¿De quién hablamos?
“Los únicos que están siempre de vuelta
de todo son los que nunca han ido a ninguna parte” (Antonio Machado)
Cuando lo vemos en la pantalla de
televisión en una sesión del congreso de los diputados, y él sabe que está
saliendo en directo, su gesto facial es muy demostrativo, o al menos lo parece,
de lo que hay dentro de su cabeza.
Como es guapo, y lo sabe, da la impresión de
que su mueca ha sido ensayada infinidad de veces delante del espejo. Sus ojos
miran fijamente al que está hablando en la tribuna de oradores para dar la
impresión de que está atento, pero se intuye un cierto tono despreciativo y de
superioridad… Apenas gesticula, pero cuando lo hace, muy comédidamente, levanta
ligeramente las cejas y los párpados, intenta poner cara de inocencia, de que
no es verdad lo que dice el orador, de que este está muy confundido con las
afirmaciones críticas que hace sobre su persona. Casi nunca se rebaja a hacer
comentario alguno con el segundo, que está sentado a su izquierda.
Su gesto suele ser serio. A veces le sale
una sonrisa corta. Si la risa es algo más intensa o prolongada parece falsa, no
espontánea. Es muy poco natural. Aunque es guapo, no triunfaría para actor de
cine.
No toma nota alguna de lo que dicen los
otros oradores para contestarles. No lo necesita porque va a decir y dice lo
que ya tenía pensado anteriormente, que suele ser la misma cantinela que ha
dicho en múltiples ocasiones, dentro y fuera del congreso. No estoy seguro,
pero tal vez lo haga por no agachar la cabeza y seguir saliendo muy guapo en la
TV. Hasta puede pensar que al agachar la cabeza y no salir su cara bonita en la
imagen puede hacerle perder votos en las próximas elecciones. Que, si sólo de
él dependiese, no sucederían hasta que él las ganase.
Cuando sube a la tribuna para hablar o
responder a otro parlamentario lo hace convencido de que no hay nadie que lo
haga mejor que él. Serio, incapaz de hacer reír alguna vez a los diputados de
su grupo. Gesticula con los brazos y las manos imitando a algunos de sus
antecesores en el cargo. Termina las frases con afirmaciones negativas sobre
sus adversarios, para él enemigos, repitiéndolas varias veces, lentamente, pensando que ¡cómo no se las van a creer los que lo escuchan,
diciéndolas él, el parlamentario más atractivo!
No tiene sentido del humor y pierde casi
siempre en los enfrentamientos cara a cara con otros jefes de grupo porque no
es capaz de improvisar ni de decir las cosas duras que dice, dulcificándolas,
con retranca, como hace su contrincante gallego.
Tiene muy mal perder porque no entiende
como a él, el más guapo, no le haya votado un mayor número de españoles,
diciendo, prometiendo, lo que él dice y promete: que quiere la igualdad, y
beneficiar a los más pobres y también a los más gandules aumentando el gasto
público, subiendo los impuestos a los que trabajan. Dicen de él que casi solo ha
“trabajado” en lo que lo hace ahora.
Ha dicho, después de celebrarse las últimas
elecciones autonómicas en Andalucía, que el que pierde debe irse y dejar
gobernar al partido más votado. Pero él no cree que deba irse. Él no ha
perdido, se han equivocado los españoles porque le han votado menos que a su
enemigo gallego, indecente según él y menos guapo.
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