Para dejar de fumar
“El tabaco
es una sustancia única en el hecho de que mata al 50% de las personas que lo
consumen. No hay otro producto que se le acerque ni remotamente” (Judith Mackay)
Cuando bajaba hace pocos días sobre las 12
del mediodía a la cafetería saludé a una distinguida y encantadora administrativa
del hospital. Se paró para decirme que había leído mi artículo de “Tabaco y
cáncer de pulmón” y preguntarme cómo había dejado de fumar, “aunque me han
dicho que aún fuma algún puro”. Me dijo también que ella fumaba menos de diez
cigarrillos al día y me preguntó si esa cantidad le podía hacer daño.
—He leído en alguna ocasión —le dije—, aunque no recuerdo donde ni que
validez científica tiene, que se puede fumar un cigarrillo a la semana sin
riesgo para la salud, y a partir de ahí comienza el peligro. Y por supuesto, el
daño del tabaco aumenta en proporción directa con el número de pitillos fumados.
Fumar menos de diez cigarrillos hace menos daño que fumar más de veinte, pero
es mejor no fumar ninguno. Continué diciéndole que sí era verdad que después de
haber dejado de fumar hace muchos años en alguna celebración había fumado un
puro, pero que no se lo recomendaba hacer cuando dejara de fumar, porque
probablemente volvería a caer. Y añadí: cuando fumé algún cigarro ya estaba
seguro qué no volvería a fumar nunca más, y ya hace mucho tiempo que no fumo
ninguno.
Me preguntó de nuevo como lo había dejado y si me había costado mucho. Le respondí que había dejado de fumar, dejando
de fumar, no llevando ningún cigarrillo más a la boca, como hacen, aún ahora,
los que dejan de fumar. Cuando lo dejé todavía no había esas “ayudas” que hay
ahora, que ayudan poco. Conseguí dejar de fumar porque mi fuerza de voluntad —lo
más importante para cesar de fumar— permitió que lo pasara mal unas semanas mientras
mi cerebro le ganaba el combate a la nicotina. Ahora la gente quiere dejar de
fumar “sin pasarlo mal” y es un gran error, porque no es posible vencer ninguna
adicción sin pasarlo mal, al menos para la inmensa mayoría de las personas. Y
el fumador es un adicto a la nicotina. Le expliqué que ya recordaba mal lo que
me había costado, pero que estaba seguro de haber hecho más de dos intentos
antes del definitivo. Pero le conté que recordaba muy bien lo que me pasaba
cuando en los intentos previos conseguía dejar el tabaco unos días y volvía a
fumar un cigarrillo: en unos segundos notaba como la nicotina llegaba a mi
cerebro, pero también viajaba hasta los pies, produciéndome una sensación
difícil de describir. Esta sacudida de la nicotina en mi cerebro y en todo mi cuerpo
conseguía que poco después “necesitase” fumar otro pitillo. Había tragado el
anzuelo, estaba enganchado de nuevo…, hasta el último intento, en que la vencí
y ya no volvió a agitarme. No es imposible dejar de fumar. Mire, todo es
imposible, para usted o para mi, si nos lo parece. En 1980, antes de la llegada
de la farmacoterapia para el tabaquismo, se hizo una encuesta entre los exfumadores
británicos y el 53 por ciento dijeron que no había sido nada difícil dejar de
fumar, un 27 por ciento que había sido bastante difícil y el resto muy difícil.
Le pregunté a que años había comenzado a fumar, el por qué, y si nunca
había estado sin fumar después de haber empezado. Me dijo que ya pasaba de los
18, que no sabía por qué había comenzado, tal vez por “chulería”, y que había
dejado de fumar cuando quedó embarazada.
