Bienvenido Jaime
“Un día mi abuelo me dijo que hay dos tipos de personas: las que trabajan,
y las que buscan el mérito. Me dijo que tratara de estar en el primer grupo:
hay menos competencia ahí” (Indira Gandhi)
Le preguntamos a tu padre, cuando aún
estabas en el vientre de tu madre, como te llamarían. Y nos dijo que tu nombre
empezaría por J. A tu madre le gustaba Juan, pero al parecer tu padre había
oído decir qué si al hijo se le pone el nombre del padre tendrá menos
personalidad. No te lo creas. Conozco a hijos que llevan el nombre del padre y
tienen mucha personalidad. Luego supimos que las dudas de la J eran entre Jaime
y Joaquín. Joaquín es el nombre de tus dos abuelos, y también era el de tu
bisabuelo paterno, ya fallecido. Si lo hubieras conocido, seguro que te
gustaría llevar su nombre, pero ya aprenderás pronto que las mujeres mandan
mucho, y a tu madre, aunque su padre, tu abuelo materno, también se llama
Joaquín como yo, le gustaba más Jaime y así te llamaremos. A los cuatro abuelos
nos gusta tu nombre porque te adoramos. Y a tus primas Valentina y Uxía también
les gusta mucho.
Tu nombre es equivalente al de Jacobo,
Santiago, Diego, Yago, Thiago e Iago, entre otros. Todos estos nombres son
equivalentes y tienen el mismo origen. Proceden del Jacob hebreo (Ya’akov),
latinizado como Iacobus o Iacomus. A tu padre le gustaba el nombre de Jacobo
para ti. A mí, después de ver el origen de tu nombre, me gusta más que el otro
que podían haberte puesto.
Tu madre nos decía que el día del parto fue
el peor día de su vida. Para tu padre fue el mejor, como lo fue también para tu
madre al verte, después de haberte parido. Y para los cuatro abuelos también
fue un día maravilloso, al ver que habías nacido sano. Eso era lo más
importante, pero también porque naciste muy despierto, muy vivo. Toda la
familia dice que también muy guapo. Yo creo que todavía no eres muy guapo.
Tampoco lo era tu padre al nacer. Pero, si te pareces a él, como dice la
familia de tu padre, entonces serás un buen mozo como lo es él. También lo
serás si te pareces a tu madre.
Te aseguro que naces en una familia
estupenda, que te va a querer muchísimo, aunque nadie de la familia te querrá
nunca como tu padre y tu madre. Nadie. Tus padres, ahora, cuando solo tienes
poco más de una semana, ya saben lo que se quiere a los hijos. Me decía tu
padre, al preguntarle sobre esto, cuando solo tenías nueve días, que ya lo
sabía porque ya daría su vida por ti. Te queda mucho tiempo para que sepas lo
que te quieren y querrán tu padre y tu madre. Lo sabrás cuando tengas hijos.
Podías haber nacido de una familia más
rica, pero no creo que pudieras haber nacido de una familia más buena. Tampoco
de un padre y una madre tan buenos como los que tienes. Ya lo irás viendo. Y ya
me dirás si tengo o no razón.
Además, estás de enhorabuena porque tienes
dos primas, Valentina y Uxía, que están encantadas de que su nuevo primo sea
niño. Dentro de muy poco jugarán contigo. Son maravillosas, guapísimas, y vivas
como tú. Seguro que aprenderás mucho con ellas. Dicen los indios que para
educar a un niño hace falta toda la tribu y ellas son más que de la tribu, son
tu familia.
Tu padre dice que, aunque saliste con el
pelo negro, serás rubio, como tus primas vikingas. Yo creo que ellas en lo del
color del pelo se parecen a la familia gallega. Si el pelo se te vuelve rubio,
como el de tus primas, nos encantará, aunque el color del pelo es poco importante.
Lo importante es que obedezcas a tus padres.
A lo que te digan que hagas. Sus consejos y su ejemplo será lo mejor, lo más
importante y lo que más te ayudará para cuando seas mayor.
No te desesperes cuando muy pronto te
empiecen a decir que tienes que comer más. Te recomiendo que tengas carácter y
no permitas que te anden con pamplinas para que comas. Cuando estés harto y
digas que no quieres comer más que sepan que no vas a comer más porque si no
tendrás que aguantar todos los días la misma cantinela…
Y, aunque sé que me van a criticar y me
dirán que no sigo ninguno de ellos, no me resisto en darte unos consejos que he
leído en alguna parte como los consejos del Rey al Príncipe:
- Acostúmbrate
a mirar siempre a los ojos.
- No te canses
jamás de ser amable con los demás.
- Muestra
interés, aunque no lo sientas.
- Muéstrate animoso,
aunque estés cansado; amable, aunque no te apetezca; servicial, aunque te
cueste trabajo.
- Saber callar
es tan difícil como saber hablar. Al que sabe callar todos le entienden.
- Acostúmbrate a dominar los impulsos y sujetar las ideas, para que no se te escapen de manera intempestiva y peligrosa.
Había pensado decirte algo más, pero se me
ha olvidado. Añado esto de Buenaventura Luna: “No hay cristiano más triste que
el cansado de no hacer nada”.
Te esperábamos impacientes. Llegaste bien,
unos días antes de lo esperado. Nos vas a dar muchas alegrías. Nosotros, toda
la familia, te vamos a querer muchísimo.
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