Son más prácticos y austeros, menos presumidos, y toman mucho café
“Dólares: Son esos imprudentes billetes americanos que tienen diverso valor y el mismo tamaño” (José Luís Borges).
Hace pocas semanas le decía a un compañero
médico de otra especialidad, que también asiste a congresos médicos en los
Estados Unidos todos los años y conoce bien aquel país, que me iba a la
conferencia anual del Colegio Americano de Médicos del Tórax (ACCP) que se
celebraba en Chicago, y me dijo que en esta gran ciudad americana eran todos
negros.
Ya había estado en dos ocasiones anteriores en Chicago y nunca me había fijado en eso, porque donde me había llamado la atención lo
del color de la piel había sido en Nueva Orleans, tal vez porque aún era la
segunda o tercera vez que visitaba aquel país.
Esta vez me di cuenta que mi colega tenía
razón. Pero como estuve allí una semana tuve tiempo de fijarme en otras cosas
más importantes, que acrecentaron aún más mis favorables opiniones anteriores
sobre los americanos. Creo que muchas personas que critican a esta sociedad por
su forma de vivir no han estado allí nunca, y hablan por lo que oyen a otras
personas que no simpatizan, a veces por cuestiones políticas, con los
estadounidenses. De todas formas, desde que Obama preside los EEUU me da la
impresión que en nuestro país se les critica menos.
Claro que hay pobres, también los hay aquí.
Muchos otros americanos o no americanos, pero que viven y trabajan allí, los
identifican como personas que no han querido trabajar o que son poco
trabajadoras. Mi querida prima, que vive muy bien en New Jersey desde hace
muchos años, me decía no hace mucho: “aquí, si eres trabajador siempre
encuentras y tienes trabajo; si no lo eres, te va a ir muy mal porque te
echarán de los trabajos enseguida”. Cuando me dijo esto ya cobraba el retiro o
seguridad social, pero aún trabajaba todos los días durante unas horas
realizando labores de limpieza en un hospital.
Este país, Estados Unidos, también recibe
muchas críticas porque, según se oye aquí, su sistema sanitario solo funciona
bien para los ricos. Creo que no es así. El sistema de salud que Obama quiere
poner en marcha, basado en la obligatoriedad de que todos los americanos tengan
un seguro médico, no es bien aceptado por muchos ciudadanos porque no les gusta
que el gobierno les restrinja libertades. Ellos piensan, como Chateaubriand,
que la libertad es el mayor de los bienes y la primera necesidad de los seres
humanos. Además, con la implantación de este sistema de salud, aumentarán los
impuestos, y ellos, muy individualistas, consideran más justo que cada uno se
busque la vida como pueda, como se dice en el nuestro (sólo se dice). Y no solo
piensan así los ricos. También piensa así mi primo, ahora retirado, que trabajó
como carpintero en Vall Street, quien también me dijo que para él no es justo
que los que han trabajado menos tengan los mismos derechos de todo tipo después
que los que han trabajado más. Por otra parte, en este país existe el Medicaid,
un programa de seguros de salud del Gobierno para gente necesitada.
Claro que esta sociedad también tendrá
defectos. Pero, en mi opinión, es una sociedad más práctica y austera que la
nuestra, y muchísimo menos presumida o engreída (iba a poner otra palabra en
plural, referida a las personas, que creo está aprobada por la RAE de la Lengua
pero tal vez no sonase bien aquí). ¡Ah!, también toman mucho el café, pero creo
que por esto no podemos criticarlos; tal vez esa sea la causa de que estén tan
despabilados.
Le pondré algunos ejemplos de lo que digo.
