Acerca de la obesidad, una vez más
“La potestad de cambiar sólo depende de nuestra voluntad”
(Shakespeare).
Pensé y expresé muchas veces que el
investigador que descubriese una píldora que aumentase la voluntad, sin efectos
adversos, merecería el premio Nobel de Medicina con tanta o más razón que
Alexander Fleming, descubridor de los efectos de la penicilina, el antibiótico
que tantas vidas ha salvado.
¿Y por qué empiezo hablando de la voluntad
en un artículo sobre la obesidad? Porque voluntad y obesidad están muy
interrelacionadas.
Oigo continuamente decir a personas
conocidas y enfermos/as una serie de suposiciones, no demostradas
científicamente, que se contradicen con los hechos que veo a diario. Pasemos a
analizar unas y otros.
Comer muchas frutas y vegetales es
bueno para perder peso - Eso no ha sido demostrado. Claro que puede ser
bueno para tener mejor salud, pero las frutas y vegetales también engordan. Lo
único que no engorda es el agua. Según Gloria Torrijos, en "El secreto de vivir
más de 100 años", un artículo que publicó en El País en 2008, las personas
más longevas del mundo están en Ogimi, un pueblo de Okinawa, archipiélago del
Japón, y en la comida, evitan casi totalmente los productos
animales y dan preferencia a frutas como la papaya y a hortalizas como
zanahorias, repollo, cebollas, pimientos verdes y lechuga, más una mezcla de
algas y de hierbas como la albahaca. Su alimentación incluye, asimismo, pasta,
arroz, maíz y pescado (salmón y atún, son los favoritos; los suelen comer hasta
tres veces al día), mientras que de carne roja y huevos sólo toman unas pocas
porciones a la semana. Todo ello lo acompañan con té verde o negro, evitan la
leche y el azúcar, y además toman mucha agua (de 8 a 12 vasos diarios) y
cúrcuma, una de sus especias favoritas para aderezar las comidas o para beber,
a la que se atribuye un sinnúmero de beneficios para la salud.
Hacer
un mayor número de comidas al día es bueno para perder peso - Creo que esto
tampoco ha sido demostrado, salvo que se reduzca la ingesta total de calorías
en las 24 horas.
Picotear
o comer entre comidas es lo peor para engordar – Esto lo oímos decir
frecuentemente a las personas obesas: “a mí lo que me engorda es el picoteo
entre las comidas”. Y tampoco está sustentada esta creencia. Habría que ver lo
que esas personas ingieren fuera del picoteo, en las comidas regulares, y lo
que picotean. Todos los alimentos que se ingieren, ya sea en las comidas
habituales o en el picoteo fuera de ellas, hacen ganar peso.
Hacer
mucho ejercicio hace perder peso –
Hacer mucho ejercicio aumenta el apetito y por eso no siempre los que hacen
mucho ejercicio pierden peso. Veo frecuentemente, desde hace años, correr a un
señor, con aspecto de extranjero, por una carretera cercana al hospital donde
trabajo, y no he advertido que haya disminuido su gran corpulencia. De todas
formas, aunque uno no consiga perder peso, con el ejercicio mitigará
probablemente los efectos perjudiciales de la obesidad sobre su salud.
No sé
porque engordo, porque como muy poco – No importa lo que uno coma, importa
las calorías que uno gaste o pierda. Es como el dinero: si uno gana mucho y lo
gasta todo o casi todo, acabará pobre (delgado); si uno gana poco y no gasta,
puede acabar siendo rico (gordo). Aunque claro, esto de que “como muy poco”
casi nunca es verdad -es como el que dice fumar poco, “solo 20 cigarrillos al
día”-, porque veo algunas mañanas, en la cafetería del hospital, las bandejas que
llevan conocidos enfermos y visitantes que dicen comer poco, para tomar en las
mesas, y la plenitud de las mismas está directamente relacionada con el grosor
de cada uno de ellos.
“Es
cosa de herencia, toda mi familia es fuerte” – Aunque los factores genéticos probablemente
jueguen un importante papel, la herencia no es un destino inmutable. Cambios en
el comportamiento (disminución de la ingesta) llevan sin duda alguna a la
pérdida de peso. Y además, habría que ver cuánto es herencia y cuánto (mal)
ejemplo de los padres. ¿O acaso usted no ve como yo, padres jóvenes obesos, con
hijos jóvenes también obesos, con bandejas llenas de patatas fritas,
hamburguesas, cervezas, bebidas azucaradas…en las cafeterías o restaurantes de
comida rápida? Y la única forma de influir en los hijos, para bien o para mal,
también con la comida, es con el buen o mal ejemplo de los padres.
