¡A ver lo que hacen los medicamentos!
“La potestad de cambiar sólo depende de nuestra voluntad” (Shakespeare)
Cada vez que pasa más tiempo, ejerciendo
esta maravillosa profesión, me doy cuenta de cosas que en un principio no me
llamaban la atención, o tal vez y mejor dicho, no me percataba de ellas.
Desde hace muchos años estoy convencido de
que si la gente previniera de verdad las enfermedades más frecuentes, no
fumando, no tomando -o tomando pocas- bebidas alcohólicas, comiendo menos y
mejor, y caminando más, sobraríamos la mitad de los médicos. De cien
enfermedades, cincuenta las produce la culpa y cuarenta la ignorancia, escribió
acertadamente el antropólogo italiano Paolo Mantegazza.
Pero, últimamente, hay otras cosas que
siguen llamándome muchísimo la atención. El otro día le pregunté a una persona
con un trastorno psiquiátrico o de la conducta, posiblemente relacionado con la
falta de voluntad y la incapacidad de resolver los problemas personales, qué
iba hacer, después de haber visitado al último médico, y me respondió: “no sé, a
ver qué hacen ellos”. Y con “a ver que hacen ellos” estaba aludiendo al médico
psiquiatra último que había visitado y a los medicamentos que le había
recomendado. No mencionó para nada “a ver qué hago yo”, cuando en estas
enfermedades, como en otras que comentaré, es tan o más
importante lo que hace el que las sufre que lo que hacen los medicamentos que
el médico le prescribe.
Esta es una de las últimas respuestas que
he oído, pero se parece a muchas otras que escuchamos continuamente de personas
o pacientes con otros trastornos.
Así, es habitual oír contestaciones
similares cuando les recomendamos a los fumadores cesar de fumar: “yo quiero,
pero es muy difícil, ¿no hay unas pastilllas que saquen las ganas de fumar?”.
¡Cuando aún hoy en día el mayor número de fumadores que deja de fumar lo
consigue con la ayuda de su voluntad, únicamente! A nadie les faltan
fuerzas; lo que a muchísimos les falta es voluntad, dijo muy bien Víctor Hugo.
Y parecidas son las respuestas de las
personas o pacientes obesos, cuando les explicamos que tienen que comer menos
para adelgazar. Además de decir que no comen nada: “si viera lo que como no se
explicaría porque estoy así”, “no puedo comer menos de lo que como”, “todos en
la familia somos de constitución (construcción, dicen algunos) así”…, suelen
añadir: “ya tengo cita para la consulta del endocrino”, “ya me va a ver el
nutricionista”…, como si para adelgazar bastase con visitar a estos
profesionales comiendo lo mismo, es decir, sin pasar hambre.
También oímos decir frecuentemente a las
personas que tienen la cifra de colesterol elevado en la sangre u osteoporosis
-que por cierto no son enfermedades, sino un factor de riesgo cardiovascular,
el colesterol, y de fracturas óseas, la osteoporosis-, que ya le dio unas
pastillas el médico para bajar el colesterol o para la osteoporosis, pero nada
dicen de que han cambiado la dieta o que ahora hacen más ejercicio, que caminan
más.
Este tipo de personas, enfermas o no,
llegan a creer, por conveniencia y/o falta de voluntad, que el médico tiene que
resolverle sus problemas de salud, o sus enfermedades, sin poner ellas nada de
su parte, sin sacrificarse.
¿Y quién tiene la culpa de esto? Ellas, por
supuesto, pero también la tenemos los médicos. ¿Por qué nosotros? Por pasar muy
poco tiempo predicando con cada uno de nuestros pacientes, informándoles, con
buenos y fáciles argumentos, que salud no es ir al médico, hacer análisis y
tomar medicinas, sino que es no fumar, no tomar bebidas alcohólicas, comer
poco, y caminar mucho -entretenerse trabajando también es salud, pero eso ya no
debería hacer falta explicarlo-. Y por tener la mano y la pluma tan prestas
para prescribir. De ahí el “a ver que hacen ellos (el médico y las medicinas)”,
sin nombrar para nada “a ver lo que hago yo”; no lo que intentaré, como casi
siempre dicen, porque intentar comer menos no es comer menos, intentar dejar de
fumar no es dejar de fumar, e intentar caminar más no es caminar más.
Si no está de acuerdo, vea el tratamiento
que figura en el informe médico después de una hospitalización o haber estado en una consulta usted o alguien conocido. La mayoría de estos informes dedican el mayor número de párrafos -casi
todos- a las medicinas que tiene que tomar, con sus dosis y frecuencias. Casi
ninguno o ninguno a recomendaciones generales beneficiosas para el paciente. Recomendaciones
que, si se hicieran y siguieran, serían, para una gran parte de enfermos,
más importantes que los medicamentos.
Para los pacientes con enfermedades
pulmonares causadas por fumar cigarrillos, enfermedades hepáticas causadas por
ingerir bebidas alcohólicas, y para los que sufren enfermedades
osteoarticulares, cardiovasculares y respiratorias causadas por comer mucho,
las mejores medidas terapéuticas -las únicas, casi se podría decir- son cesar
de fumar, cesar de ingerir bebidas alcohólicas, y comer menos para adelgazar.
Aunque no les sirvan de nada, los enfermos cumplen mejor las recomendaciones de
tomar medicamentos porque no tienen que poner nada de su parte. De ahí, “¡a ver
lo qué hacen ellos! Y para nada, ¡a ver lo qué hago yo!
Todas estas y muchas otras cosas
relacionadas con la salud siempre acaban en lo mismo: la (falta de) voluntad.
Si alguien descubriera una píldora que aumentase la voluntad de las personas
sanas y enfermas, sin efectos adversos, merecería, con tanta o más razón que el
doctor Alexander Fleming, descubridor de la penicilina, el premio Nobel de Medicina.
www.clinicajoaquinlamela.com
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