado la tumoración
pulmonar y se conocía el tipo histopatológico de la misma. Aún ahora, treinta años después,
en la mayor parte de los hospitales públicos de nuestro país, la duración de
este mismo proceso es de algunas semanas, incluso más de un mes.
Una característica fundamental de una buena
sanidad pública es que el acceso al
médico general y médico especialista sea rápido, lo mismo que la intervención
quirúrgica, es decir, que al enfermo le resuelvan su problema, o le informen
por qué no puede resolverse, con prontitud. En Canadá, uno de los países con
buena sanidad pública en el pasado, en los últimos años se ha combinado la
asistencia sanitaria pública y privada en la mayor parte de sus provincias –
Alberta, Québec, British Columbia- por el inadmisible deterioro sanitario
causado por las listas de espera. En nuestro país, hoy, la cita para primera
consulta en algunas especialidades médicas o quirúrgicas puede tardar varios
meses, y algunas semanas para una gran parte de ellas. Lo mismo sucede con la
espera para una intervención quirúrgica. Eso sí, después de que el paciente
llega al médico especialista, puede seguir acudiendo a revisiones periódicas,
muchas veces innecesarias, pero no puede hacerlo cuando lo necesita por
agudización de su enfermedad crónica, teniendo que acudir a un servicio de
urgencias para ser atendido por un médico que desconoce su dolencia. También es
habitual, al menos en los hospitales que conozco, que las pruebas diagnósticas
complementarias se realicen después de varias semanas, incluso meses.
El doctor Emilio Bengochea, cirujano
cardiaco, escribía en 1990, “… en los llamados países socialistas las escaseces
se traducen en colas para todo… En Occidente esas colas –que en este caso se
llaman lista de espera- existen casi únicamente para conseguir un servicio
médico y precisamente en dos países con sistemas sanitarios socializados
parecidos, Gran Bretaña y España. Ambos sistemas introducidos hace más de
cuarenta años en estos dos países, uno arruinado por una guerra mundial; el
otro, destrozado por una guerra civil. A pesar de que las condiciones sociales
y económicas han sufrido desde entonces un cambio radical y a pesar de que
tanto tiempo ha demostrado lo inadecuado de este sistema sanitario, éste,
contra viento y marea, obsoleto, como un fósil, sobrevive, cuando debería haber
agotado su ciclo vital hace mucho tiempo”.
La otra peculiaridad esencial de un buen
sistema sanitario público es la libre elección de médico general, especialista,
y hospital por el paciente, como ocurre en la mayor parte de los estados europeos
occidentales. En Suecia, antes uno de los países más socialdemócrata de Europa
occidental, la educación y la
sanidad ahora están totalmente liberalizadas y se puede
elegir centro educativo, centro hospitalario y médico.
Hoy, deberían ser también características
importantes de una buena sanidad pública la disposición personalizada y
continuada del médico para el paciente mediante comunicación telefónica o por
correo electrónico, la información detallada del médico al enfermo y familiares
para compartir las decisiones sobre las exploraciones diagnósticas y el
tratamiento, el esmerado y educado trato de todo el personal sanitario, y las
buenas condiciones de la hostelería hospitalaria.
El doctor Bengochea, en el artículo “Por qué la Sanidad no funciona”,
seguía diciendo, “… hoy día muchos de los médicos más cualificados
profesionalmente, con más experiencia y responsabilidad, que han prestado y
prestan el mejor servicio a la
Sanidad , perciben, con el mismo horario, entre un 25 y un 50
por ciento menos que otros médicos por tener práctica privada, cosa que hacen
para suplementar un miserable sueldo y/o conservar la dignidad y libertad que
la profesión siempre ha tenido… De todo lo expuesto puede deducirse que un
cambio radical, es necesario en el sistema sanitario español… Ello supondría
una decisión política de gran envergadura. Y para empezar hay algo que está al
alcance de este u otro Gobierno y es restaurar, devolver a la profesión médica
algo esencial de lo que ha sido injustamente privada: su dignidad y libertad.
¿Cómo? Retribuyendo dignamente su trabajo, acabando con la interferencia de
burócratas en su labor, haciendo posible la elección de médico y hospital por
parte del enfermo, creando estímulos y motivaciones para superarse, es decir
trabajar más y mejor… Esto significaría, entre otras cosas, indirectamente, la
introducción de la competitividad, que es lo que hace posible el buen
funcionamiento, la eficacia y la excelencia. Esto puede hacerse, incluso,
dentro de un sistema estatal, aplicando las normas de gestión de la empresa
eficiente como son, entre otras, la dirección por los profesionales mejor
cualificados y las recompensas acorde con el rendimiento”.
Y yo añadiría lo que apuntaba hace poco el
ex consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Juan José Güemes, que en el
Sistema Nacional de Salud hacen falta la libre elección por el paciente, los
incentivos para los profesionales y que la administración pública se retire de la Sanidad , es decir que la Sanidad Pública deje de
estar en manos de los políticos, como sucede en otros países europeos.
Albert Einstein sentenciaba hace muchos
años, “si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”.
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