Lo público y lo privado




     
“Cuando el bien común de una sociedad es considerado como algo aparte y superior al bien individual de sus miembros quiere decir que el bien de algunos hombres tiene prioridad sobre el bien de los otros hombres, aquellos consignados en el estatus de animales sacrificados” (Ayn Rand)
"El hombre que produce mientras los demás disponen de su producto es un esclavo" (Ayn Rand)



"No lo entiendo. Si lleváis a vuestros hijos a un colegio público y los atienden en centros de salud pública y cuando te jubiles aspiras a cobrar una pensión pública… Entonces, ¿por qué coño votáis a gente que lleva a sus hijos a colegios privados, que son atendidos en clínicas privadas y que se pondrán las botas con sus fondos de pensiones privados que añadirán a sus pensiones vitalicias?".
Esto es lo que leía hace poco en algún sitio, posiblemente en una de las redes sociales y no me llamó mucho la atención, porque algo parecido lo vengo oyendo desde hace muchos años.

    En mi opinión, los ociosos ciudadanos de este país, se enredan, no sé si intencionadamente, con estos dos términos. Le dan el significado de gratuito a lo público y caro o costoso a lo privado. Para ellos la sanidad pública, la educación pública y las pensiones públicas son gratuitas y la sanidad, la educación y las pensiones privadas son costosas.

    Pues bien la sanidad, la educación y las pensiones públicas no son gratuitas, son costosas también. Las pagamos los ciudadanos con los gravámenes que nos imponen los políticos (saqueadores, les llama Ayn Rand) por trabajar. Y las sufragan más los que más impuestos pagan. Los que no pagan impuestos no contribuyen en nada en la atención sanitaria “gratuita”   que  reciben, en la educación escolar “gratuita” de sus hijos, ni en las pensiones públicas “gratuitas” que recibirán después sin haber cotizado.

  En este país todo el mundo defiende la asistencia sanitaria, la educación y las pensiones públicas, pero los que pueden acuden, cuando lo consideran mejor para su salud, su educación y su jubilación, a la atención médica privada, a la educación privada y a los planes de pensiones privados, que respaldan únicamente con su dinero. ¡Faltaría más!

    Vea sino a donde han ido cuando lo han necesitado muchas autoridades que defienden la educación y asistencia sanitaria públicas. Aún recuerdo la respuesta de Ana Belén, cuando militaba hace muchos años en el partido comunista y le preguntaron porque llevaba a sus hijos a uno de los mejores colegios privados de Madrid. Contestó, sin ruborizarse, que era porque le quedaba más cerca de su casa que otros colegios. Pues no señora, lo llevaba, y me parece muy bien, porque podía hacerlo y porque quería educar a su hijo en el mejor colegio como desearíamos, si pudiéramos, la mayor parte de los padres sensatos de este país.

    Tampoco, en mi opinión, tiene razón el que escribió esto, en la segunda y última parte de la frase del principio que termina como pregunta. Esto, a mi parecer, equivaldría a que los ricos son incapaces y deshonestos para gobernar un país y los pobres todo lo contrario. Y no es así. Solo hay que ver el ejemplo en los gobernantes de diversos países europeos y americanos, y también en el nuestro. No fueron mejores ni más honestos los que menos dinero tenían cuando llegaron a esos puestos. Un ejemplo de esto o algo parecido lo plasmó muy bien Luís Buñuel en Viridiana.

    ¿O acaso no cree que Amancio Ortega, el presidente de Inditex, hubiese sido en su momento un buen Presidente de Gobierno, o Administrador, si prefiere llamarle así, de este país? Claro que la política ha sido tan desprestigiada por los propios políticos que este señor, u otros iluminados como él, nunca hubiese entrado, y si quisiese entrar tampoco lo dejarían los profesionales de la astucia, ya que sus partidos solo permiten entrar a sumisos al líder y que no piensen. Mire sino lo que le sucedió a Manuel Pizarro, antes presidente de Endesa y hoy uno de los directivos más importantes de El Corte Inglés.

    En este país hay ciudadanos que en su vida han dado un palo al agua y se han beneficiado de todo tipo de ayudas “públicas”, y otros que han contribuido con sus impuestos a esas ayudas y les son negadas. ¿Acaso merece más consideración el flojo que no ha hecho nada en toda su vida que el trabajador íntegro que se ha esforzado durante toda ella para poder educar lo mejor posible a sus hijos y dejarles un buen patrimonio?

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