De médicos y pacientes
“Lo que
sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano” (Sir Isaac Newton)
Hace pocos días le aconsejaba a una madre que
le preguntara al médico si ya podía suspender el fármaco antidepresivo a su
hija, después de unos meses de tratamiento, porque estos medicamentos hacen
cambios en el organismo y crean dependencia, y después cuesta mucho dejarlos. Los
síntomas que aparecen al suspender estas medicaciones están más relacionados
con la abstinencia que con los de la depresión. La madre me dijo que no lo
haría porque él médico ya le había dicho que tenía que tomarlo al menos durante
un año y que probablemente le contestaría que el médico era él.
Ese mismo día, una enferma que acudía a
revisión por una enfermedad pulmonar crónica me comentó que su doctora le había
dicho que si tenía cuartos para ir a un médico privado que comprara las medicinas
si le prescribía alguna, y que no la enviaba a las consultas hospitalarias por
estar consultándose con un médico privado.
No entiendo como a un médico, ya ejerza en
la medicina pública o privada, le pueda molestar cualquier pregunta o cuestión que
le haga el paciente o un familiar. Nuestro deber, al ejercer la medicina en la
sanidad pública o privada, es responder a las preguntas que nos formule el
paciente o sus familiares y justificar las respuestas con razones evidentes,
demostradas si las hay. En el primer caso, porqué debe continuar tomando esa
medicación y en el segundo tratándole igual que a cualquier paciente que no
hubiese consultado a un médico privado. En mi opinión, los enfermos consultan a
los médicos privados por distintos motivos: por la tardanza para las consultas
con el especialista en la sanidad pública, porque a pesar de habérsele
realizado múltiples pruebas aún no ha sido diagnosticado, para una segunda
opinión, por recomendación de amigos o familiares para consultarse con un
doctor prestigioso (los médicos no son todos iguales de buenos como tampoco los
son los fontaneros o abogados), etcétera.
Dijo hace muchos años Gregorio Marañón, “no
hay enfermedades, hay enfermos”, y es así. La hija de esta señora se había
venido abajo por la ruptura con su pareja y estaba pasando el duelo. A veces
los médicos enseguida tomamos la decisión en estos casos de iniciar tratamientos
con ansiolíticos y/o antidepresivos (estos últimos se pusieron de moda por el
marketing de las farmacéuticas con la complicidad de los médicos y les llamaron
en los ambientes de Hollywood las “píldoras de la felicidad”), que lo que hacen
es “enganchar” a los que los toman para tener que seguir tomándolos, a veces toda
la vida, con inmensos efectos adversos y grandes beneficios para las compañías farmacéuticas.
Es decir, hacen cambios en el organismo hasta crear dependencia de ellos. Esto le
sucedió a mi madre, a raíz de la muerte de su primer hijo, y conozco miles de
pacientes que llevan varios años tomando medicamentos antidepresivos y que “no
pueden dejarlos”. Tal vez, al menos en algunos casos, sería mejor esperar a que
situaciones dolorosas, como los duelos, se curaran con el tiempo o con la ayuda
de psicoterapia.
La otra actitud del médico es muy
frecuente. La envidia también existe entre los médicos y a veces el que solo
ejerce en la medicina pública cree que los médicos de la privada se “forran”. Además,
algunos desprestigian a la medicina privada, sin razón alguna,
intencionadamente, porque ellos no la ejercen. La buena medicina pública es
igual que la buena medicina privada. Hay buenos médicos en la medicina pública
y buenos médicos en la medicina privada. Hay una diferencia: en la medicina
privada hay que competir y en la pública no se compite. A final de mes cobra lo
mismo el buen médico que el menos bueno o el malo.
Conozco muchos casos de médicos como los
del segundo ejemplo que, después, cuando ellos o sus familiares enferman, van
al mejor médico, aunque ejerza solo en la medicina privada.
¿Quién somos los médicos para decir nada a los
enfermos que eligen ir a médicos privados? ¿Acaso no elegimos teléfono móvil,
más o menos caro, coche, etcétera, dependiendo de nuestras posibilidades
económicas? ¿No es más importante elegir médico que móvil?
La elección libre de médico debería estar
permitida en la sanidad pública como lo está en otros países europeos. Poder
elegir médico es lo más importante cuando uno está enfermo. Los que pueden, ya
sean de “derechas o izquierdas” (no me gusta esta división, es solo para
entendernos) eligen médico para ellos y sus familiares, y también buena
educación privada para sus hijos.
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