¡Cómo ha cambiado el mundo!





“No hay nada permanente, excepto el cambio” (Heráclito)






    Hasta los 20 años, solo conocía mi aldea, el pueblo de Corcubión, donde estudié bachillerato, y Santiago, donde terminé el bachillerato y estudiaba medicina. A los 20, en cuarto curso de medicina, salí por primera vez de Galicia para hacer las milicias en Monte La Reina, Zamora. En esos dos veranos de mili, también conocí Salamanca.
    Fui en avión por primera vez a los 32 años, para asistir a un congreso médico en Mallorca. Tenía mucho miedo a volar. Me tomé uno o dos wiskis en la cafetería del aeropuerto de Santiago de Compostela, donde estaba don Camilo José Cela y su mujer. Los wiskis y el escritor de Padrón me tranquilizaron algo. Pensé que volando un señor tan importante, el comandante haría todo lo posible para que el avión no se cayera. ¡Juro que lo pensé! Luego, estuve a punto de bajarme del avión al ver que sólo subía su mujer. Pensé algo que no puedo decir, aunque no vi al escritor hablando con el comandante. Era su primera mujer y estaban muy serios.
    Esto podría ser argumento suficiente para justificar el título del escrito. Es verdad, mis hijos volaron a edades tempranísimas y a lugares muy lejanos, y mis nietas viajaron en avión antes de cumplir el año. Y yo, después de la edad de Cristo.
    Pero no es solo por esto por lo que ha cambiado el mundo. No recuerdo ahora como eran las azafatas de aquel primer vuelo a Mallorca. Pero recuerdo las de algún otro, también de hace mucho. No me olvido de las de uno de Madrid o Barcelona a Vigo en Aviaco, compañía que luego, creo, se integró en Iberia. Tres azafatas guapísimas, que me trataban muy amablemente, quiero pensar que mejor que a los demás, así tiene más mérito, sonriendo siempre… y con aquel  “caballero, ¿desea una copa más de vino?”. Fue tan exquisito y coqueto el trato que yo acabé pensando que se habían enamorado de mí, como yo me había enamorado de ellas, de las tres.
    Hace pocos días volé de Vigo a San Antonio (Texas). Vi lo mismo que hace dos años, cuando volé a Los Ángeles para asistir a un congreso médico, como ahora. Tanto en el avión de Vigo a Madrid (Iberia) como en el de Madrid a Dallas y en el de Dallas a San Antonio (American Airlines), no vi a ninguna azafata guapa, o al menos bien parecida. Tampoco los ayudantes de vuelo que no eran mujeres eran guapos o bien parecidos. Y la mayoría estaban más cerca de mi edad que de los 40. Había un 50 por ciento de cada uno de los géneros, más o menos (bueno, ahora al parecer hay más que dos)
    Además, antes, como en aquel vuelo de Aviaco, los ayudantes (¿las ayudantas?) de vuelo eran todas mujeres. Es decir había solo un género, ahora hay ayudantes de vuelo (digo así por no decir azafatos y azafatas) de los cinco o más géneros que existen actualmente. En el vuelo de Dallas a San Antonio, ninguno de los tres ayudantes pertenecía al género femenino; eran los tres del resto de géneros.
    Espero que no piensen que esto es machismo. Y también espero, que las mujeres que lean esto estén de acuerdo conmigo y reconozcan que a ellas, cuando vuelan, les gustaría que los azafatos fueran Leonardo Di Caprio, o ese del pelo blanco que anuncia el Nespresso, o el exmarido de Angeline Jolie. Estoy seguro o casi que el vuelo les resultaría más agradable y que desearían que durara un poco más como deseé yo en aquel de Aviaco. No me hubiera importado que el piloto no parara en Vigo, siguiera para América.
    Estas son las cosas, además de internet, los teléfonos móviles y muchas otras cosas, que hacen que uno vea el mundo distinto, cambiado. ¿Para bien? Sí, posiblemente. Aunque yo preferiría que los ayudantes de vuelo fuesen todos como los de antes, como las de aquel vuelo de Aviaco.    
    Imagino que esto tal vez se debe a que ahora los sueldos de los ayudantes son más bajos. Antes se decía que las azafatas tenían muy buenos sueldos. Ahora, aquellas azafatas del vuelo de Aviaco, ganarían mucho más yendo a Masterchef o participando en los programas de las tardes de Tele 5.
    Mañana vuelo de nuevo, al revés. Ya les contaré.

  

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