Repetirse o cambiar











“Nunca andes por el camino trazado, pues él te conduce únicamente hacia donde los otros fueron” (Graham Bell)   








    Mi amigo me dice que no escribo de todo mal pero que me repito mucho en los asuntos que trato. Y como tiene razón, voy a intentar repetirme menos.

    Siempre me ha parecido maravilloso esto que dijo Abraham Lincoln: “no respeto al hombre que por la mañana no piensa diferente de cuando se acostó por la noche”. Y esto, creo yo, no tiene nada que ver con el “cambio de chaqueta”, sino con ser capaz de ver las cosas de distinta manera en momentos diferentes, en una palabra, con no ser rígido. Espero que no me lean mis hijos, sino ya los estoy oyendo: “Mira lo que dice, que no es rígido, y nos tuvo media hora llorando cuando éramos niños a la puerta de casa, por haber llegado por la noche más tarde de lo que nos había permitido en las fiestas de verano de Porto de Sanabria”. Aunque si los oyera, les contestaría: eso no tiene nada que ver con la rigidez, sino con la educación; si no fuera como fui duro algunas veces, a pesar de lo poco que sabía de cómo educaros y de lo poco que me agradaba hacer cosas como esas que decís, tal vez no fueseis tan fenomenales y tan bien educados como lo sois. Además, los neurólogos han demostrado que al cerebro de los niños le viene bien que a veces se le diga que no puede hacer algo que desea, sin darle explicaciones.   

    Pero vamos a lo que vamos, sino mi amigo dirá que ya vuelvo a lo mismo de siempre.  Decía Heráclito que lo único permanente es el cambio. ¡Y cuánta razón tenía! Hoy, ni usted ni mi amigo ni yo somos los mismos de ayer. Pero también es verdad que, como alguien dijo, aunque no sé quién, a los únicos que les gusta el cambio es a los niños cuando se han hecho pis y quieren que se les mude el pañal mojado por uno seco.

    Uno puede creer que le gustan los cambios y seguir haciendo lo mismo. ¿Acaso no es así? No sé lo que usted o mi amigo hacen, pero yo hago lo mismo todos los días de la semana: levantarme temprano, ir a correr, ducharme, desayunar, leer o escribir o estudiar, ir al trabajo, volver del trabajo, comer, ir al trabajo, cenar, leer, acostarme, levantarme temprano… Los fines de semana pueden cambiar algo más si no me quedo donde resido. Y esto acaba siendo una rutina. Y la rutina requiere menos esfuerzo mental, es más fácil, aunque sea menos atractiva que el cambio.   

    Pero también es verdad y fácil de comprender, por lo que siempre ha pasado, que la superación, el éxito, siempre han estado muy relacionados con ser o hacer cosas diferentes. Fleming y Ramón y Cajal no investigaron lo mismo que los demás investigadores. Picasso y Dalí pintaron diferente a los demás pintores. Michael Jackson, Freddy Mercury, Eric Clapton, Tina Turner, Los Beatles, Julio Iglesias, Raphael, Rocío Jurado…, escribieron letras y músicas de canciones, o las cantaron, de forma distinta a todos los demás. Amancio Ortega, el señor de Zara, hizo los cambios de modelos de ropa mucho más rápido que todo el resto de fabricantes. Distinto también lo hicieron Bill Gates y el creador de Facebook. Y el eslogan de Apple es “ser diferente”, y siempre, hasta ahora, lo ha sido. ¡Mire el éxito que han tenido todos!

    Estoy seguro que estará de acuerdo conmigo: es más fácil repetirse que cambiar. Lo mismo sucede con los escritos o artículos. Escribir sobre cuestiones parecidas resulta más cómodo porque uno se aprovecha de ideas y expresiones anteriores. Ahora mismo, estoy pensando que esto o algo parecido, tal vez con otro título, debí escribirlo anteriormente, porque noto que me estoy repitiendo. Y si no lo escribí, lo pensé mil veces. ¿Será así? Si lo es, entonces se demuestra la verdad de lo que estamos diciendo. Que repetirse es más fácil. Cambiar, aunque sea más atractivo, es más difícil. Fíjese si no en esos cantores o cantantes que lo hacen igual o parecido que otros, con la misma modulación de voz, y no tienen éxito alguno. Al menos yo, que tengo el mismo poco éxito que ellos, incluso entre los amigos, sólo me copio a mí mismo.

    Para crear o hacer cosas distintas es necesario pensar, pasar mucho tiempo del día pensando. Estoy seguro que por eso llegaron a donde llegaron Newton o Einstein, y muchas otras eminencias. Y una gran parte -¿la mayor parte?- de nosotros gastamos poco tiempo pensando. Derrochamos mucho más tiempo no pensando en nada. Nos gusta más no pensar. Porque, además, los españoles pasamos mucho tiempo en el bar y no es un sitio que facilite el pensar. Bueno, depende, porque fue en el bar donde Amancio Ortega se pasaba horas con un café cavilando en lo que debería hacer para conseguir lo que ha conseguido (no me haga mucho caso, ya que no puedo asegurar que haya sido así, solo creo haberlo leído en una biografía no autorizada).

    He oído decir alguna vez que los únicos que no cambian son los tontos, pero también he oído que son los más felices. Todos somos muy ignorantes, si bien es verdad que ignoramos más de unas cosas que de otras, dijo Albert Einstein. Parece normal por lo tanto que hablemos o escribamos de las que creemos que lo somos menos.   

    El trabajo de los médicos también es repetitivo; solo cambia en las distintas especialidades. Y también tienen más éxito aquellos que han descubierto o hacen técnicas quirúrgicas o médicas novedosas que sirven para diagnosticar o tratar enfermedades.      

    Claro que me hubiera gustado cambiar, hacer cosas distintas todos los días, pero para eso, además de valer, tendría que haber cambiado de profesión, y nunca me ha apetecido hacerlo.  

    Aunque, pensándolo bien, Velázquez, Dalí y Picasso se repetían, pintaban todos los días, y no cambiaron de trabajo. Tal vez lo importante no sea solamente cambiar, no repetirse, sino hacerlo bien siempre, todos los días, y eso solo pueden lograrlo los escogidos.


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