En mi opinión, como adelantaba antes, lo esencial para vencer la
adicción a la comida, para lograr adelgazar, es tener (mucha) voluntad. Como la
tienen los habitantes de Ogimi (Okinawa), quienes además de comer sano son
moderados en el comer, según Gloria Torrijos. La
moderación, una de las claves de la longevidad de estos ancianos de Okinawa, se
conoce con el aforismo inspirado en el confucianismo hara hachi bu, que
viene a decir: come solo hasta que estés lleno al 80 por ciento, o lo que es lo
mismo, hay que levantarse de la mesa con un 20 por ciento de hambre, una
garantía para llegar a una edad avanzada con buena salud. Y esto probablemente
esté relacionado con la longevidad de estos habitantes de Okinawa, porque investigaciones
en el Instituto Nacional de Gerontología estadounidense han confirmado que
limitar la ingesta de calorías supone un aumento de la esperanza de vida en
todas las especies estudiadas, desde la mosca de la fruta hasta los primates.
Los habitantes de Okinawa son, probablemente, el mejor ejemplo de población
humana que ha aprendido de esa regla.
Todo lo que
hemos dicho hasta ahora sobre la gordura creo que puede resumirse en lo que me
decía, con estas palabras, un paciente en la consulta: “No soy capaz de levantarme de la mesa con hambre, y
así estoy”. Mire si está o no relacionada la obesidad con la voluntad. Aunque
inversamente. Menos voluntad, más obesidad.
Pero lo peor aún, es lo que les espera a
las personas con adicción a la comida a partir de ahora. Lo mismo que les
sucedió antes a los adictos al alcohol y al tabaco. Era y es tal el número de
adictos que la industria farmacéutica vio un filón de oro y comenzó a
"investigar" para encontrar medicamentos contra el alcoholismo y el
tabaquismo, con escaso o ningún éxito, aunque vendieron y venden - más con el
tabaquismo que con el alcoholismo- por el buen marketing que hacen. Y también
desde hace años se dedicaron a "investigar" para encontrar fármacos
para las enfermedades más frecuentes causadas por estas dos adicciones:
hepatopatía alcohólica crónica, cirrosis hepática y enfermedad pulmonar
obstructiva crónica (EPOC) tabáquica. No lograron medicamento alguno que
cambiase la evolución inexorable de estas enfermedades, pero para la EPOC
tabáquica, debido a que cuando uno respira mal no hay nada que importe más, han
conseguido fármacos que solo alivian levemente la dificultad para respirar a
algunos pacientes, y a lo que no se la alivian los médicos les dicen que tienen
que tomarlos igualmente por un efecto “beneficioso” desconocido para ellos,
porque estos enfermos son capaces de tomar una docena de inhaladores al día
esperando que alguno les alivie la asfixia. Los broncodilatadores inhalados no
cambian la evolución de la EPOC tabáquica y la mayor parte de los enfermos, aún
sin notar beneficio alguno, los siguen tomando por prescripción médica, a causa
de la gran influencia comercial de la industria farmacéutica. Esta incluso
consiguió últimamente que se aprobara la utilización de los corticoides
inhalados, fármacos beneficiosos para los pacientes asmáticos, pero nada o
incluso perjudiciales, para los enfermos con EPOC tabáquica.
Y esto mismo ocurrirá con la obesidad a
partir de ahora. Porque la Asociación Médica Americana acaba de conceder a la
obesidad el status de enfermedad, o lo que es lo mismo, medicalizar la
obesidad. Y aunque hasta ahora no se haya obtenido medicamento alguno eficaz,
ni se obtenga, para perder peso, la industria farmacéutica logrará que fármacos
de dudosa o ninguna eficacia se vendan y le reporten pingues beneficios, como
sucede con los de la EPOC tabáquica, demencia senil, etcétera.
Harry Loynd, presidente del importante laboratorio
farmacéutico Parke, Davis and Company, desde 1951 a 196, dijo hace años
en una reunión de la empresa: "Si pusiéramos estiércol en una cápsula, la
venderíamos al 90% de estos doctores”.
¡Qué pena da que los médicos agasajemos
tanto a las compañías farmacéuticas a cambio de convites para asistir a reuniones en bellos lugares y buenos hoteles, en las que “líderes
de opinión”, bien escogidos y compensados económicamente por ellas,
catequicen sobre la excelencia de sus
medicinas!
“Coma
poco: ahorrará, se moverá mejor, e irá más tarde para el cielo”
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