Contigo, en la playa de Barrañán






“El signo más cierto de la sabiduría es la serenidad constante” (Michel de Montaigne)





    Empiezo con esta frase, que te la dedico, porque te va como anillo al dedo. Pero no sólo serenidad es lo que tienes. Tienes también mucha belleza y dulzura.
    Anteayer, cuando llegué a la playa de Barrañán, en Arteixo, donde estabas con tus padres y tu hermana, me miraste y te sonreíste como haces siempre. Me miraste con esos ojos azules grises y verdes tan bonitos, que dicen tanto, e hiciste ademán para venir conmigo. Y viniste encantada a mis brazos. Qué feliz me haces cuando estás en mis brazos.
    También tú estabas feliz, te reías conmigo cada poco, levantando y dejando caer con tus preciosas y diminutas manos la arena de la playa. Pero sin perder detalle de lo que sucedía a nuestro alrededor, como cuando te quedaste un buen rato mirando al ultraligero -creo que se llama así- que volaba sobre la playa y el mar.
    Pero lo mejor vino después, cuando tú y yo caminábamos por el tablado de madera que enlaza la playa con la carretera. Tu madre nos hizo un vídeo desde atrás, a nuestras espaldas. Ibas preciosa, con tu vestidito rojo sin mangas, tu camiseta blanca por dentro del vestido y la camisola blanca de tu padre envolviendo la cabeza para protegerte del sol. Como una pequeñita zíngara preciosa. Y qué bonito tu caminar, descalza, cogida de mi mano, parándote de vez en cuando para coger algo del suelo que llamaba tu atención.
    Hace poco un amigo mío, cuando te vio en el parque de La Coruña donde te llevan habitualmente tus padres, dijo algo de ti que me gustó muchísimo pero que no soy capaz de recordar. La pena es que tampoco él recuerda las palabras exactas. Pero venía a decir que tu mirada tenía un encanto especial, que tu hermana -me van a criticar por volver a citar a Valentina cuando te escribo a ti- será una artista preciosa, pero que tú serás una artista especial, de las que dejan huella, por tu dulce y encantadora mirada y por tu sosiego.
    ¿Y tú risa? Solo se puede comparar con la de otra niña que conozco y no puedo citar, pero tal vez, aunque es difícil, la tuya sea aún más encantadora.
    Además, tu delicadeza y tu mirada cautivan.
    Gracias Uxía, muñequita, por tantos momentos maravillosos. Vas a tener que disimular tu gracia hacia mí porque he empezado a notar celos en otros miembros de tu familia. Aunque te quieren muchísimo. Lo mismo que yo.




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