"Impuestas"


“Veo los peligros de la vida presente; peligro en el mar, peligro en la tierra y peligro en los falsos hermanos” (San Pablo) 

 “El único vicio que no puede ser perdonado es el de la hipocresía. El arrepentimiento del hipócrita es hipocresía en sí misma” (William Hazlitt)



    No se preocupe. No voy a hablar del femenino de impuestos. Voy a hablar de una palabra que utilizaban y utilizan los mayores de mi aldea -mi madre la utilizaba muchísimo- para referirse a las personas falsas, a aquellas que piensan algo desfavorable de uno y dicen otra cosa o la contraria. Miré en el diccionario y no encontré esta acepción de "impuestas" en el idioma español.
    Mi madre, incluso en los últimos años de su larga vida, cuando ya padecía demencia, la seguía empleando tanto o más que antes. Estaba sentada, y cuando alguna cuidadora de la Residencia donde estaba pasaba a su lado, si no era de su agrado, me decía, a veces casi en voz alta, que era una impuesta. Si al pasar le hablaba, mi madre también le respondía de una forma “impuesta”, sonriéndole, y notando yo, porque la conocía bien y por lo que me acababa de decir, que su respuesta y sonrisa agradables eran falsas.
    Recuerdo mucho esta palabra porque cuando era joven la oía muchísimo. Para definir a una persona desfavorablemente era frecuente que se dijera de ella que era muy impuesta. Tal vez la equivalencia de la palabra impuesta para la gente de mi aldea es la de hipócrita, falsa. 
    Y la recuerdo cada vez más -a mi madre también- porque ahora ella, mi madre, la utilizaría para definir a alguno de los políticos actuales que no dejan de marear la perdiz, que dicen una cosa y piensan otra o la contraria. Estoy seguro que diría: “este no me gusta nada, me parece un impuesto”.
    También es verdad que las personas “impuestas”, cómo este u otro político, solían tener bastante chulería. No se solía aplicar esta palabra a las personas tímidas.  
    Pensándolo bien, ¿quién no ha sido alguna vez “impuesto”? Los ingleses, a quienes admiro, son bastante “impuestos”, hipócritas. Pero esa diplomacia -polite, como dicen ellos- no es mala. Como bien dice un proverbio chino, “si callas lo que no estás obligado a decir, ganarás siempre”. Y, por otra parte, decir lo que uno piensa de ella a la otra persona puede no ser de buena educación. Lo dijo muy bien Enrique Jardiel Poncela: "la sinceridad es el pasaporte de la mala educación".
    Pero una cosa es no decir todo lo que pensamos y otra muy distinta es decir todo lo contrario de lo que estamos pensando de la persona con quien estamos hablando. No son obligados los falsos halagos, ni los desagrados son de buena educación. Es mejor callarse.


   

    


    

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