Las predicciones
“Evito siempre predecir de antemano, porque es mucho más fácil hacerlo a posteriori” (Winston Churchill)
Cuando estamos finalizando un año más -¡que
rápido pasan cuando somos mayores!-, los periódicos, revistas de información
general y científicas, radios y televisiones se dedican a hacer predicciones.
Hasta nosotros mismos las hacemos.
Las predicciones serán de todo tipo para el
próximo año, desde las que aventurarán el tiempo que hará, hasta las que se
atreverán con los descubrimientos científico-médicos y tecnológicos, pasando
por las que se realizarán sobre las bodas importantes de personajes famosos.
Los que las hacen, trabajan con ventaja: la mayor parte de nosotros nos olvidaremos
de sus errores hasta cuando las vuelvan a hacer, ellos mismos u otros, para el
año siguiente.
Ya no sé cuantos años llevamos curando el
cáncer, la malaria y el SIDA, cuando aún hoy en día no curamos ni el resfriado
común, ni la gripe, ni la diabetes, ni el asma, enfermedades estas que ya se
conocen desde antes de Cristo. Recuerdo una predicción hecha por un sesudo
¿científico? sobre la edad que podríamos alcanzar los humanos para el 2100:
¡mil años! Lo primero que hice después de escucharla en la radio o leerla en el
periódico -no recuerdo en cuál de los dos la hacía el avispado predictor- fue
echar cuentas, y no había forma de que (yo) también llegase a esa edad salvo
que el cumplimiento de la predicción se adelantase.
He leído cosas muy interesantes sobre las
predicciones en el libro de Stuart Firestein, “Ignorance: How it Drives
Science”, que reproduzco a continuación. “Predecir los avances que vendrán en
la ciencia y tecnología es un ejercicio a menudo común y estúpido. El
entusiasmo en predecir el progreso científico está bien visto y es una buena
forma de hacer relaciones públicas pero una mala ciencia. De hecho, una de las
cosas más predecibles es como a menudo las predicciones resultan equivocadas.
Se tienen más aciertos prediciendo que se irá solucionando parte de lo mucho
que ignoramos y no cuáles serán las soluciones. Hoy tenemos Internet que
conecta al mundo entero y una píldora que provoca erecciones “a demanda”, y
ninguna de estas dos cosas fueron predichas. Tampoco el investigador que
descubrió el positrón, ni ninguna otra persona, predijo que este descubrimiento
serviría para desarrollar más tarde un excelente método diagnóstico de la
medicina moderna, la tomografía por emisión de positrones (PET). Cómo dijo
Enrico Fermi, las predicciones son un negocio arriesgado, sobre todo cuando son
acerca del futuro”.
Aunque a veces hacer predicciones puede ser
un buen negocio u oficio sin riesgo. Cuando era pequeño oí hablar en mi aldea y
en mi casa en muchas ocasiones de la “Carteira de Baiñas”. Baiñas es un pueblo
de La Coruña, cercano a Vimianzo. Allí había una señora que echaba las cartas y,
con ellas, te explicaba el pasado y te adivinaba el futuro. La gente de las
aldeas cercanas que habían sufrido algún tipo de adversidad en sus bienes o
familias, por ejemplo, el fallecimiento de una o más vacas sin motivo aparente,
acudían a la Carteira para conocer la causa de la desgracia y el remedio para
atajarla. Ella adivinaba la causa de la desgracia, (por ejemplo, el mal de ojo
de algún vecino) y la solución (por ejemplo, dejarle una docena de huevos
podridos o un gallina muerta en una de las fincas lindantes del que le había
echado el mal de ojo). Pero no era eso lo que les hacía ir allí a los que
sufrían desgracias, sino el poder milagroso que ella tenía para conocer, antes
de que entraran en la habitación o despacho donde echaba las cartas, el revés
que les había acaecido (la muerte de una vaca, un cerdo, gallinas, e incluso la
enfermedad grave o el fallecimiento de una persona de la familia). Hasta que se
dieron cuenta que en la sala de espera no solo estaban los clientes afectados
por desdichas, sino que también había otras personas, los contactos de la
adivina, que le informaban a esta de lo que allí se contaban unas personas a
otras mientras esperaban, pasaron muchos años. Y la Carteira no los desaprovechó.
Costeó la carrera de sus hijos y compró varios pisos en Baiñas y en Santiago de
Compostela.
Hace pocos años también algunos personajes
de la farándula hicieron parte de sus ahorros adivinando el futuro a otros
“artistas" que necesitaban de buenas noticias en lo relativo a su vida
personal o profesional.
Es probable que ahora, con la crisis
económica, estos negocios, como otros muchos, ya no lo sean tanto como antes.
Tal vez podamos concluir con la frase que
repetía y repetía mi inteligente y guapísima tía Josefina, a cualquiera que le
contara sus planes de futuro: “No eches cuentas adelantadas, que la mayor parte
de las veces resultan equivocadas”.
Y aunque no sé si tiene relación alguna con
lo que hemos tratado, me encanta lo que escribió Gustave Flaubert: “El futuro nos tortura y el pasado nos
encadena. He ahí por qué se nos escapa el presente”.
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