¡Qué desgracia que un médico diagnostique erróneamente!
“Es
menester en cualquier médico, primero hacer ciencia, después uso y experiencia”
(Guy de Chauliac)
Hace unas semanas acudió a mi consulta una
señora de mediana edad que había sido diagnosticada de asma por un neumólogo y
le había dicho que el inhalador que le prescribía, con un broncodilatador y un
corticoide asociados, era para toda la vida.
Lo de “para toda la vida” a la señora le
había preocupado muchísimo. Pensó que sería conveniente pedir la opinión de
otro neumólogo, y por eso vino.
Tenía bastantes kilos de más y el único
síntoma que refería era que por la noche notaba a veces ruidos en el tórax
(“gaitas”, decimos en Galicia). Incluso había comenzado a hacer las
inhalaciones del medicamento como le había recomendado el otro neumólogo hacía
una semana y le parecía que tal vez respiraba mejor. Esto sucede muchas veces
con los medicamentos por el efecto placebo (placebo es una sustancia que carece de acción beneficiosa
o curativa pero produce un efecto terapéutico si el enfermo la toma convencido
de que es un medicamento realmente eficaz; se dice que la fe del paciente en el
medicamento y en el médico da lugar al efecto placebo), porque nos gusta
tomar medicinas y pensamos que si el médico nos las ha prescrito es porque las
necesitamos, y esto último no es verdad. Se recomiendan todos los días, en todo
el mundo, muchísimas medicinas innecesarias, y el problema no es solo que sean
innecesarias, sino que pueden causar efectos adversos importantes.
La auscultación pulmonar de la señora era
normal, la espirometría también era normal, así como la forma de la curva
espiratoria. Incluso si la forma de la curva fuese obstructiva, podría
achacarse a la obesidad.
Acordé con ella que suspendiese el
inhalador, ya que los ruidos sibilantes que presentaba ocasionalmente, y que
había aumentado con una bronquitis aguda, podrían deberse al sobrepeso del
tórax, que al “apretarle” los pulmones puede hacer que los bronquios silben por
la noche, sobre todo estando en decúbito supino, como le sucedía a ella. Si
padecía asma, entonces los síntomas tarde o temprano empeorarían probablemente
al suspender el inhalador.
Le recomendé que si empeoraba me llamase
para volver a explorarla y realizar una nueva espirometría para ver si había
cambios en la exploración y/o función pulmonar que permitiesen diagnosticar
asma. Después de varias semanas de haber suspendido el medicamento está bien, sin
síntomas ni cambios en la espirometría.
Hay un número apreciable de personas que está
tomando corticoides inhalados por haber sido mal diagnosticado de asma. Además
de no necesitarlos, los corticoides inhalados tienen muchos efectos adversos.
Hacen aumentar de peso con una distribución de la grasa característica, las
cataratas puedan aparecer más precozmente, producen efectos adversos en los
huesos… y muchos más. Los efectos euforizantes y el aumento del apetito pueden
ocasionar adicción y dependencia en algunas personas, y siguen tomándolos
aunque no las beneficien por no padecer asma. Un estimable porcentaje de
personas con obesidad está tomando corticoides inhalados. El problema es que
hayan sido mal indicados. Los corticoides inhalados solo están indicados en el
asma.
Los médicos podemos equivocamos como otros
profesionales, pero es muy difícil encontrar un médico que admita haberse
equivocado. Casi siempre se le echa la culpa al enfermo por no haber contado
bien las cosas. Y esto casi nunca es así.
Lo de contar bien las cosas en la
entrevista depende de nosotros, los médicos, del tiempo que le dediquemos a
escuchar al enfermos, primero, y de las preguntas que le hagamos después. Recuerdo
la maravillosa conferencia de un hematólogo americano en una reunión del
Colegio Americano de Tórax en Estados Unidos, que contaba lo de una chica
diagnosticada de anorexia nerviosa a la que ya habían visto muchos médicos y
estaba en situación terminal. El padre, también médico, habló con el hematólogo
que pronunciaba la conferencia, amigo suyo, para preguntarle por algún médico
al que llevar a su hija después de haber recorrido muchos que seguían aceptando
el diagnóstico de anorexia nerviosa del primer médico que la había visto. Le
recomendó que la llevara a un especialista de digestivo. Los padres, al llegar
a la consulta, quisieron entregarle todos los informes que traían de otros
médicos. Él les dijo que no quería ver los informes de momento, que quería que
la chica y ellos, sus padres, le contasen los síntomas desde el comienzo. Tenía
en la pared situada enfrente de su mesa de despacho esta inscripción que puse
en mi consulta al llegar de regreso a España: “Si escuchas al enfermo, el te
está diciendo el diagnóstico”. Esta frase es de William Osler, canadiense, uno
de los mejores médicos del siglo pasado. El diagnóstico de anorexia nerviosa era
erróneo. Le diagnosticó enfermedad celíaca y al poco tiempo la hija de aquel médico
hacía vida normal.
El diagnóstico erróneo puede quedar para
siempre si el paciente no tiene la suerte de encontrar un buen médico que dude
de cualquier diagnóstico realizado previamente, si los síntomas y la evolución
no concuerdan con los de la enfermedad diagnosticada.
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