Es frecuente oír decir en España que allí no hay transporte público. Pues no es
verdad. Todos los días fui y regresé del Centro de Congresos de Chicago (Mc
Cormick Place), el más grande del mundo, desde y hasta mi hotel en autobús. La
distancia era de unas dos millas. El coste del viaje dos dólares y medio. Me
sirvió para darme cuenta, una vez más, que van siempre delante de Europa muchos
años en todo o casi todo. También en esto. Uno tiene que llevar el dinero
exacto para introducirlo en una especie de caja fuerte al lado del conductor,
posiblemente por motivos de seguridad para evitar atracos, porque el conductor
no da “vueltas”. Sistema de cobro que ya quieren copiar en Londres, según me
dijo mi amigo médico. Los autobuses van llenos de gente. Por los dos lados
interiores del autobús, de delante atrás y a nivel del tercio medio de las
ventanillas va una cuerdecita que, presionándola hacia abajo, hace sonar el
mismo timbre que cuando se aprietan los botones que hay en las columnas
metálicas verticales de sujeción para requerir la parada. Este sistema,
lógicamente, es muy cómodo y práctico para los viajeros que van sentados,
porque no tienen que levantarse para requerirla. En muchas cabinas de las
paradas del autobús -creo que también aquí hemos copiado el diseño de estas
para proteger de la lluvia a los que esperan- oprimiendo un botón metálico se
puede escuchar el tiempo que tardarán en llegar los distintos autobuses correspondientes
a esa parada, y en los laterales de la cubierta se puede ver escrita la misma
información. También me llamó la atención que todos los conductores del autobús
eran mujeres negras y probablemente muchas de ellas mayores de 70, porque
aunque soy muy malo en adivinar la edad de la gente, estoy casi seguro que
algunas me sobrepasaban en bastantes años. Allí no hay edad de jubilación, y
por lo que le entendí al taxista nacido en Sierra Leona que me llevó desde el
aeropuerto al hotel, la gente que ha cotizado comienza a percibir la “seguridad
social” entre los 65 y 75 años, pero pueden seguir trabajando. Esto es otra de
las cosas que siempre me pareció fenomenal.
En la secretaría donde se entrega la
documentación a los congresistas –por cierto, solo un librito con el programa y
ni un bolígrafo ni unas hojas para escribir-, en las puertas de las sedes del
congreso para controlar la entrada, y en las tareas de limpieza, casi todas las
personas tenían más de 70 años. Allí, en Chicago, eran todas o casi todas
negras, pero en otras ciudades americanas hay también blancos de estas edades
haciendo esas mismas labores. Me dijeron que lo hacían para mejorar la escasa
retribución de la Seguridad Social que tenían
Y de lunes a viernes, al mediodía, se puede
ver a mucha gente por la calle con paquetes de papel en la mano, en los que
llevan la comida rápida que acaban de comprar para comerla en el propio trabajo
y no perder el tiempo. Siempre me da la impresión que en Estados Unidos tienen
mucho más en cuenta que nosotros que el tiempo es oro y no se puede malgastar.
En Chicago hacía mucho frío y dos días
llovió tanto como lo hace en La Coruña o Finisterre. Pues muchos no llevaban
paraguas e incluso algunos vestían solo una camisa. Y estoy seguro que se quejaban
menos que lo hacemos nosotros.
Siempre se oye aquí decir de los americanos
que son muy ignorantes porque no saben dónde está nuestro país, España, en el
mapa. Estoy seguro que la mayoría de los americanos sabe dónde está Japón,
China, Reino Unido o Alemania. El problema no es la ignorancia de los
americanos, sino que España es muy poquita cosa en el mundo.
Al aeropuerto me llevó un joven taxista,
nacido en Mongolia, que conocía Sevilla y le había encantado la fiesta que allí
había todos los días que estuvo, aunque no sé si sabía por dónde queda España
en el mapa,. También me dijo que le gustaba mucho el Barcelona club de fútbol
y Messi. Quedamos en vernos el próximo año en el mundial de fútbol de Brasil.
Estoy casi seguro que al menos la mitad de
las personas que lean esto no estarán de acuerdo conmigo, y posiblemente tengan
más razón que yo. Pero me remito una vez más a lo que dijo Virginia Wolf: “Uno no puede esperar decir la verdad. Solo puede
explicar cómo llegó a profesar tal o cual opinión”.
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