COVID-19: Lo primero, no hacer daño






“Debéis tener dos objetivos especiales con respecto a la enfermedad, hacer el bien o no hacer daño” (Hipócrates)






    Estos eran los objetivos o recomendaciones que aconsejaba Hipócrates a los médicos en su libro “De las epidemias”. Cuando ocurre una epidemia como la actual, causada por un virus para el que no disponemos de tratamiento efectivo, muchos médicos recurren a utilizar medicamentos, aunque no se haya demostrado objetivamente su eficacia. Esto ha sucedido ahora con la utilización de cloroquina o hidroxicloroquina, una quinina utilizada para tratar la malaria. Este medicamento ya se había utilizada en la gripe española (por cierto, su origen fue en Estados Unidos de América y no en España) de 1918-1919, sin eficacia alguna.
    Ahora, la OMS ya ha desaconsejado este fármaco que se ha utilizado en los hospitales de muchos países para tratar la COVID-19 y no se sabe sí, además de ser inefectivo, pudo contribuir a un aumento del número de muertes por los efectos adversos o toxicidad. Hace unos días se murió el urólogo chino Hu Weifeng, enfermo de la COVID-19, que se había despertado de un coma con la piel ennegrecida por un daño hepático causado posiblemente por la cloroquina o por ribavirina-interferon alfa.
    En medicina, en enfermedades como la COVID-19, cuando no disponemos de un tratamiento que haya demostrado ser efectivo lo mejor puede ser no hacer nada y no ceder al impulso de tener “hacer algo”. No siempre “hacer algo” en la práctica médica es más beneficioso que “esperar y ver”, sin hacer nada. Esto no quiere decir que no se puedan utilizar tratamientos empíricos, pero siempre de una forma experimental y comparándolos con placebo en ensayos controlados aleatorizados.   
    Los médicos no son todos iguales. Unos ceden más fácilmente a este impulso de hacer algo, y a otros no les gusta prescribir medicamentos si no han demostrado mayor beneficio que perjuicio. Hay médicos muy prescriptores y otros poco prescriptores. En algunos de los muy prescriptores puede tener que ver una relación inadecuada con la industria farmacéutica.
    He trabajado hasta ahora en cuatro hospitales. En el primero dos meses, en el segundo un año, en el tercero poco más de tres años y en el último más de treinta años. En el mejor, el tercero, en el que me formé como especialista en neumología, el hospital Marqués de Valdecilla de Santander, las hojas de tratamiento de los enfermos a su ingreso eran las que estaban menos escritas, con menos medicamentos. Si el paciente ingresaba por fiebre de causa desconocida solo se utilizaba un antitérmico hasta que se conocía la causa para tratarla. En los otros hospitales, sin conocer la causa de la fiebre, se le solían recomendar antibióticos de forma empírica, aunque no se sospechase cuál podía ser la causa. La utilización inadecuada de medicamentos, además, puede enmascarar y dificultar el hallar la enfermedad causante.
    Las neumonías por virus influenza, el que causa la gripe, pueden ser igual de graves, incluso con igual o mayor mortalidad. Afortunadamente, son muy poco frecuentes. Al virus influenza causante de neumonías lo conocemos desde hace mucho y seguimos sin disponer de tratamiento efectivo. Y esto mismo podrá acontecer en las neumonías causadas por este tipo de coronavirus. 
    En la COVID-19, en mi opinión, lo primero es no añadir más daño al ya causado por el virus.




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