—Muchas
mujeres dejan de fumar cuando se quedan embarazadas, como lo hizo usted. Siempre
me ha llamado la atención. Haber dejado de fumar durante el embarazo significa
que puede dejarlo también ahora. Dejó de fumar en el embarazo por la motivación
más importante para una madre, no hacerle daño a su hijo. Sin embargo, después
del parto un gran número de las mujeres que lo han dejado vuelven a fumar, igual
que hizo usted. No hacer daño al hijo que llevan en el vientre es mucho más
importante para ustedes que no hacerse daño a sí mismas. ¿Acaso no sigue siendo
importante que para su hijo o hija que usted no pierda años de vida? Escuche
con atención: recuerdo a una expectante joven abuela, 44 años, con un cáncer de
pulmón y metástasis en otros órganos, cuando hace unos años me preguntaba si
duraría para ver a su futura nieta, “porque ahora no me viene bien morirme”,
decía. Había fumado desde los 20. Se murió sin verla.
—Oiga, oiga, yo no quiero perder años de vida; fumo porque para mí fumar
es un placer.
—Decía
Juvenal que lo que da valor a un placer es usarlo raramente. Estoy de acuerdo con
él y hasta creo que lo que hacen algunas personas, fumar algún cigarrillo muy
de vez en cuando, como hacían las mujeres mayores de mi aldea que fumaban el
día de una boda o en la fiesta del pueblo, puede entenderse, aunque el placer
sea dudoso. Y no estoy de acuerdo con lo que dice, que fumar sea un placer. Para
la persona alcohólica tomar todos los días la bebida o bebidas a las que es adicta
también es un placer. Usted cree que lo hace por placer y no es verdad; usted fuma
porque es adicta a la nicotina. Con respecto a la pérdida de años de vida,
escuche, por favor. Hace años se hizo un
estudio muy serio con médicos ingleses durante más de cuarenta años, en el que
una mitad dejó de fumar al inicio del estudio y la otra mitad continuó fumando.
Pues bien, los que fumaron más de 25 cigarrillos al día vivieron 10 años menos
que los que habían dejado de fumar y los fumadores de menos de 20 cigarrillos
al día perdieron 7,5 años. Usted, si sigue fumando, puede tener suerte y ser de
las personas que no pierden ningún año de vida —ojalá—, para compensar a los
perderán 15 años en su grupo. Pero atienda bien, morirse por echar humo es la
mayor estupidez que uno puede hacer en la vida y dejar de fumar es una de las
cosas más importantes que decimos que hemos hecho los exfumadores. Aún aceptando
que para usted fumar sea un placer, las cosas buenas que se producirán, y
notará, cuando cese de fumar son superiores: no volverá a tener toses
matutinas, sufrirá menos bronquitis, recuperará el olfato y el gusto que había
perdido y las comidas ya tendrán el olor y sabor normales, desaparecerán sus
dolores de cabeza, mejorará el color y textura de su piel, se arrugará menos y
más tarde, se irán los hormigueos de las manos si los tenía, desaparecerán los
malos olores de los vestidos, ahorrará, y otras cosas que me callo.
—Y
le voy a decir algo más. No sé si ha oído hablar de Magic Johnson. Fue un
fenomenal jugador de baloncesto en el equipo de Los Angeles Lakers de
—Bien,
le he escuchado atentamente, y creo que tiene razón en que lo más importante
para dejar de fumar es la fuerza de voluntad. Me di cuenta cuando dejé de fumar
al quedarme embarazada. Pero dígame, ¿hay algunas ayudas farmacológicas que
valgan la pena?
—La
mayor parte de las personas que dejan de fumar, aún hoy, lo hacen sin ayuda
farmacológica alguna. La cesación no asistida continúa a la cabeza del otro
método más utilizado, los fármacos para dejar de fumar. Lo que pasa es que la
cesación no asistida, es decir lograda por uno mismo, es rara vez enfatizada y
aconsejada para los fumadores. Y la eficacia de otros tratamientos
farmacológicos está engrandecida en los estudios porque la mayor parte de ellos
están financiados por las compañías farmacéuticas que venden estos fármacos; en
los estudios que no han sido financiados la eficacia es menos de la mitad que
en los financiados.
—Entonces
no me queda otro remedio que escoger entre tabaco o salud.
—Sí, esto era lo que decía la publicidad del INSALUD de hace muchos años, y añadía: “tú decides”. Puede dejarlo ahora. Nadie se ha muerto por dejar de fumar. Se mueren todos los días muchas personas por seguir fumando.
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